Espectáculos

“Mis canciones muestran cuál es mi actitud frente a la vida”

Tras los problemas de salud, Litto Nebbia sigue atravesando generaciones. A 50 años de ’Melopea’, uno de sus discos más trascendentes, el artista rosarino se prepara para revivirlo en La Trastienda. Habló con ‘La Prensa’ de sus orígenes, del presente y la continuidad.

En el rock nacional hay nombres que son insignia. Uno de ellos es Litto Nebbia. Desde que, junto a Los Gatos, dio el primer gran golpe con ‘La balsa’, ese himno que tiene más de diez millones de reproducciones en Spotify y es considerada la mejor canción rock de la historia argentina, según la revista Rolling Stone y MTV, su camino fue el de un músico que pasó por el rock, el tango, el folklore, el jazz, la bossa nova y, más recientemente, la música sufí. Sigue siempre buscando ese sonido y esa letra, y en su faceta de productor, ayudando a otros artistas.

La excusa para el recital que dará el sábado 30 en La Trastienda (Balcarce 460) es la celebración de los 50 años de ‘Melopea’, el disco que Nebbia lanzó en 1974 y que sigue siendo una de las obras cumbre del rock argentino. En esta oportunidad lo acompañarán Ariel Minimal y Nica y Tomas Corley. Eso sí, Nebbia ya adelanta que “no será un cover idéntico (a aquel álbum) ya que mantendré la música, la armonía y la letra, pero con el sonido actual, improvisaciones y juegos vocales”.

Para acompañar esta celebración, su sello Melopea -bautizado en honor al álbum- publicará este mes una edición aniversario en doble CD: el original remasterizado y un segundo volumen tributo con versiones de diversos artistas.

 

PRIVILEGIADO

En diálogo con La Prensa, el músico y productor hizo un racconto de su vida, los comienzos junto a sus padres, su exilio durante la dictadura y su rol de productor.

-¿Cómo comenzó usted con la música?

-De muy chiquito, con mis padres, que eran músicos, y como hijo único me crié bajo su tutela. Los acompañaba a todos lados, por Rosario y los pueblos de Santa Fe. Ellos vieron que tenía oído y condiciones, y pusieron fichas para que me dedicara a la música, cosa que me encantaba. Fui un privilegiado: me transmitieron gran vocación sin hablar jamás de plata, fama o cuestiones materiales. Profesionalmente, empecé a tocar en programas de radio a los once años, y a los catorce o quince me uní a mi primer grupo juvenil, Los Gatos Salvajes, con integrantes mayores que yo. Grabamos un disco que hoy es de colección. Dos años después, con otros integrantes, se formaron Los Gatos, con los que llegó el éxito que todos conocen.

-Rosario siempre dio muchos artistas ¿Hay una escuela rosarina en lo que se refiere a la música?

-Rosario siempre tuvo una gran cantidad de músicos y un flujo constante de agrupaciones, tanto en la época de mis padres como en la del tango, y ahora sucede igual con el rock. La música en la ciudad está en constante crecimiento y efervescencia. Rosario no busca parecerse a la Capital Federal ni al interior, y de esa mezcla surge una manera particular de tocar. Cuando aparecen nuevos compositores rosarinos se nota de inmediato su origen.

-¿Y sus influencias cuáles fueron? Imagino que en su casa no había rock.

-No hablamos de un género en especial, siempre hablamos de la música como arte. Me gusta todo lo que tiene melodía, y eso se refleja en mi música, con fusión de ritmos, de escuelas y disciplinas, mucha armonía, modulaciones, contrapuntos y ritmos irregulares. No se trata de hacer algo raro o difícil sino trabajado y bien hecho.

-¿Ustedes se dieron cuenta cuando comenzaron con Los Gatos lo que estaban formando, el impacto que iba a tener a futuro?<

-No en ese momento. En mi caso personal, yo trato de hacer lo que más me gusta y siento de lo que he escrito, pero el resultado no lo sabe nadie. Es exagerado pensar que alguien puede determinar qué música será un éxito. Si bien hay música hecha adrede para ser comercial, después nadie sabe qué puede pasar verdaderamente: una canción puede despegarse de un disco y encontrar su público en distintas generaciones. Hoy noto que la mejor forma de divulgar mi música es tocando en vivo, donde el público que me sigue y conoce mi obra presta atención durante horas, generando una fidelidad mayor que cualquier publicidad en radio.

 

VERSATILIDAD

-A lo largo de su carrera usted pasó por distintos géneros y sonidos, ¿hay alguna etapa que lo haya marcado más?

-No. Lo que yo voy cambiando a través del tiempo tiene que ver con la evolución propia y cronológica de uno. En las letras, por ejemplo, puedo escribir sobre amor o libertad, temáticas que ya traté a los 15, 16 o 18 años, pero hoy la impronta, el relato y la situación son distintos. Es un sello propio que tengo desde muy pequeño y que hace que, a los dos compases, quien escucha sepa que soy yo.

-Hablando de arte y libertad, ¿cómo influyó el exilio en su música y en su visión sobre esos temas?

-En 1978 me fui porque vivía muy nervioso, con poco trabajo y prohibido en radios y televisión sin saber concretamente por qué. Figuraba en una lista de “artistas no gratos” y algunos me suspendían por las dudas. Llegó un momento en que no tocaba en ningún lado ni podía sacar discos. Al terminar el Mundial ‘78 vendí mis últimos instrumentos y compré un pasaje para irme “hasta que pase la tormenta”. Elegí México por ser hispanoparlante, para seguir escribiendo, grabando y cantando. Viví allá tres años y medio. Fui muy bien recibido por una gente solidaria y parecida a la del interior de nuestro país.

-Y ahí sumó nuevas experiencias musicales.

-Siempre se suma una experiencia nueva porque empezás a tocar con éste, con el otro, y vas aprendiendo algo que no es que lo vas a hacer igual que donde lo aprendiste. Hace unos meses grabé para un documental con una orquesta sufi formada por músicos con instrumentos marroquíes y árabes. Me uní con mi piano y, sobre temas míos, usé escalas sufi que me enseñaron, distintas a las del rock, blues o tango. No se trata sólo de virtuosismo, sino de adquirir conocimiento para conservar la atmósfera de cada estilo.

-El disco ‘Melopea’ cumple ahora medio siglo y también es el nombre de su estudio.

-Primero hice el disco, que ahora cumple medio siglo y que vamos a tocar en los próximos recitales. La palabra “melopea” significa componer canciones en latín. Por eso también le puse ese nombre a mi sello, que el año que viene cumplirá cuarenta años. El disco lo presentaremos en La Trastienda y luego en Rosario, Córdoba, La Plata y otros lugares. Lo tocaremos completo con el cuarteto que integro junto a los hermanos Tomas Cordley, que toca la batería y canta, y su hermano Nica, que toca el bajo, la guitarra y canta, y un violerazo que es Ariel Minimal. Yo estoy con teclado y guitarra también. Como tocamos dos horas, después va a haber temas de todas las épocas, alguno de ‘Muerte en la Catedral’, media docena de los clásicos que toco siempre y otros que no son tan conocidos pero que nos gusta mucho hacerlos en vivo.

-Ahora que nombró a Ariel Minimal le pregunto: ¿trabajar con distintas generaciones es una retroalimentación?

-Surge naturalmente al encontrar gente que siente lo mismo que uno y cuyo modo de tocar te gusta. No puedo trabajar con músicos demasiado ortodoxos; necesito que compartan mi forma de manejarme con la música. Al armar un trío, cuarteto o quinteto elijo personas que he conocido en el ambiente, que aprecian mis canciones y cuyo trabajo me gusta. Con Ariel nos conocimos cuando me invitó a cantar en un disco suyo; luego lo invité a participar en uno mío y, en ocasiones, le propongo tocar conmigo. Como decía (Horacio) Malvicino, la música es el arte de combinar los horarios, y con buena coordinación se puede tocar en varias agrupaciones sin conflictos.

 

ACTITUD

-¿Qué canción suya siente que hoy lo mejor representa?

-Hay que pensar, sobre todo, en las letras, porque la música es siempre una abstracción: sale del corazón y puede cambiar con el tiempo. La letra, en cambio, se mantiene y es una forma de comunicación directa. Mis letras se basan en experiencias personales, aspectos biográficos y pensamientos humanísticos. Canciones como ‘Yo no permito’ y ‘Está en tus manos’ muestran cuál es mi actitud frente a la vida, y creo que por eso algunas personas, en sus profesiones o en su vida, se identifican conmigo.

-¿Le costó mantener esa independencia creativa?

-La cuestión creativa está en uno y en su sentimiento. Por eso decidí aventurarme y crear un sello independiente, para grabar lo que quisiera sin conflictos con nadie. Cuando dependés de una compañía que busca sus propios éxitos, debés compartir ideas de producción con las que quizás no estás de acuerdo. Yo quería hacer las cosas a mi manera, tener un estudio y un sello pequeño para grabar lo que me gustara sin pedir permiso. No lo hice por despecho, pero ser independiente me permitió grabar más discos que en otra compañía, producir a otros artistas y ayudar a mucha gente, algo valioso tanto para ellos como para uno mismo.

-¿Cómo ve el panorama del rock o de la música argentina en este momento?

-La situación económica complica el desarrollo artístico ya que mucha gente prioriza su empleo y salario, y el arte parece un lujo. Es especialmente difícil para músicos jóvenes desconocidos, porque todo resulta costoso, desde el transporte hasta los instrumentos, sobre todo para quienes vienen del interior a Buenos Aires. Yo, gracias a Dios, toco por muchos lados, pero tengo una carrera de medio siglo, entonces siempre tengo algún lugar y gente que me llama. Para los nuevos es más duro.

-¿Cómo ve a la música con las nuevas plataformas?

-Yo creo que este invento de Internet y todo lo que podés hacer es impresionante. Para aprovecharlo realmente hay que ser trabajador y buscar en profundidad. Ofrece acceso a música, literatura o cine, incluso de artistas difíciles de encontrar o sin dinero para comprar sus discos.

-De los artistas jóvenes, ¿hay alguno que lo esté sorprendiendo?

-Escucho todo lo posible para estar al tanto de lo que sucede en el ambiente. De lo nuevo me gustan Ca7riel y Paco Amoroso. Trabajan con un trío o cuarteto de músicos excelentes, con arreglos, líneas melódicas e improvisaciones, algo que muchos artistas del género no tienen. Hay buenos raperos pero sin base armónica ni desarrollo melódico, lo que me aburre. En cambio, estos dos me parecen muy buenos y disfruto mucho su propuesta.

 

 

-Usted tiene más de cien discos, ¿qué lo sigue motivando a hacer música?

-La misma cosa que ha sido el punto de partida. No es que vos digas ‘hoy estoy cansado, no quiero tocar’; no existe en el pensamiento de un músico eso. Yo he andado por nuestro país, lo he recorrido cuatro, cinco, seis veces en mi vida, y sin embargo, ahora empecé a hacerlo de nuevo, después de que estuve un año mal porque me fracturé el húmero y la rótula. Pasé un año sin tocar y tuve que hacer quiropraxia, y la sigo haciendo porque la rótula todavía no la doblo entera.

-Por último, ¿el rock nacional sigue presente?

-Yo creo que la música está ahí siempre. Hay épocas que, por una película, un programa o algo, surge de nuevo, pero en realidad esta música siempre la graban, la tocan y la pasan por muchos lados. Lo que ocurre es que mientras más pasa el tiempo queda más en el registro la idea de  que es como un clásico, pero no, está siempre.

Litto Nebbia sigue viviendo de canciones. Continúa componiendo, grabando y produciendo como si cada proyecto fuera el primero. Su estudio es un lugar donde se cruzan generaciones y estilos musicales. Está claro el por qué de que su obra no envejezca. No sólo no se detiene sino que siempre le da un nuevo aire, como ocurrirá con su disco ‘Melopea’, este mes, en La Trastienda.