Opinión
A 43 años de la Gesta

Los verdaderos “chicos de la guerra”

A 43 años del fin de la Gesta de Malvinas se sigue hablando -falsamente- de “los chicos de la guerra” argentinos en el conflicto de Malvinas. Falsamente, porque tenían 18 y 19 años, la edad de los combatientes de todas las guerras de la historia de la humanidad. Pero los verdaderos “chicos de la guerra” fueron protagonistas en el conflicto entre Irán e Irak: la contienda más larga del siglo XX.

En la segunda mitad de la década del 80, viajé varias veces a cubrir ese conflicto, enviado por el diario Ambito Financiero. Y esas imágenes recorrían el mundo. Niños iraníes preparándose para tomar por asalto las líneas iraquíes, vistiendo uniformes varias tallas mayores y vinchas rojas con letras blancas que rezaban: “Alá es el más grande”. Fueron el símbolo del horror y la perversidad en la guerra entre esos dos países musulmanes.

Es cierto que el régimen iraquí de Saddam Hussein también enrolaba a adolescentes de 16 y 17 años para compensar sus bajas, pero no lo hacía en forma sistemática. En cambio el uso de niños-soldados por parte de Irán era particularmente escandaloso debido a su escala masiva y al hecho que, durante prácticamente toda la guerra, niños desde los doce años fueron usados como mera carne de cañón.

El Basij, la milicia de reserva, en 1982 tenía 150 mil integrantes, un tercio de los cuales eran de la edad en que generalmente se hace la conscripción. Las restantes dos terceras partes eran niños. Los adultos se ocupaban de custodiar áreas sensibles o eran incorporados a unidades de abastecimiento y de instrucción. En tanto que los niños iban directamente a las unidades de combate.

RECLUTACION

Comenzando en la escuela primaria, los “docentes” reclutados por el régimen enseñaban a los niños las virtudes de convertirse en kamikazes. Esta campaña propagandística cobraba mayor impulso en el secundario. Y a la edad de 12 a los niños se los invitaba a formar parte de las milicias voluntarias. Durante dos semanas se les daba un entrenamiento básico y luego se los mandaba al frente por un par de meses, lo suficiente para participar de una ofensiva.

A partir de 1985 el periodo inicial de entrenamiento fue alargado a tres semanas. Una vez en el frente, eran supervisados por un imán y recibían más entrenamiento. La mayoría estaba equipada con unas pocas granadas: sólo a los mayores y más habilidosos se les daba un fusil o una ametralladora. En las vísperas del ataque, tatuaban las manos de los niños para simbolizar la unión con Alá, en vista de un probable martirio. Y para insuflarles más coraje, los comandantes les entregaban a todos una llave dorada de plástico, que supuestamente les abriría las puertas del paraíso.

El régimen había fabricado más de un millón de estas llaves. Dado que su paso por el frente era tan breve, a los jovenes voluntarios ni siquiera se les daba una chapita con el nombre, para identificar sus cuerpos si eran muertos. Se suponía que estos niños debían ser un ejemplo para los soldados adultos. Después de un periodo inicial en el frente, los devolvían a la escuela secundaria hasta la próxima gran ofensiva o las vacaciones siguientes, durante las cuales los mandaban de nuevo al frente. Ese sistema se repetía hasta que los niños eran muertos o habían crecido lo suficiente para ser asignados a una división de la Guardia Revolucionaria. El objetivo principal del Ministerio de Educación iraquí ya no era la enseñanza, sino la movilización de niños para sumar al esfuerzo bélico. Todo estaba enfocado a ello y los maestros que se oponían eran sancionados.

MOVILIZACION DE NIÑOS

La movilización de los niños se intensificó a partir de las grandes ofensivas de 1985 y 1986. Los Basijis llegaron a conformar el 20 por ciento de las tropas iraníes empeñadas, y en determinados periodos fueron aún más numerosos. Por ejemplo, el ministro de la Guardia Revolucionaria reconoció que el 57 por ciento de los combatientes involucrados en la toma de las isla Majnoon eran niños. Diez mil de ellos fueron muertos o heridos durante la batalla.

Akbar Rafsanjani, comandante en jefe durante la guerra, y quien luego sería presidente iraní, uno de los acusados por el atentado a la mutual AMIA cometido en la Argentina en 1994, solemnemente invitaba a todos los niños de 12 años en adelante a participar de la guerra. Y el Ayatola Jomeini se reunía regularmente con niños, arengándolos y prometiéndoles un lugar privilegiado en el paraíso. Cuando llegué por primera vez a Irak, en 1986, ya 300.000 Basijis habían entrado en combate. Y un millón habían recibido entrenamiento militar. Para ciertas operaciones los mandos iraníes podían movilizar hasta 200 mil Basijis, es decir el 30 por ciento del total de fuerzas armadas.

En el sector iraquí de Basora, que visité, me contaban que la Guardia Revolucionaria y el ejército regular iraní nunca atacaban sin haber sido primero precedidos, por lo menos, por tres oleadas de niños voluntarios. Y no se necesitaba el consentimiento de los padres para enrolar a sus hijos. El gobierno manipulaba astutamente los distintos motivos que tenían los jóvenes para alistarse -fanatismo religioso, patriotismo, aventurerismo, oportunismo- para dirigir a los niños hacia distintos tipos específicos de misiones.

Los místicos y fanáticos religiosos, generalmente eran elegidos para misiones suicidas, particularmente las que requerían avanzar de noche, desarmados, llevando solamente las “llaves del paraíso” y un ejemplar del Corán. mientras cruzaban los campos minados iraquíes para hacer estallar las minas pisándolas y abrirle así el camino a la Guardia Revolucionaria.

Los patriotas eran utilizados para misiones más complejas de infiltración. Los demás eran aprovechados como infantería ligera para sorprender y hostigar al enemigo. Los soldados iraquíes se asombraron ante la vista de niños que avanzaban velozmente hacia sus líneas en bicicletas, semi escondidos en la polvareda que levantaban, y que luego les arrojaban granadas.

Uno de los oficiales iraquies, en Shatt al Arab, me describía así uno de estos episodios: “Cantaban ´Alá es grande´ y seguían viniendo, y nosotros seguíamos tirando. La primera vez que tuvimos a esos niños iraníes sobre bicicletas pedaleando hacia nosotros, mis hombres comenzaron a reírse. Pero cuando esos niños comenzaron a tirarnos granadas de mano, dejamos de reír, para empezar a tirarles”.

La tasa de bajas de estos niños-soldados era extremadamente alta, aunque no hay registro de ella, porque eran solamente considerados como auxiliares a tiempo incompleto. Pero de acuerdo a estimaciones relativamente confiables, por lo menos 80 mil de estos niños iraníes fueron muertos y otros tantos quedaron mutilados. La peor cara de la guerra.