Décadas atrás -no tantas- quien votaba lo hacía por un partido político. El cual, aunque luego no la cumpliera, tenía una Plataforma Electoral en la que proponía un plan de gobierno en caso de llegar al poder.
Así, bien o mal, el votante era de un partido. No sólo radical o peronista, sino también conservador -en más de una variante- demócrata progresista, socialista, democristiano, comunista u optaba por alguna otra agrupación menor. Ahora bien, de los partidos mencionados, muchos han perdido su identidad disolviéndose en alianzas electorales de contornos vagos.
Si nos remontamos a 1973, cuando Perón regresó al país -y venció en las elecciones de ese año- aunque lo hizo a través de un Frente (el Frejuli), sus aliados conservadores, desarrollistas o democristianos mantenían sus identidades, aunque obraran en conjunto.
En las elecciones de 1983, que pusieron fin al Proceso, la competencia fue entre la UCR y el PJ. En otras palabras, Alfonsín o Luder, aunque otras agrupaciones apoyaran a esos candidatos. Y en 1989, sin bien Menem triunfó mediante un Frente -el Frejuto- éste era sólo un sello. Ganó como candidato peronista, contra Angeloz postulado por la UCR.
Luego de los diez años del riojano, De la Rúa llegó al gobierno de la mano de la Alianza, derrotando a Duhalde que era propuesto por la Concertación Justicialista. Y así, paulatinamente, las coaliciones fueron desplazando el rol tradicional de los partidos. En ellas, junto a los más caudalosos, van adheridos otros que no lo son tanto. De ese modo sus perfiles propios se diluyen, al tiempo que se desdibuja la propuesta de tales alianzas.
La era de los partidos, tal como la conocimos hasta entrada la segunda mitad del siglo pasado, terminó. El peronismo ha devenido casi totalmente en kirchnerismo y éste, a su vez, se bifurca en su bastión electoral -la provincia de Buenos Aires- entre la Cámpora (nombre, no casual, de un traidor a Perón) y el sector que se alinea con Kicillof.
Ilustra su crisis que éste último proviene de las filas del Partido Comunista y que Massa, su último candidato a presidente, llegaba de la UCD. Orígenes inimaginables, algunos años atrás. Claro que la UCR llevó la delantera en ese rubro: en 2007 tuvo a un peronista, Lavagna, como candidato a presidente.
Estamos pues, como decíamos, en la era de los frentes. Y, dentro de ellos, los partidos no siempre se enlistan en el mismo según la provincia de la que se trate. De modo tal que pueden aliarse con unos con los que están enfrentados en otro distrito.
Además, saltar de un partido al otro, cosa que causó revuelo cuando lo hizo Borocotó, ha devenido en una costumbre cuya frecuencia no escandaliza. De modo que su voltereta terminó siendo un leading case, que allanó el camino a los saltimbanquis de la política.
Bullrich: no hay partido en el que no haya estado; Ritondo y Santilli, fueron del peronismo al PRO y ahora los encandila Milei; Pilar Ramírez, mano derecha de Karina en esta ciudad, es de linaje K. De los Menem que hoy rodean a Milei es innecesario recordar su origen. Un caso bien actual es el de Guelar, que insulta sonoramente a Macri por frustrarse su candidatura al Senado, aunque supo ser embajador de éste, como antes de Menem, puesto a dedo en ambos casos, porque no es diplomático. Curioso itinerario, para quien fue militante montonero.
Que detrás de tanto pase se ocultan, a veces, intereses poco transparentes lo ilustra el caso del destituido senador Kueider, detenido en Paraguay por flagrante contrabando. Quien, siendo peronista, votó siempre a favor de LLA. Y que, pese a la gravedad de su falta, de los sólo seis votos que hubo en el Senado contrarios a su expulsión, cuatro fueron del PRO. Los laberintos de la política son indescifrables. Al menos, en apariencia.
Volviendo a los frentes electorales, ellos se componen de políticos como los que, al azar, hemos escogido por la sinuosidad de sus trayectorias. Y en la provincia de Buenos Aires ya se han inscripto 8 de esas alianzas, cuando, en la era de los partidos, solían no ser tantos los que competían allí. Si tenemos en cuenta que esas coaliciones se componen de más de uno, su tejido aparece muy deshilachado como para ser atractivo.
En las últimas elecciones celebradas en esta ciudad, no concurrió a votar el 47% del padrón electoral, siendo que el partido más votado, LLA, obtuvo sólo el 30% de los votos emitidos. Admitimos que es posible que la polarización empuje hacia arriba la cantidad de votantes en los próximos comicios nacionales. Sin embargo, el divorcio entre la ciudadanía y los partidos que deberían representarla permanece.
Sin que pinte muy esperanzador, porque en esta política se han criado, cinco gobernadores están proponiendo una tercera -¿o cuarta?- opción electoral. De lo que no cabe duda, es que han olfateado el desencanto de lo que hoy ofrece la política. Y, que saben, como casi todo el mundo que, si Milei es presidente, es gracias a que su adversaria principal es Cristina.