Allá por septiembre de 2023, pusimos por título a esta columna: “¿El topo de la casta?”. Nos referíamos al entonces candidato Milei, quien alardeaba de oponerse a la casta de los políticos que tan mal vienen llevando al país desde la vuelta al orden constitucional.
Nos preguntábamos entonces si Milei era realmente ajeno a ella o sólo fingía serlo, olfateando el hartazgo de la sociedad ante los partidos tradicionales. Y nos inclinábamos a pensar que lo suyo era sólo un señuelo electoral, que resultó exitoso, como acaba de serlo nuevamente en las recientes elecciones de esta ciudad.
Pues bien, téngase respecto de Milei y de su armazón política la opinión que se quiera -la positiva se funda, por lo general, en el descenso de la inflación- sus actitudes y su entorno lo encuadran, por métodos y actitudes en la casta a la que dice combatir.
En primer lugar, fue totalmente casta poner en el Salón de los Próceres de la Casa Rosada el retrato de Menem, quien fuera condenado a prisión por contrabando de armas, mientras desempeñaba la presidencia. Condena de la cual lo libró la Cámara Federal de Casación Penal, pretextando que la excesiva duración de la causa lastimaba su derecho ser juzgado en un tiempo razonable. Es decir que la Justicia invocó su propia desidia -que no fue otra cosa que complicidad- para no meterlo preso. Elevarlo al procerato fue, ni más ni menos, aplaudir la inmoralidad que campeó en su gobierno.
También es muy casta tener en el gabinete peronistas de larga data y de altísimos cargos anteriores. Como lo es poner la SIDE en manos de Neiffert, alfil de Cariglino, caudillo y ex intendente peronista del conurbano (Malvinas Argentinas). Y también lo es confiar la Dirección General de Aduanas a un funcionario -Andrés Vázquez- penalmente procesado por omitir, en su declaración ante la Oficina Anticorrupción, ser propietario de tres costosos departamentos en los Estados Unidos.
Son ejemplos, nomás. Otro es el de la jefa del bloque de LLA en la legislatura local, Pilar Ramírez, de pasado K y funcionaria de Aerolíneas Argentinas durante la tenebrosa gestión que hizo de ella el camporista Mariano Recalde.
Que Milei haya propuesto para integrar la Corte Suprema a Ariel Lijo, el más cuestionado de los jueces de Comodoro Py -la mayoría de los cuales sigue siéndolo por la cómplice pasividad del Consejo de la Magistratura- fue un agravio a la República, propio de lo más turbio de la casta.
Captar a dirigentes del PRO -que negocian su traspaso a LLA como lo hacen con los clubes los futbolistas con pase en blanco- es propio tanto de partidos como de dirigentes inmersos en lo más profundo de la casta.
Producir un video falso -desinteligencia artificial mediante- en el que Macri aconseja votar a los candidatos de LLA y no a los de su propio partido, es una triquiñuela a la que la casta aún no había recurrido. Esta gente la está superando.
Muchos presidentes cometieron errores o faltas. Pero promover públicamente una inversión, como lo ha hecho Milei con una criptomoneda, causando un daño de ochenta y siete millones de dólares en apenas unos minutos, supera las mejores marcas de la casta.
LOS MISMOS VICIOS
La presente administración goza aún del viento favorable que le proporciona haber hecho descender la inflación que ha carcomido las energías de nuestro país durante largas décadas. Es cierto. Pero decepciona a aquellos de sus votantes que creyeron que se proponía sanear su vida institucional.
Ya ha demostrado que no se propone hacerlo. Y que actúa con los mismos vicios que la enrarecen de largo tiempo atrás. Sin la menor duda, aunque fingió combatirla, es parte de la casta.