Por sí algunos de los que leen esta columna no lo saben, soy médico oftalmólogo. Como tal, tengo la costumbre de mirar a los ojos en busca de anormalidades. Por tal razón no puedo ver una película y disfrutarla como todos los demás mortales, porque noto algunos detalles que otros (que no sean colegas) no perciben.
Por ejemplo, no puedo ver morir a alguien en una película sin esperar que se dilaten las pupilas. Para aquellos que lo desconocen, cuando cesa la circulación se pierde el impulso nervioso que contrae al músculo encargado de regular la entrada de luz, y la pupila se dilata inmediatamente.
Cuando Hitchcock estrenó ‘Psicosis’ en 1960, se usó para promover la película una imagen de la actriz Janet Leigh, que representaba el papel de la fugitiva Marion Crane después de ser asesinada. Ella cae, y se ve claramente que la pupila sigue contraída.
La película fue estrenada y fue un éxito (aunque en muchas partes del mundo fueron censurados algunos fragmentos, especialmente por el travestismo de Mr. Bates).
Sin embargo, para los oftalmólogos este detalle no pasó desapercibido y fueron varios los médicos que le escribieron al famoso director sugiriéndole que, si quería ser más convincente, las pupilas deberían dilatarse (Cosa que es bastante difícil de hacer y, aún hoy, en el siglo XXI, muchos directores siguen cayendo en el mismo error).
Pero vamos al tema que nos convoca: directores de cine que ven con un ojo –uso la palabra cíclope como un gancho literario, aunque en realidad, de los seis directores que voy a hablar, todos se caracterizaban por usar un parche sobre un solo ojo, como los piratas. Lo curioso es que, en algunos casos, alternaban el ojo visor por razones oftalmológicas y, a veces, porque era “cool” lucir como un corsario.
John Ford (1894-1973)
El más conocido de ellos era John Ford," hacedor de westerns", como le gustaba definirse (así lo hizo durante la caza de brujas comunistas del senador Joseph McCarthy).
Ford dirigió (y a veces actuó) más de 140 películas a lo largo de 50 años, ganando 4 premios Óscar a la mejor dirección (récord aún vigente). Durante la Segunda Guerra fue jefe de la Unidad Cinematográfica de la Armada estadounidense y hasta resultó herido en la batalla de Midway.
Entre sus películas se destacan Arrowsmith (1931), La patrulla perdida (1934), El delator (1935), La diligencia (1939) y Las uvas de la ira (1940).
Todos lo recuerdan con un parche en el ojo, pero nunca quedó claro por qué lo lucía en forma alternada: a veces en el ojo derecho, otras en el izquierdo. Esta alternancia hizo sospechar a los desconfiados que nunca faltan que lo hacía para lucir un aire exótico, digamos, piratesco.
Pero no. Resulta que John Ford se operó el ojo izquierdo de cataratas hacia 1950. Como la falta de cristalino unilateral le molestaba ocasionándole visión doble, decidió no operarse el otro ojo y usar un parche que cambiaba de ojo según el día.
Alguna versiones dicen que está molestia se debía a qué se sacó el parche quirúrgico antes de tiempo. Como profesional, le digo: suena poco plausible.
Fritz Lang (1890-1976)
Antes de Ford, el director austriaco Fritz Lang, aquel de Metrópolis (1927), ya usaba parche.
Durante la Primera Guerra Mundial, siendo oficial de Caballería, sufrió una lesión del ojo derecho (dicen que se golpeó con una rama). En algunas fotos se lo ve con monóculo, pero cuando se instaló en Estados Unidos y comenzó su carrera como director del llamado “Cine Negro”, ya usaba un parche en forma constante.
Raoul Walsh (1887-1980)
Otro director tuerto fue Raoul Walsh, norteamericano que comenzó su carrera con D.W. Griffith, el creador de El nacimiento de una nación, donde encarnó el papel de John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln.
Entre sus películas se destacan El ladrón de Bagdad (1924) y Murieron con las botas puestas (1941), sobre el general Custer, protagonizada por Errol Flynn.
En 1928, mientras filmaba In Old Arizona, sufrió un accidente de automóvil, perdió el ojo y eligió usar un parche. Desde entonces lo apodaron “el bandido tuerto”.
Nicholas Ray (1911-1979)
Nicholas Ray, también norteamericano, comenzó a trabajar con Elia Kazan, célebre director greco-estadounidense (3 Óscars y 4 Globos de Oro).
Ray fue el director de la célebre película Rebelde sin causa (1955), que lanzó a la fama a James Dean, y también de 55 días en Pekín (1963), sobre la revolución bóxer en China, con un elenco estelar (Ava Gardner, David Niven, Charles Haston).
Alcohólico, adicto a las anfetaminas, sufrió una embolia de la artería central de la retina. Como aun así tenía diplopía, prefirió usar un parche. Tiempo después tuvo un infarto, pero finalmente murió por un cáncer de pulmón, casi en la miseria.
Sam Fuller (1912-1997)
Sam Fuller tuvo una notable carrera como oficial en la Segunda Guerra Mundial, donde fue condecorado varias veces. En su película Un rojo, división de choque (1980) relató en parte sus experiencias en combate.
Tuvo tantos problemas por su película White Dog (1982), donde toca el tema del racismo, que prefirió continuar su carrera en Francia.
Durante la guerra, una granada explotó cerca y las esquirlas le dañaron el globo ocular; desde entonces usó un parche sobre el ojo derecho.
André de Toth (1913-2002)
Por último, el director húngaro Sasvári Farkasfalvi Tóthfalusi Antal Mihály Tóth Endre, más conocido como André de Toth, perdió el ojo izquierdo a muy temprana edad debido a una enfermedad de Coats (una vasculitis), aunque otras versiones dicen que fue por un traumatismo
Su película más recordada fue Pacto de honor (1955), que lanzó a la fama a Kirk Douglas.
Estando en Egipto fue confundido con Moshe Dayan, el célebre general israelí que había perdido el ojo izquierdo cuando servía en el ejército británico. Dayan sufrió un impacto en los binoculares por parte de un francotirador francés (eran tropas francesas que respondían al gobierno de Vichy). La deformación fue tal que optó por usar el parche que lo distinguía.
En el caso de De Toth, debió mostrar a sus captores que no era el general israelí y que no era judío, razón por la que fue liberado y pudo continuar con su carrera.
Curiosamente, y a pesar de ver con un solo ojo, De Toth hizo la primera película en color que combinó la tecnología de sonido estéreo con el 3D: House of Wax (1953), protagonizada por Vincent Prince.
Como vemos, la monocularidad no ha sido un impedimento para los directores de cine, quienes –como los pintores– se empeñan en mostrar un mundo de tres dimensiones en un plano. Hecha la excepción de André de Toth, que hizo el camino inverso.