Dicen que al dolor no hay que esquivarlo; hay que nombrarlo, pensarlo y transformarlo. Un poco de eso se trata ‘Al final las tragedias no mejoran a nadie’, la obra que escribió Julieta Cayetina y que se presenta, con muy buena respuesta del público, los sábados en Timbre 4 en el barrio de Boedo.
Graciela Stefani, una de sus protagonistas, también piensa un poco así. De hecho, ella misma atravesó un dolor muy grande con la pérdida de su primo cuando ambos eran jóvenes y con los años logró capitalizarlo. “Para mí fue una tragedia que me quedó marcada de por vida y que en su momento me generó ataques de pánico, pero con los años me conecté e hice la carrera de formación en coaching ontológico para modificarlo. Porque a mí lo que me generó fue un pelotón de miedos que hacían que no pudiera funcionar en la vida”, recuerda la actriz.
En un alto de sus viajes a Montevideo, donde estuvo grabando la segunda temporada de ‘Margarita’ y próximamente comenzará a rodar la tercera, hizo un alto en su agitada agenda para conversar sobre Berta, su personaje en la obra que encabeza junto a Miriam Odorico y Dalma Maradona. Allí, las tres cuentan la historia de dos viudas que mientras atraviesan el duelo heredan un hotel rutero venido a menos. Con la llegada de Cecilia, la sobrina de una de ellas, embarazada, se verán impulsadas a tomar decisiones inesperadas y que las enfrentarán a prejuicios propios y ajenos, además de hacerlas redescubrir su sexualidad y las ganas de vivir intensamente.
“Me parece que es un tema muy atractivo y que no veo mucho en teatro, que hablen de la sexualidad a esta altura de la vida. Porque no es que no hay sexualidad sino que no se habla de eso, parece que no interesara. Yo apenas la leí dije ‘la quiero hacer’ porque me interesa hablar un poco sobre algo que no se menciona, que no es común, con humor, pero también con amor y emoción, donde se entra en lugares que son muy emotivos y muy fáciles de que los espectadores, y las espectadoras sobre todo, se sientan identificados”, explica Stefani.
SABER CAPITALIZAR
-¿Cómo define a Berta, su personaje?
-Creo que es una mujer que tiene una ironía y una gracia, que es lo que ella ha buscado para poder salir de su tragedia que fue quedarse viuda, aunque se siente y diga que no lo vive así, como algo terrible. Ha tratado de modificar y por ahí tiene ese humor negro, esa manera de ser que la hace sobrellevar esta vida de una manera más graciosa y donde va buscando el camino de la luz y de la felicidad dentro de lo que es esa desdicha de haber perdido a su marido. Y tiene a su gran amiga, que es Luisa (Odorico), que lo que intenta de alguna manera es ver si puede arrastrarla a elegir esa manera y no la de victimizarse o padecer esta vida. Si uno se queda tiene que saber vivirla de la mejor manera. Yo agradezco este personaje porque creo que no estoy para gustar, estoy para transmutar y creo que eso es lo que tiene este papel y esta obra. Estoy encontrando en cada función a todas las mujeres que tengo dentro mío y me encanta.
-Para usted, ¿las tragedias mejoran o no a la gente?
-He visto gente que ha sabido procesar, modificarse internamente, que ha podido realizar un cambio profundo a partir de una tragedia. Yo, de joven, tuve una situación trágica en mi familia muy cercana, con un primo mío al que amaba y que a la vez le tenía muchos celos porque era el varón y mi papá lo amaba. Cuando él murió yo sentí muchísima culpa. Fue una tragedia que me quedó marcada de por vida y que en su momento me generó ataques de pánico. Con los años me conecté e hice la carrera de formación en coaching ontológico para poder modificarlo. Porque a mí lo que me generó fue un pelotón de miedos que hacían que no pudiera funcionar en la vida, había como un gen absolutamente oscuro y temeroso y eso hacía que yo desconfiara. Con los años, sin darme cuenta que era por eso, empecé a estudiar y ahora que soy coach ontológica pude entender y cambiar. Así que considero que, si uno sabe capitalizar una tragedia, porque no queda otra, puede generar algo positivo en uno. El que se queda tiene que hacer algo con eso, para con él y para con los que rodea. Me parece que es el camino más sabio y sano.
-¿Se siente identificada con Berta?
-Sí, creo que cuando uno elige un personaje, y a mí generalmente me pasa eso cuando me brindan algún material para leer, tengo que buscar en mí esa parte. Así sea una asesina tengo que buscar algo, hurgar y desde ahí poder generar y crear un personaje que después tiene que convencerte y convencer al espectador de que eso que estoy transitando es verdad. Así que sí, tengo el humor negro, la ironía y el deseo de elegir un mejor camino para vivir. Creo que la única manera es esa: elegir un camino saludable físico, psíquico y espiritual.
Como la malvada Malala de 'Floricienta', ahora también en 'Margarita'.
LA VILLANA
-Y Malala, su personaje en ‘Floricienta’ y ahora en ‘Margarita’, ¿qué tiene de usted?
-También tiene la ironía y el humor. Cuando hice por primera vez a Malala yo era bastante más joven y tenía una sensualidad que aproveché mucho. Quizás es hablar bien de mí y por ahí suena feo, pero me divierto mucho con eso. Y está esa cosa burlona de ella que toda mi familia de italianos la tenía, se reían siempre de los otros. Me parece un horror, pero en la búsqueda en alguna parte genética debe haber algo con lo que pude crear a Malala.
-¿Cómo fue reencontrarse con el personaje después de veinte años?
-Fue divertido e increíble a la vez, porque es como que apreté un botón y salió. Yo le decía a Cris (Morena): “Ay, ahora que soy coach y que he cambiado tanto no me va a salir tan jodida”, pero salió.