Por Fernando Miguel Salon
Las agencias globales de evaluación de riesgo crediticio para emisión de deuda de países, llamado riesgo soberano, tienen metodologías similares a la hora de hacer su trabajo. El procedimiento es llamado due dilligence y está descripto en frondosos manuales que se han redactado y aplicado a través de años y actualizado de acuerdo con la nutrida experiencia de cada una de tales agencias.
Sucede que un país puede obtener fondos a crédito a través de diversas fuentes. Lo que habitualmente presta el FMI en sus programas tiene una evaluación diferente pues el objetivo del Fondo es distinto y en cierta forma tiene un componente de ayuda, pues le presta a quienes
los inversores privados no prestarían, o al menos no lo harían a la tasas que cobra el Fondo.
Entonces, las agencias evaluadoras privadas se focalizan en el tipo de riesgo asociado a la emisión de deuda a través de bonos para cotizar en los mercados bursátiles y al alcance de inversores privados, ya sean corporaciones o individuos.
Aquí las exigencias son mucho mayores, pues los inversores demandan claridad y profundidad en las evaluaciones, y quieren saber qué tan seguro estará su dinero, qué riesgo de repago tendrán, qué seguridades legales, y entonces así determinar el precio que están dispuestos a pagar por tales bonos.
No es el interés nominal que pagará el bono en forma fija o variable y que está escrito en el prospecto legal, sino al precio de corte a pagar en el mercado, probablemente menor a 100 que es su valor nominal, y que entonces determina el rendimiento o yield.
Así, los inversores dispuestos serán los de alto apetito de riesgo en busca de bonos de alto rendimiento que se los llama high yield bonds. No se los llama fondos buitres como en Argentina. Operan en un segmento riesgoso, y en finanzas el rendimiento va de acuerdo con el riesgo. Eso es normal, universal y legal.
EVALUACION
Esos procedimientos de evaluación abarcan aspectos cuantitativos (numéricos) y cualitativos (no numéricos). La información se va coleccionando de evaluación en evaluación históricamente, de diversas fuentes oficiales, privadas, nacionales, internacionales y otras.
En cada revisión se actualizan elementos, o no, de acuerdo con las evidencias. Los procedimientos son en cierta forma similares a la evaluación crediticia de empresas o corporaciones privadas, cuando alguien mira “sus números e historia” antes de venderle a crédito, prestarle o inclusive para adquirir la compañía en una compra o una fusión.
La parte cuantitativa es la más sólida e influyente, pues los números dicen lo que sucede, aunque haya que ajustarlos por ciertos factores que pudieran distorsionarlos como la inflación o el tipo de cambio. Se la llama evaluación dura. Aquí contribuyen todas las cifras que salen de los organismos públicos.
Hay cruzamiento de datos para saber acerca de su consistencia. Hay muchos gráficos y tendencias. A menos que todas las fuentes estén erradas, será difícil engañar al evaluador debido a tales cruzamientos de información.
La parte cualitativa incluye los aspectos de evaluación blanda, en contraposición a la dura, pero no son aspectos necesariamente blandos en su importancia. Incluye aspectos políticos, de continuidad o no de la estrategia gobernante, la estabilidad institucional, estabilidad legal, trato con países socios y cuales son ellos, forma de operar los negocios públicos y privados, estilo de administrar recursos y gastos públicos y privados.
También la idiosincrasia económica y cultural del país, sistema legal y de administración judicial, independencia de poderes, seriedad de los gobernantes, transparencia, nivel de corrupción, sustentabilidad, lavado de dinero (blanqueos), ética gubernamental y ciudadana, y otras cosas dentro y fuera de los manuales, que a su vez se realimentan con nuevos escenarios.
Por cumplir todos estos procedimientos rigurosamente, las evaluadoras de riesgo son muy respetables, y la calificación que asignan (buena o mala) está plenamente documentada.
BAJA CREDIBILIDAD
Quizá todo esto resulte aburrido si no se dan ejemplos prácticos y reales del caso argentino. Primero, nos debemos preguntar porqué desde hace años estamos en el fondo de la tabla, con credibilidad prácticamente nula ante los inversores, a pesar de los diferentes gobiernos.
El caso es que Argentina aún se maneja como en el siglo 19, al ser una economía mayormente basada en el campo, con exportación agrícola-ganadera con poco valor agregado. Y ese campo es el que provee de divisas genuinas al país.
Lo demás son algunas industrias que no han evolucionado mucho, que sufren retenciones y que no han podido o sabido competir en eficiencia con las economías que crecen. Y que soportan la presión de las importaciones.
En la otra parte del balance están las importaciones, y Argentina está actualmente yendo al contrario de los países lideres. Después del Brexit, y principalmente después de la pandemia Covid, el mundo empezó a hablar sostenidamente en foros de estrategias geopolíticas, en gobiernos y en ámbitos académicos de desglobalización.
Desglobalizar es reducir dependencia externa produciendo internamente, reduciendo importaciones, reduciendo gastos innecesarios que no aumentan el PBI, protegiendo la producción nacional, reduciendo migraciones ilegales y conceptos similares.
Como se diría en Argentina, desglobalizar es vivir con lo nuestro. Estados Unidos, Europa, China e India están desglobalizando. Otros desglobalizan por fuerza o necesidad (Rusia, México). Lo que da en llamarse guerra de tarifas no es más que la respuesta a la sostenida suba de aranceles que se implementó en los últimos 5 años, con el objeto de favorecer lo interno y encarecer lo externo.
Claro que un país desglobalizador grande necesita de globalizadores pequeños para que les compren sus producciones. Y allí esta Argentina, comprando y gastando con sus pocas reservas, y sin estrategia de reemplazar importaciones por industria propia.
Adicionalmente, el tema país pobre y residentes ricos influye grandemente. En Argentina los particulares tienen diez veces más dólares guardados que el Estado. Y las fugas crecen desde hace años. Aun cuando había dificultades para pagos externos. Aun cuando se debe dinero por juicios internacionales.
¿Por qué invertiría un inversor extranjero si puede leer lo que sucede con el juicio YPF? Se preguntará si él será el próximo litigante y no invertirá. El aspecto de prioridades gubernamentales también se evalúa, incluyendo las proyecciones.
¿Por qué se continúan gastando en turismo emisivo cifras exorbitantes de dólares en lugar de implementar estrategias de acumulación para solidificar reservas y así ser un país atractivo a los inversores? El evaluador observa y dice: ¿pero de dónde salen tantos argentinos gastando dólares en el exterior, siendo que el país no pudo incrementar reservar en un número de años, tiene sus reservas prestadas y debe tanto dinero? ¿Por qué no hay política de restricción o gravámenes mitigantes y equilibrantes? Entonces no invierte.
Las agencias, al medir reservas, consideran solo el dinero genuinamente generado, o sea sin los préstamos del FMI y otros (Creditworthiness before external support), y el flujo de entradas y salidas de divisas, incluyendo los agujeros negros de salida de dólares legales pero imparables en las operatorias de CCL, MEP, y flujos negativos luego del levantamiento del cepo. Entonces el inversor se asusta y no invierte.
Elaboran pronósticos de ingresos y egresos basados en tendencias. Para el Estado, la única fuente de recursos de pago es los impuestos. Pero sucede que al reducirse los impuestos sin reducción de egresos no productivos mayores (turismo emisivo, compras para colchón, importaciones innecesarias y compras por Courier) entonces la capacidad de pago se limita o reduce.
Consecuentemente, no es posible endeudarse más si hay reducción de impuestos que no genere flujo de fondos líquidos para pagar intereses y vencimientos de bonos a inversores extranjeros. No valen los discursos ni los tours presidenciales para los inversores privados. Ellos quieren ver los números del repago. Así funcionan los mercados de bonos. Es normal.
Cuando los países no logran generar respuestas positivas en las evaluaciones de riesgo crediticio soberano, entran a jugar los factores especulativos, los cuales son el primer punto que identifica a Argentina.
El inversor privado quiere ver un peso fuerte y no ver a la gente local salir corriendo a comprar dólares, haya o no inflación. El inversor privado evalúa así: si los propios ciudadanos no creen en su país, ¿por qué voy a creer yo? Entonces se asusta y no invierte.
Luego de considerar las evaluaciones de las principales agencias, no hay claridad acerca de si el rating más bajo del mundo podrá levantarse alguna vez pues hay una continuidad en las cosas problemáticas desde hace años y no hay iniciativas actuales para cambiarlas.
Antes que el inversor extranjero venga es necesario y recomendable que el inversor local crea e invierta en el país sus dólares guardados en cajas secretas o depositados fuera del país.