Libros

Memorias literarias de una bruja

Yo, Tituba, la bruja negra de Salem

Por Maryse Condé

Impedimenta. 298 páginas

Los juicios a las “brujas de Salem” de fines del siglo XVII dieron mucha tela para cortar. Abastecieron a la cultura, la historiografía, la política, la contienda ideológica de la “guerra fría” y ciertamente a la literatura, que abordó el episodio como símbolo o anticipo de procesos posteriores en épocas y contextos muy diferentes.

Esta novela de la antillana Maryse Condé (Pointe-a-Pitre, Guadalupe, 1937) se inscribe con todo derecho en esa tradición. Su protagonista absoluta grita desde el título: Yo, Tituba, la bruja negra de Salem. La autora le confiere a ella la narración en primera persona de su imaginaria peripecia vital, cubriendo el enorme espacio vacío que dejó su paso por la historia documentada, que apenas registró en dos líneas su papel en los procesos de Massachusetts.

En estas páginas Tituba, esclava y analfabeta, se revela como una narradora hábil. Sabe manejar el suspenso, recrea anécdotas significativas, presenta diálogos elocuentes y se permite raptos de lirismo y un uso adecuado de bellas imágenes y metáforas.

Nacida como fruto de una violación en un buque esclavista, sometida desde niña a todo tipo de violencias, hija bastarda y pronto húerfana, Tituba creció en la comunidad inglesa de la isla antillana de Barbados. Si en ese entorno consiguió soportar la esclavitud y el constante desprecio de los “blancos” fue por su temperamento sensual y enamoradizo y por las enseñanzas recibidas de una curandera en comunicación con el inframundo. En el relato de Tituba esos “poderes” se emplean para hacer el bien; más que “bruja” la muchacha se considera una protectora de enfermos y débiles. Para ello cuenta con la ayuda de los “invisibles”, las almas de familiares muertos de manera injusta que la guían y aconsejan desde ultratumba.

La novela, dividida en dos partes y un epílogo fantástico, alterna entre la etapa antillana y la de Massachusetts, adonde Tituba y su esposo arriban comprados por el implacable pastor puritano Samuel Parris. Los procesos de Salem se cuentan desde su punto de vista, que no ahorra críticas a las hipocresías, traiciones y maldades cometidas por sus jueces desalmados. Para esta imaginaria Tituba el cristianismo es una mentira. El judaísmo, en cambio, sale mejor parado, toda vez que desempeñará un transitorio papel liberador en su angustiosa existencia.

Esta novela fue la segunda que publicó Condé (la edición original es de 1986). Sus temas son como una antología de los que hoy esgrimen, potenciados, los cultores del progresismo políticamente correcto y cancelador. Antirracismo, feminismo, anticristianismo, indigenismo, primitivismo. Para suerte de los lectores, el libro no es un panfleto. Condé, candidata este año al Premio Booker y distinguida en 2018 con un Nobel alternativo, prefirió la literatura al manifiesto: en sus páginas conmueven más los destinos de los personajes, tristes y sufridos, que las ideas que cada tanto pone en sus labios.