Opinión
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Quieren volver, pero rápido: el ‘golpe blando’ del peronismo


POR JOSÉ LUIS MILIA

El peronismo ya no necesita uniformes ni cuarteles: le alcanza con editoriales, rosca en el Senado y un Schiaretti en la gatera. La democracia se negocia en Puerto Madero, y el golpe se sirve al paso.

Desde el 10 de diciembre de 2023, el peronismo -sí, todo el zoológico: desde la señora con tobillera electrónica hasta los que se autoproclaman “moderados” y “democráticos” como si eso los hiciera menos peronistas y más presentables en sociedad- está masturbando la idea de una acefalía presidencial. No lo ocultan, no lo disimulan, y ahora hasta tienen guionista. La semana pasada, Morales Solá, ese médium del establishment porteño, lo escribió sin anestesia: “El cordobés Juan Schiaretti será candidato a diputado nacional en las elecciones de octubre. La ley de acefalía establece que, si el presidente y el vicepresidente dejaran sus cargos, la Asamblea Legislativa debe elegir a un presidente provisional entre los ministros, los senadores, los diputados o los gobernadores. Schiaretti podría ser elegido en ese caso.”

¿Casualidad? No. Morales Solá no es un columnista más: es, si cabe, el vocero no oficial de los que almuerzan en Puerto Madero y respiran dólar blue. Que él ponga a Schiaretti en la mesa de sucesión es como cuando en el truco te guardás el ancho de espadas: lo muestran como el “moderado de repuesto”, el peronista sin kirchnerismo, el comodín institucional para cuando haya que apagar el incendio, sin llamar a los bomberos, que ellos mismos iniciaron.

INFAME HISTORIA

Pero, aunque parezca increíble, tenemos memoria. En Argentina nadie pronuncia la palabra “golpe” si el golpe - duro o blando- no está ya en marcha. Por historia lo sabemos bien: desde Primera Plana preparando el terreno contra Illia, hasta los medios cebando el mate antes del '76. Hoy, Morales Solá se calza el traje de vocero ad hoc de los que ya están en la rosca -políticos, periodistas, sindicalistas, empresarios, curas con jeans y calculadora- convencidos de que hay que acelerar la acefalía porque Milei, tras la paliza en Buenos Aires, quedó con menos poder que un guardia suizo en una playa nudista. Y sin protector solar.

Estamos en la antesala de lo que, con un eufemismo de cotillón, llaman “golpe blando”. Blando, sí… pero no inofensivo. Porque recordemos: para sacar a De la Rúa no bastó con cacerolas, hubo que sumar cadáveres. Y ahora, con la misma coreografía, quieren repetir el número, pero con Schiaretti haciendo de títere institucional y los de siempre moviendo los hilos desde el palco VIP.

Así que no nos vendan espejitos de colores ni nos quieran convencer de que un peronismo con buenos modales va a reemplazar con éxito las torpezas y exabruptos de Milei. No quieren elecciones, no quieren esperar, no quieren democracia: quieren volver. Y volver rápido, ya que si hay algo que duele en los adictos es la abstinencia, y la abstinencia de robar es de las peores.

El ajuste puede doler, claro, pero es la única chance de salir del pozo. El peronismo ya demostró que su receta es siempre la misma: gasto público descontrolado, emisión como si imprimieran figuritas, impuestos por doquier, tasas municipales que parecen castigos medievales, y baronías feudales donde el progreso es una leyenda urbana…, y eso, suponiendo que pretendan volver como querubines arrepentidos que se han tomado en serio el séptimo mandamiento.

Como leí hoy en redes: “De Milei apenas si me gusta un 20%, pero el kirchnerismo es 100% de lo que detesto.” Y eso, amigos, ya es suficiente para entender por qué tantos preferimos aguantar a la tarotista, los malos modales, las reventadas del Congreso, los legisladores que no saben leer ni sumar, antes que el retorno del modelo que nos trajo hasta acá. Porque si hay algo peor que un presidente sin filtro y razonablemente alienado, es un país gobernado por los que creen que el Estado es su juguete, su caja, su feudo y su impunidad.