Ciencia y Salud

Suicidio: "De eso no hablamos"

La contracara de la vida, la muerte, siempre es algo que a pesar de su aspecto inevitable preferimos ignorar. Algunos casos como los homicidios o la muerte de alguien que resulta inesperada, ya sea por su buena salud o su edad, nos conmociona de manera especial. En este contexto, el suicidio es un tema que nos interpela sobremanera ya que nos pone frente a la evidencia concreta de alguien que decide abordar el dilema existencial de manera literal, dramática y terminal. En sociedades bajo permanente conmoción es un tema que debe ser abordado de la manera más profunda ya que representa la vida misma. Quizás debamos abordar el tema de la muerte, pero definitivamente de manera directa el de la vida y de todo lo que ella significa.

Esta semana nos enteramos de que el famoso cineasta Jean Luc Godard, quien de alguna manera revolucionó el cine de la segunda mitad del siglo XX con por ejemplo su controversial film de 1985, "Yo os saludo María" (Je vous Salue Marie), había fallecido pero no de muerte natural sino que terminó su vida mediante una muerte asistida. Algunos medios lo llamaron en su obituario el mayor director de cine vivo. Esta modalidad, la muerte o suicidio asistido que existe en algunos países, es aquella en la cual una persona tiene bajo ciertas condiciones, la posibilidad de decidir voluntariamente terminar con su vida, sin que ello sea un delito. En consecuencia, hay todo un dispositivo médico y legal para tal fin. Inevitablemente, esto genera desde hace años un cuestionamiento en lo legal, médico, ético, en la concepción de la enfermedad, el sufrimiento, en realidad sobre la vida y la muerte, algo que siempre preferimos ignorar por el temor que nos causa. En definitiva, es el planteo sobre la existencia y el sentido de la misma.

Era el comienzo de las sucesivas cuarentenas en el año 2020 y en medios en los que participaba activamente comencé a insistir en un prédica sin éxito: hablar, ocuparnos, prevenir y concientizar sobre la salud mental. El tema omnipresente era el "aplanamiento de curvas" y los gráficos de John Hopkins y los casos, el parte diario de muertos del día. Se hablaba sin solución de continuidad de la muerte, pero solo existía una muerte. La gente estaba en una situación para la cual nunca podía haber estado preparada (que aún se vive en China), privada de su libertad y atemorizada por imágenes que les decían que nos íbamos a quedar sin respiradores, y que camiones empezarían a recoger cadáveres por las calles ante la imposibilidad de hacer frente a la mortandad masiva e irrefrenable. El sistema iba a "colapsar" en breve. Al mismo tiempo se afirmaba que llegarían vacunas, luego de lo cual nadie se infectaría y volveríamos a la normalidad. Ante el panorama de "pandemia", pero especialmente todo este bombardeo de 24 horas por 7 días a la semana durante mucho más de un año, no era necesario conocimiento específico, o adherir a teorías conspirativas, para suponer lo obvio, la mente, el aparato psíquico, el Eros en definitiva, no podía resistir ante el embate de la pulsión tanática (el corrector pone fanática, quizás lo era), de la referencia a la muerte. 
El problema es que en esas primeras semanas ya se veía, en diferentes ámbitos, en la clínica, la forense, la seguridad, o simplemente en la sociedad, las consecuencias graves, terribles de este accionar. Ante la imposibilidad de hablar algo del tema, al extremo que se nos negó por decreto la posibilidad de la angustia, en una semana en particular había tenido por diferentes áreas profesionales conocimiento de seis casos de intentos de quitarse la vida que habían logrado su cometido. Al no poder hablar de angustia, de salud mental, traté de establecer la necesidad de hablar sobre el tema expresando que no era un malestar ligero sino un grave problema de salud pública y que, amén de los muertos por o con supuestamente CoVid, había otros muy concretos, por lo tanto aun si no habláramos de esa temida situación, sí al menos concientizáramos sobre el malestar, sobre la salud mental. 
La respuesta fue tajante: "de eso no hablamos", escudándose en cuestiones de ética periodística que exactamente no eran tales ya que hay códigos de ética sobre la correcta transmisión de esta información, sobre el cual había escrito profusamente, en general a la ocasión del Dia Internacional de la Prevención del Suicidio.
El 10 de septiembre se conmemora todos los años un día de concientización sobre una situación que ha ido incrementándose en el mundo y que inevitablemente en función de un mundo en el cual a una situación de ausencia de perspectivas existenciales, la pandemia, la crisis económica, mundial, la guerra que todo justifica, ha adquirido un perfil más preocupante. Las estadísticas son siempre parciales, pero hay quienes dicen que cada 30/40 segundos hay un suicidio en el mundo. Las acciones autolesivas, los suicidios incompletos, frustrados o no logrados, se supone son la base de ese iceberg, con lo cual la perspectiva del problema es imposible de imaginar. 
Hace unos días, en diálogo con una persona muy cercana por otro tema, me agradeció por las publicaciones en redes en el día de prevención y ante mi sorpresa para explicar su comentario me dijo: "No se si sabías, mi hijo se suicidó hace dos años". Esa es la otra cara de esa real epidemia y es el resultado traumático en las familias que nunca lograrán recomponerse. Por otro lado, existen mitos alrededor del tema ("el que avisa no lo hace", "busca llamar la atención", "no dejó carta"), o suponer que no abarca a todas las clases sociales y sociedades. Estos mitos nos alejan de la real posibilidad de abordar el problema en la magnitud que ha adquirido.
Los factores de riesgo asociados, como la progresiva desintegración del tejido social de sostén, las familias, los trastornos mentales, el incremento en el uso de sustancias sin olvidar el enorme incremento en la automedicación (o medicación dada por profesionales sin control) de psicofármacos, la inestabilidad en la economía personal o familiar, todo esto sumado a la "terra ignota" que supone acceder a una real (nominalmente existen cientos) asistencia en salud mental da por resultado el estado actual. Es llamativo entonces cuando aparecen notas hablando del incremento de las consultas, de "la ansiedad" en la sociedad actual, mirando una pequeña rama de un bosque con árboles que han crecido durante años, o quizás que quienes se postulan para hablar del tema no entienden la gravedad, quizás los aterra a tal punto que la negación es la única posibilidad.
Sin embargo, sí hay que hablar, ya que no hacerlo, no acercarse, no escuchar quizás más que hablar, al adolescente o al joven (una franja etaria particularmente azotada por este flagelo), reconociendo sus sensaciones en lugar de negarlas, proponiéndoles respuestas pre-armadas en nuestra propia angustia, no es el camino. También hay que hablar porque el suicidio se puede prevenir, al menos empezar a disminuir las cifras, aplanar esta curva creciente.
La insistencia en la educación sexual como aislada de la salud emocional, mental del individuo, deja a la sociedad expuesta en su desnudez frente al tema que decide ignorar y así imaginar que no existe. Solo nos ocupamos de los casos cuando pueden formar parte de lo espectacular y así protegernos en la fantasía que da la espectacularidad que es algo ajeno, de la idea que puede ser una situación muy muy cercana. Trabajar sobre el estigma social, la falta de conciencia sobre el tema, son obstáculos mayores para la búsqueda de ayuda. Abordar como una realidad cada vez más asfixiante a la violencia hacia afuera y la dirigida contra sí mismo de múltiples maneras, quizás en algún momento sea tomado como lo que es, un tema central e imposible de ignorar, para la sociedad.
Quizás el tema es más amplio, decidir si vamos a hablar de la muerte o de la vida en su totalidad, o si el planteo existencial debiera ser el tema nuclear de nuestra existencia. Quizás más que a la muerte, le tememos a la vida. Hasta entonces, de esto no se habla, al menos seriamente y acorde a la magnitud de la realidad.