Las turbulencias cambiarias llevaron a Donald Trump a meter mano en la campaña de su aliado Javier Milei. La intervención no fue retórica ni a través de organismos multilaterales, sino directa inyectando dólares en el mercado cambiario.
Bancos, fondos y particulares se habían cansado de los tweets con promesas y querían ver los billetes. Los dólares aparecieron y esto hizo que los que habían comprado a $1580 y se habían desprendido de bonos y acciones sufrieran fuertes pérdidas. La especulación salió mal para los que apostaron contra Luis Caputo. Otra vez.
Lo ocurrido demuestra de manera palmaria que las crisis económicas locales tienen invariablemente origen político. No hay debate teórico posible después de la experiencia Milei: la inflación, por lo menos la argentina, es de origen monetario y fiscal.
Los peronistas y similares que afirman lo contrario, que aseguran que se puede emitir sin límite o que arman planes “platita” son alquimistas, aprendices de hechicero que terminan invariablemente provocando un incendio.
Un ejemplo más de la naturaleza política de las crisis puede detectarse en el nivel de actividad que venía recuperándose más rápido de lo previsto tras la devaluación inicial de la gestión Milei-Caputo. Los voceros populistas anunciaron que el ajuste fiscal dispararía una grave recesión, pero no se produjo, aunque el recorte del gasto público fue histórico.
Milei pudo remover las causas “endógenas” de la crisis económica heredada con limpieza fiscal y restricción monetaria. Pero la causa “exógena” -la falta de dólares- sólo podía remediarla mediante una alianza con el que emite esa moneda. Lo hizo desde el primer día y ayer Donald Trump dijo con todas las letras que el apoyo dado al país para frenar la última corrida no seguirá si el gobierno pierde el 26 a manos del peronismo.
El presidente norteamericano le ha pedido a Milei que arme una base política amplia para sostener su programa de reformas. Pero fue como pedirle la cuadratura del círculo. No es con la vieja dirigencia que pretende ajustar con la que puede llevar adelante el ajuste.
Cuando llegó la hora de armar las listas de candidatos para la elección de renovación parlamentaria el presidente decidió no hacer alianzas; “pintar de violeta” el país. Es decir: no a la casta.
La ira de los “dialoguistas” que lo habían apoyado hasta entonces en el Congreso donde le propinaron una serie de derrotas históricas. ¿Acertó Milei al optar por el armado de bloques parlamentarios compactos que obedezcan sus órdenes en lugar de promocionar radicales y la vieja guardia populista que lo primero que iban a hacer al llegar a sus bancas era armar bloques propios?
La pregunta es difícil de contestar y el daño sufrido en la campaña, irreversible. Pero las cartas ya están sobre la mesa y sólo resta saber cuáles elegirán los votantes, si es que van a votar, única posibilidad de que el oficialismo supere la difícil prueba del 26.