La diplomacia argentina consiguió finalmenete concretar un encuentro de Milei con su amigo Donald Trump aunque la agenda de éste siempre se encuentra recargada. Se combinó un cruce amable y una oportunidad fotográfica en la sede de Naciones Unidas, donde Trump disertaría el martes, un día antes que Milei Para que ocurriera el encuentro entre ambos se requería del presidente argentino que concurriera dos veces al edificio de la calle East 42. Como se podía prever y se confirmó con creces, el esfuerzo estaba justificado- París bien vale una misa.
La reunión fue breve paro muy relevante. Para decirlo con las palabras de Scott Bessent, el poderoso Secretario del Tesoro, “ el presidente Trump le ha dado al presidente Milei un respaldo excepcional a un funcionario extranjero”. Los elogios de Trump a Milei y el mero anuncio de que Estados Unidos se disponía a extender su brazo protector para evitar que la economía argentina colapsara bastaron para que la sofocante atmósfera financiera que atormentaba al gobierno libertario y amenazaba sus menguadas reservas se disipara y abriera paso a un paisaje diáfano, con títulos y acciones en alza y dólar y riesgo país en caída.
La relación de Milei con Washington ha sido uno de los puntales de su presidencia y la instancia requería mucho apuntalamiento. Antes incluso de que las urnas bonaerenses le propinaran al oficialismo nacional una paliza contabilizable en casi un 14 por ciento de distancia a favor del peronismo, la economía venía desorbitándose. El gobierno intervino en el mercado financiero elevando notablemente las tasas para retener una subida del dólar, pero en cambio de conseguir ese objetivo aplastó el crédito y con él, el comercio y la producción que ya venían magullados desde abril-mayo. La errática gestión económica se combinó con los efectos de la caída electoral en la provincia de Buenos Aires, las consecuencias del audiogate (respaldadas por declaraciones de testigos en sede judicial) y la disparatada insistencia en vetar leyes aprobadas por el Congreso que no suponen una amenaza para el equilibrio fiscal y que empeoran el vínculo del Poder Ejecutivo con dos fragmentos indispensables del sistema político: el Poder Legislativo y el poder de los gobernadores.
El gobierno tenía su fortaleza rodeada y acosada. Allí fue donde sonó el clarín auxiliador del Séptimo de Caballería. El John Wayne de esta poderosa legión rescate es el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Cuando estuvo en Buenos Aires en abril, en un viaje especial que notoriamente buscaba destacar el apoyo de Washington a Milei, Bessent comprometió el respaldo del Tesoro en caso de que Argentina pasara por una situación crítica. Había llegado la hora señalada, ya que en los dos o tres últimos meses la situación económica y política ha ingresado en un remolino. Y no era fantasioso suponer que podía empeorar antes de las urnas de octubre. Así, el viaje a Estados Unidos, la ansiosa espera de una actitud amistora por parte de Trump, los contactos con su team y las gestiones para conseguir ayuda económica podían tomarse como un esfuerzo de sobrevivencia y una parte decisiva de la campaña electoral.
Scott Bessent no defraudó las esperanzas del oficialismo. Empezó con un mensaje que se conoció antes de que abrieran los mercados en Argentina el lunes 22, cuando se auguraba una jornada más inquietante que la del viernes anterior, cuando el riesgo país llegó a los 1500 puntos y el dólar superó los 1500 pesos pese a las fuertes ventas del Banco Central. El Secretario del tesoro definió a la Argentina como "un aliado sistémicamente importante de Estados Unidos en América Latina" y aseguró que estaba “ dispuesto a hacer lo necesario, dentro de su mandato, para apoyar a Argentina".
“Aliado sistémicamente importante” tiene un significado preciso: Estados Unidos viene perdiendo la batalla de la influencia en América Latina en beneficio de China, cuyos vínculos han crecido y se han intensificado, sobre todo (pero no solamente) en materia de inversiones y comercio. De los grandes países del subcontinente, la mayoría (Brasil, Colombia, Mécico, Chile, Uruguay) mantienen relaciones cordiales y/o asociaciones con China y, aunque no están enfrentados con Estados Unidos, sus relaciones con Washington suelen entrar en cortocircuito. El presidente de la Argentina es, así, una excepción notable y él mismo se ha encargado de subrayar su franca predisposición a alinearse tras el liderazgo de Donald Trump (incluso más que tras Estados Unidos en ge neral – no está claro cuál sería su posición frente a un presidente norteamericano simpatizante del “pensamiento woke”). Esa apuesta política lo mantiene relativamente aislado en el paisaje de las naciones del mundo, pero le asegura una situación de notoriedad con la mayor potencia del mundo. Para él, esa ha sido una apuesta ganadora.
Si las primeras palabras de Scott Bessent detuvieron la perspectiva de un lunes negro, sus intervenciones posteriores, avaladas por Trump, fueron clave para que el clima prerocupante se transformara en uno de expectativas positivas con picos de euforia.
Bessent pormenorizó medidas de ayuda que estudiaba su departamento: un swap por 20 mil millones de dólares. “El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos está listo para comprar bonos denominados en dólares de la Argentina y lo hará según lo requiera la situación. También estamos preparados para otorgar un crédito stand-by significativo a través del Exchange Stabilization Fund, y hemos estado en conversaciones activas con el equipo del presidente Milei para hacerlo. El Tesoro está actualmente en negociaciones con funcionarios argentinos para una línea de swap de 20 mil millones de dólares con el Banco Central. Estamos trabajando en estrecha coordinación con el gobierno argentino para evitar una volatilidad excesiva. Además, los Estados Unidos está listo para comprar deuda gubernamental secundaria o primaria y estamos trabajando con el gobierno argentino para poner fin a la exención impositiva temporal para los productores de commodities que liquidan divisas”.
Este último párrafo despertó preocupación en el sector rural argentino, porque pareció explicitar una oposición del gobierno de Estados Unidos a la eliminación de las retenciones agropecuarias. El gobierno de Milei acababa de dictar una rebaja temporaria de ese impuesto (por un mes o hasta recaudar 7.000 millones de dólares): no se trataba de una medida para fomentar la producción, sino de una zanahoria para estimular la liquidación y hacerse de dólares. Al costo de desprenderse de recursos fiscales (unos 1.500 millones de dólares), el gobierno tuvo éxito recaudatorio: el recorte impositivo para la soja se clausuró en tres días.
Milei regresa de Estados Unidos con un horizonte financiero aliviado y con una situación de reservas propias vitaminizada. Con un dólar que 0volvió a los valores de septiembre (antes de la derrota electoral bonaerense) y una tasa de riesgo que se hundió de 1.500 a 800 puntos. Ahora tiene que atender tareas de las que no pueden ocuparse sus amigos estadounidenses.
Como lo indicó la ex número dos del FMI, Gita Gopinath, "un progreso duradero requerirá que Argentina adopte un régimen cambiario más flexible, acumule reservas y genere apoyo para sus reformas internamente."
El gobierno ha ganado libertad para prestar atención y empezar a actuar sobre el reseteo de su gobierno y la ampliación de su base de gobernabilidad después de la elección de octubre, sea cuál sea el resultado. Buena parte de la sociedad argentina –electores y mercados- esperaba que diera pasos en esa dirección inmediatamente después dela derrota de septiembre.
Pero el gobierno se distrajo en danzas y contradanzas relacionadas con sus pujas intestinas y en articular la campaña para las elecciones de octubre. Prometió autocrítica y, si bien sería ingenuo esperar que esta se traduzca en declaraciones explícitas y autoflagelaciones, no era irrazonable esperar que se expresara en actos coherentes. No es coherente convocar a un acuerdo con los gobernadores (un diálogo que los mercados agradecerían) y simultáneamente bombardearlo insistiendo en vetos sobre iniciativas que ellos han sostenido unánimemente, como la distribución de los aportes del Tesoro Nacional siguiendo las proporciones de la coparticipación. De ese modo la Casa Rosada ha cosechado nuevas derrotas en el Congreso.
La ausencia del Presidente – casi una semana- alivió apenas tensiones pol’iticas perjudiciales. Sin los hermanos Milei en Buenos Aires, la campaña electoral y las negociaciones con los gobernadores y los aliados y exaliados legislativos pasaron temporariamente a otras manos. ¿Las de Santiago Caputo, el influyente asesor del Presidente?¿Las de Guillermo Francos y su coequiper, Lisandro Catalán? ¿Las de Lule Menem? Este último, que estuvo (y sigue estando) bajo fuego graneado a raíz de los audios de Spagnuolo y sus derivaciones, parecería haber sido apartado de los primeros planos, pero habría que ser cauteloso ante las apariencias. Pilar Ramírez, la joven que en los papeles se encargará de la política territorial nacional de La Libertad Avanza montada sobre el triunfo que le dio al mileismo en la ciudad de Buenos Aires, es un fruto porteño, que difícilmente pueda operar con eficiencia similar en las provincias. Lule Menem, que es el influyente socio de la secretaria general de la Presidencia, conducirá la campaña en el interior a través de Pilar Ramírez y ésta, obediente a Karina, le servirá de pararrayos y le dará la posibilidad de trabajar en los segundos planos que él siempre prefirió.
Santiago Caputo, que de a ratos posa de mileísta duro y expresión de las Fuerzas del Cielo y de a ratos se muestra como un lúcido estratega que evita las peleas innecesarias y busca el diálogo con el centro del espectro, ha llegado a la coordinación estratégica de la campaña fuera de tiempo, si se quiere. Si hubiera podido imponerse hace unos meses, el oficialismo quizás podría haber evitado chocar localmente con gobernadores que en su momento ayudaron a Milei en momentos de crisis (por caso: el santafesino Pullaro o el correntino Valdés), podría incluso haber mantenido cerca o incluso tentar con incorporaciones al gabinete a políticos cooperativos como Juan Carlos Romero o el radical Rodrigo de Loredo. Pero en este instante, cuando los gobernadores han decidido buscar una senda de autonomía y cuando son pocos los que aceptarían un cargo en el oficialismo después del 7 de septiembre y antes del 26 de octubre, Caputo sólo puede elegir un camino de confrontación.
Ahora bien, a esta altura, aunque las consignas oficialistas lo pretendan, del otro lado no tienen una oposición ni exclusiva ni principalmente kirchnerista, sino una convergencia de hecho y de rasgos plurales que resiste las formas más rústicas y extremas del mileísmo, que en muchos sectores aprueba y aplaude la baja de la inflación pero rechaza la caída del poder adquisitivo de los ingresos, que ha comprendido la necesidad de la disciplina fiscal, pero que no quiere que ésta se base en eliminar la obra pública, la salud pública, la educación o los ingresos de los jubilados.
A diferencia de 2024/25, en la última semana el gobierno elevó un proyecto de presupuesto 2025/26. Después de los vetos y contravetos que en última instancia buscan emparchar los retrasos y falencias de este último año sin presupuesto, es indispensable que la discusión del que debe regir el año próximo se ponga en marcha rápidamente y se apruebe antes de fin de año. Con números realistas, no con fantasías; con equilibrio fiscal y escuchando los reclamos de la sociedad.
Tener el presupuesto aprobado contribuirá a poner un piso de gobernabilidad al último tramo de la presidencia de Milei. Si se puede entender que en materia electoral el oficialismo juegue, a costo propio, a la polarización, es indispensable comprender que, sin una base de acuerdos mínimos los próximos dos años verán crecer los conflictos y el país no podrá contar con las leyes el orden y el crecimiento que necesita.
El oportuno rescate del Séptimo de Caballería establece la posibilidad de un nuevo punto de partida.