El diccionario de la Real Academia Española, nos dice que “Pedir permiso significa solicitar la autorización o consentimiento de alguien para realizar una acción o tomar una determinada decisión” y que “Implica reconocer la autonomía y los límites de la otra persona, mostrando respeto y consideración”.
El papa Francisco expresó en varias oportunidades que “Permiso” era una de las tres palabras -junto a “gracias” y “perdón”- que hacían armónica una relación.
De chicos nos enseñaron lo importante que era ser cortés y educado en el trato hacia los demás. Además de saludar a todas las personas a las que uno se dirigía, era fundamental pedir permiso cuando uno iba a entrar al lugar en el que ya había alguien, para tomar algún elemento de uso compartido o para pasar entre medio de otros, porque al pedir permiso, se manifiesta el respeto y se evita la posibilidad de ser considerado un intruso o abusador.
Pedir permiso es bueno, pero a veces se lleva al extremo…
¿TE PUEDO LLAMAR?
Las exageraciones pueden atacar al sentido común y complicar lo simple. Desde la masificación del uso del whatsapp se fue imponiendo la costumbre de enviar mensajes preguntando al destinatario si se lo puede llamar. En muchos casos, sobre todo entre los más jóvenes, no hacerlo puede percibirse como una intromisión o una molestia y la reacción puede llegar a ser la de ignorar la llamada del que importuna sin avisar.
Las acciones cotidianas pueden esconder formas de ver el mundo y la interacción con los demás. El individualismo está llevando a que cualquier intervención que no fue solicitada sea vista como invasiva: no hablar del cuerpo de otros, no tocar a otro sin que lo consienta (no estamos refiriéndonos a situaciones verdaderamente invasivas, sino a inocentes vínculos sociales).
DESCONFIADOS
Hoy mayormente se impone que, para realizar un trámite, un reclamo o consultar algo sobre un servicio o producto, primero hay que identificarse en una página web o enviar un correo electrónico anunciándose, para luego recién obtener la respuesta en el momento que así lo decida el receptor. Hay que pedir permiso y dejar datos personales exhaustivos en gestiones que se hacían presencialmente y en los que hubiera bastado mostrar el documento de identidad, en caso de ser necesario. Ya no alcanza con presentarse y estar frente a frente. Cada vez más, el sistema imperante requiere más información de nosotros como si fuesemos potenciales impostores.
CONSENTIR
La cuestión del permiso para casi todo viene de la mano de su par, el consentimiento. Consentir es autorizar y una vez logrado el consentimiento del otro, todo puede ser permitido. Obtener el permiso es carta libre para no hacerse responsable, como si los vínculos humanos se asemejaran a un contrato comercial entre partes. El consentimiento y la autonomía pretenden regir las interacciones. Quizás esté rondando una idea equivocada de lo que es la libertad.
MÁS VALE PEDIR PERDÓN…
El refrán popular afirma que “más vale pedir perdón que pedir permiso” expresando que solicitar autorización suele ser más engorroso que actuar inmediatamente y sin barreras. Sosteniendo que ya habrá tiempo para excusarse si la acción no fue correcta.
En realidad no sabíamos si la mayoría obedecía a este mandato de la sabiduría popular hasta que se realizó una investigación al respecto.
Rude y Shaddy de la Universidad de California se dispusieron a averiguarlo e hicieron un estudio con una muestra de 3.500 participantes.
Se les dijo que se castigaría a delincuentes, pero que existiría el riesgo de castigar también a inocentes y que se iba a recompensar a personas de bien sabiendo que por error también, se podía premiar también a quienes no lo merecían. Por otra parte se planteó que aceptado lo anterior algunos inocentes habían sido castigados sin merecerlo y que algunos delincuentes habían sido premiados por error.
La conclusión a la que arribaron es que en la teoría se valora más la prevención. La mayoría, ante la posibilidad de equivocarse prefería no aceptar el riesgo, pero en la práctica, de poco servía argumentar que se había obtenido permiso. Lo que más se valoraba era la búsqueda de reparación de la injusticia.
En conclusión la gente es más propensa a perdonar al que se equivoca si está dispuesto a enmendar su error. El refrán queda confirmado si el pedido de perdón viene acompañado de una intención reparatoria.
Pedir permiso como señal de respeto a los demás es una correcta costumbre que hace a las buenas relaciones humanas, pero no como excusa para la inacción, la burocracia o la dificultad para interactuar con otros.
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