La semana nos dejó pinceladas de realismo mágico. El presidente Javier Milei presentó su nuevo libro en el Movistar Arena, vestido con los cueros del rock y haciendo gala de una voz que no nació para el show. Una multitud celebró a rabiar el despliegue que sobre el escenario a otros les provocó vergüenza ajena.
En las horas previas hormiguearon por las calles de Villa Crespo centenares de militantes con las remeras rojo punzó. Entusiasmados, marchaban a paso redoblado rumbo al estadio en un desborde de ansiedad, ilusión y selfies. Marchaban detrás de los estandartes de las Fuerzas del Cielo, estandartes que remiten a las legiones del Imperio Romano pero también a las juventudes hitlerianas.
Las redes sociales trajeron imágenes y comentarios. No deja de ser curioso en términos políticos y sociales el fenómeno libertario. Una masa de jóvenes convocados por un proyecto que busca cambiarlo todo de raíz, de una vez y para siempre, autopercibidos como hombres y mujeres de la derecha católica pero conducidos por un líder converso al judaísmo que practica el rito y entona sus canciones. ¿Cómo es que cuaja este vínculo?
A semanas de las elecciones legislativas a nivel nacional, Milei tuvo que redoblar su presencia en la arena política para paliar el mal trago que le generó la deserción de José Luis Espert, quien debió bajarse de la lista bonaerense tras ser acusado de tener vínculos con un empresario allegado al narcotráfico.
Lo que digan las páginas de La construcción del milagro, el nuevo libro del presidente, es casi irrelevante. Sirve, a manera de estrategia, para condimentar una carrera electoral en la cual el oficialismo viene golpeado. No sólo quedó maltrecho por la derrota en tierras bonaerenses a manos de Axel Kicillof, sino y sobre todo lo afecta llegar a las urnas con un escenario económico agrietado.
Mientras Milei cantaba sobre el escenario del Movistar Arena y los militantes encendían las luces de sus celulares en una simpática coreografía, en Washington el ministro de Economía, Luis Toto Caputo, ponía en juego sus artes de encantador de serpientes para terminar de sellar el préstamo de u$s 20.000 millones que le permitirá al Gobierno mantenerse a flote.
SALVAVIDAS
La economía cruje, rechina. Se profundiza la incertidumbre. El fulbito para la tribuna que ensaya el Gobierno en el campo electoral no alcanza para distraer a los inversores y hombres de negocios. Con la mirada puesta al norte, esperaron ansiosos la noticia de la confirmación del swap por con el Tesoro norteamericano.
La reacción fue hilarante.
En las redes sociales los economistas argentinos desempolvaron la viveza criolla, ese rasgo cultural que tan poco bien nos ha hecho. Se mofaron abiertamente de la maniobra mediante la cual el Tesoro estadounidense compró pesos para inyectar dólares en el circuito local y así abastecer la demanda.
Se rieron de que una entidad extranjera interviniera de alguna forma en la plaza local, porque el Tesoro nacional está exhausto y no tiene dólares. Se mostraron pícaros y ocurrentes en los comentarios -”Van a pesificar Estados Unidos”, dijeron-, como siempre, pero no se preguntaron algo clave: ¿qué vamos a entregar a cambio de tanta gentileza?
RECLAMOS
El equipo económico puso todo su énfasis en los casi dos años de gestión en recortar el gasto público, alcanzar el superávit fiscal y así sofocar el proceso inflacionario. Lo dice el manual y siguieron sus páginas al pie de la letra. A la sombra prosperó el negocio financiero, el plazo fijo con tasas altas, el rulo con el dólar, las acciones y bonos. Pero la economía del doble click no es para todos ni genera empleo.
Tras la euforia inicial, el sector productivo elevó sus quejas. El crédito oneroso, las políticas que estrangulan el consumo interno y la apertura de las importaciones –como ya lo hemos visto tantas veces en nuestra historia- terminaron por construir una realidad letal. Según datos del Grupo Atenas, dirigido por la economista Silvina Batakis, 16.322 empresas cerraron entre diciembre de 2023 y junio de 2025 y se perdieron 236.139 empleos formales.
Las máquinas están paradas, todos se quejan. En la semana, los textiles agrupados en la Fundación ProTejer, un sector beneficiado durante el kirchnerismo y al cual Milei acusó de “cazar en el zoológico”, llevaron adelante su reunión anual en el Teatro Roma de Avellaneda. El escenario escogido no es casual: la provincia de Buenos Aires es territorio amigo, lugar adonde intenta replicarse el modelo K que se ensayó a nivel nacional durante los gobiernos de Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Alberto Fernández.
“El modelo económico prioriza la estabilidad inflacionaria por sobre la producción, el empleo y el tejido social”, acusaron los textiles en un evento al que, era previsible, asistió también el gobernador Axel Kicillof. Los dirigentes afirmaron que “el impacto de la prolongada crisis no es sólo transitorio sino que empieza a dejar huellas estructurales”.
La disertación de la economista Marina Dal Poggetto atrapó toda la atención. “La macro, la micro y la gobernabilidad van de la mano –aseguró-. No son agendas separadas. Si no, aparecen los problemas”. La directora de EcoGo recalcó que “abriste la economía con un tipo de cambio atrasado y con una productividad sistémica muy deteriorada. Las reglas del juego siguen siendo las mismas en términos de déficit de infraestructura, estructura tributaria y estructura laboral”.
No sólo los empresarios tienen el gesto adusto. El humor social ya no es el de antes y hay una franja considerable que ha perdido ese bien intangible tan preciado para todos los gobiernos: la paciencia. Por eso vemos por estos días situaciones que antes, pese al ajuste feroz, no ocurrían. Cada vez que aparece el presidente, rodeado de sus militantes, se contrapone una movilización que reclama por los daños colaterales del programa. Ocurrió en Villa Crespo y también en Mar del Plata. Todo en apenas un par de días.
La economía hace rato ya que no crea empleo genuino. No cabe achacarle este flagelo sólo a la gestión Milei. El trabajo mayormente disponible está en el renglón del cuentapropismo, bajo la inefable figura del Monotributo, o bien en la informalidad, sin aportes de ningún tipo. El fenómeno, que tiñe de oscuro el horizonte de los jóvenes, se replica en toda la República.
En las grandes urbes la angustia se deja ver mucho más que antes. Cualquier hijo de vecino que tome el tren o el subte sabe de lo que estamos hablando. Una galería de vendedores ambulantes y personas en estado marginal desfilan cada jornada. Algunos han perdido ya los estribos y reaccionan ante la falta de ventas. “¿Qué pasa? ¿No se usa más ayudar a los pibes que trabajan? Es mejor darle la plata a las grandes empresas como Mcdonald's, ¿no?", inquiere un vendedor de sahumerios ante los pasajeros que lo miran indolentes, o ni siquiera lo miran. Detrás llega el jubilado que gana la mínima y que, resignado, arrastra una valija y ofrece lapiceras -3 por 1.000 pesos- para llegar a fin de mes. Nadie le compra.
LO QUE VIENE
Es un albur pensar en la Argentina del 2026. Imposible proyectar en qué condiciones llegaremos a diciembre. Del resultado de las elecciones legislativas depende que el Gobierno pueda llevar adelante su plan de reformas estructurales –aunque a esta altura ya todos creen que eso no será posible-. Al menos el swap con Estados Unidos permitirá llevar calma a la plaza cambiaria.
La incógnita igual es enorme. Se sabe, la Argentina en su dinámica autodestructiva podría liquidar el acuerdo con Washington en un pestañeo, comérselo entre dos pancitos. Todo por acá es efímero.
Como dijo Dal Poggetto, “cuando me preguntan cuál va a ser el tipo de cambio en febrero, en marzo del año que viene, yo repregunto a los politólogos: ¿y cuál es la gobernabilidad? ¿cómo se arma la gobernabilidad después del resultado de la elección que vamos a tener a fines de octubre?”
Por lo pronto, en la semana se dieron a conocer los datos del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, sobre el promedio de las cifras elaboradas por 30 consultoras. El documento revela que la inflación se mantendría en torno al 2% mensual –redondeando casi 30% en el año-, mientras que el dólar subiría a $ 1.589 en enero de 2026. Todo esto está agarradito con alfileres.
El último informe lanzado por World Security Report, en tanto, recalca que “la inestabilidad económica se espera que sea la principal preocupación en Argentina, con un 44% de líderes de seguridad que predicen que impactará en las operaciones empresariales, un aumento significativo frente al 36% del año pasado”. El promedio regional es de 41% en América Latina.
Así estamos, andando como siempre rumbo a nuestro impredecible futuro. En el camino pasan el rockero Milei, los libertarios rojo punzó, el kirchnerismo agazapado, el empresario quejoso, el titiritero de turno en Washington, la avanzada narco y los argentinos y argentinas que, por ahora, todo lo soportan.
Al periodismo le queda la misión sagrada de registrar estos tiempos. No vaya a ser que suframos el destino de Macondo, arrasado por “la cólera del huracán bíblico”. Sería una pena que las generaciones futuras del mundo se pierdan de conocer las desventuras de la Argentina, esa civilización tan divertida como siniestra.