Finalmente pasaron los comicios nacionales de renovación legislativa que durante meses hicieron correr litros de saliva y de tinta. Con los resultados provisorios de casi el 100% de los sufragios podemos efectuar un análisis que “prima facie” nos indicará que el gobierno de Javier Milei superó una prueba de fuego a nivel de su capacidad de gobernabilidad ya que las listas oficiales, conformadas por La Libertad Avanza en alianza con el PRO de Mauricio Macri fueron las más votadas y primera minoría en todo el país, incluyendo la sorpresa no menor de haberse impuesto por alrededor de un punto porcentual sobre Fuerza Patria y el peronismo gobernante en la provincia de Buenos Aires, que hace poco más de un mes había ratificado su liderazgo local.
POCA PARTICIPACION
Sin embargo, volvemos a señalar desde esta columna algo que consideramos de relevancia institucional y que se refiere a la creciente abstención electoral, es decir, la tendencia de una buena porción de ciudadanos que elige no asistir a la convocatoria comicial refugiándose en una indiferencia que oculta una impugnación al sistema político en general.
Ya se había advertido en anteriores turnos electorales sobre todo en comicios provinciales que la concurrencia era significativamente menor que la media histórica. Es una señal sin dudas, a la que habría que poner atención y la dirigencia política en general parece no tener en cuenta a pesar de su reiteración y su tendencia ascendente.
Si nos ocupamos de estas elecciones en particular, se advierte que de 35 millones de personas habilitadas para votar alrededor de 12 millones prefirieron no hacerlo, lo que representa un tercio del total del padrón.
El gobierno de Milei y sus aliados celebra el 40% obtenido respecto de los votos emitidos afirmativos válidos, y hace bien en apoyarse en ese dato que le brinda una pátina de legitimidad y fortaleza que le asegura algún margen gobernabilidad.
Pero al hacerlo elige no decir toda la verdad, que como sabemos es la realidad. Y la realidad de los números fríos es que si se toma en cuenta el total del padrón es decir el 100% de la ciudadanía habilitada para votar, su porcentaje de adhesiones se reduce a alrededor del 27%, es decir un número más realista y aproximado a lo que fueron sus anteriores performances electorales previas al balotaje de 2023, que rondaron siempre el 29 o 30% y eso contrasta con la narrativa que el propio gobierno intenta imponer en cuanto a la irreversibilidad del cambio, y que su “batalla cultural” es “para siempre” lo cual se asemeja demasiado peligrosamente al relato que por lo general todos los oficialismos de los más variados colores e ideologías procuran imponer en la discusión pública.
CAMBIO DE EPOCA
Un cambio inexorable y definitivo, casi revolucionario, como argumentan los voceros y escribas del régimen, no puede apoyarse en una modesta tercera parte de la sociedad. Un cambio de época suele ser acompañado de pautas culturales nuevas, de modificaciones conductuales, de un nuevo sentido común y eso sólo puede asentarse en mayorías abrumadoras que no parecen advertirse afortunadamente al menos por ahora en la sociedad argentina.
Harían mal Milei y sus aliados (lo sean por convicción o por conveniencia) si se convencieran de que la sociedad les dio la razón y les otorgó un cheque en blanco. Quizás lo más acertado sería reconocer que el electorado o buena parte del mismo le dio un respaldo tal vez más fundado en el rechazo a volver para atrás en un momento de incertidumbre y zozobra en lo económico y empobrecido política y conceptualmente al plantearse nuevamente una dicotomía binaria que invisibilizó cualquier propuesta política orientada a despolarizar el debate.
Así quedaron descartadas por el público las dispersas ofertas electorales autodenominadas “centristas”, las que por lo general acompañaron con tenues variantes desde el Poder legislativo propuestas del gobierno de Milei (en política nadie elige la copia si tiene a disposición el original) y la siempre consecuente y tampoco unificada izquierda vernácula que si no puede hacer la revolución se contenta con algún escaño más que le permita engrosar su flaca representación.
MIRANDO HACIA EL 2027
Termino. Si evitamos los análisis extremos que pretenden imponer las partes interesadas llegaremos a la conclusión de lo estable y previsible del voto de la sociedad argentina sobre todo del sector moderado no peronista (por no decir antiperonista que suena más intenso) de la región central y grandes centros urbanos que consecuentemente elige la opción que evite que el peronismo vuelva a gobernar luego de su reciente última y traumática experiencia.
Así también si se tiene en cuenta la reiteración de bajos porcentajes de votación en un país con sufragio obligatorio desde la Ley Saénz Peña y la Reforma Constitucional de 1994, la oposición peronista o aquella dispuesta a despolarizar el debate debería pensar en una estrategia que le permita ir a buscar a su casa al elector abstencionista, convencerlo, seducirlo, movilizarlo.
El que lo consiga, oficialista u opositor del actual gobierno tendrá posibilidades de ser gobierno en 2027 ya que los números crudos indican que son la primera minoría de la clientela electoral.