Política

Los que suponen que al Papa "no le da el cuero" para venir

La semana próxima, el Papa Francisco recibirá en la santa Sede a los miembros de la Comisión Episcopal Argentina que preside monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro. A pocos días de la gira del Pontífice por Chile y Perú, el extenso encuentro que, aparte de conversaciones específicas, incluirá la concelebración de una misa en la residencia papal de Santa Marta y una audiencia en el Palacio Apostólico, se ocupará sin duda de un balance de aquel periplo y de sus reflejos en la Argentina.

Al concluir la visita del Papa a Chile, el episcopado argentino recomendó a la sociedad que, más que " las crónicas de los periódicos, que aparentemente pretenden oscurecer lo que ha acontecido realmente", leyeran los mensajes del Pontífice durante su gira.

Evidentemente, monseñor Ojea, su inspirador, no criticaba en ese texto a todos los medios, sino a algunos que pretendieron quitarle relieve al viaje de Bergoglio. "Yo recuerdo haber estado en un lugar alto y haber visto esa multitud, donde no cabía un alfiler. Es imposible juntar esas multitudes sin la fe y sin lo que suscita el carisma del Papa", señaló Ojea. Y agregó: "Es importante que yo se los diga: el viaje a Chile fue una fiesta; una fiesta del pueblo".

Para un reconocido columnista de un medio importante del país, en cambio, "la foto raleada de gente de la misa en Lobito es la imagen de la visita. El Papa aspiraba a que fuera una multitud. No lo consiguió".

La visión directa versus la foto: resulta indudable que hay una tensión entre ciertos medios de comunicación (y ciertos sectores) y el Papa.

¿EL PAPA TIENE MIEDO?

Ese mismo comentarista consideró "un destrato" del Pontífice no visitar Argentina estando tan cerca, a ese habría sumado otro: "el de enviarnos un saludo de computadora y en inglés sin siquiera un párrafo dedicado a nosotros". El mismo texto atribuye al Papa, "oficiar de Perón" y recibir a kirchneristas y antikirchneristas (como si el universo cupiera en esas dos categorías) y decirles "a todos lo mismo pero al revés". Tras esa catilinaria, el columnista afirma que el Papa, que "anduvo cerca y decidió no venir", no viaja a su país porque tiene miedo de que "aquí le pase lo mismo" que, según él, le ocurrió en Chile.

Esa alusión al presunto temor de Bergoglio evoca a los memoriosos una frase del general Alejandro Lanusse, presidente del gobierno militar que reinaba a principios de los años setenta, cuando, desafiante, aseguró que Juan Perón no volvía a la Argentina "porque no le da el cuero". Perón no tardó en desmentirlo prácticamente (y allí las ilusiones electorales de Lanusse se evaporaron).

LAS INQUINAS

Por cierto, no todos los analistas comparten la inquina antibergogliana. Joaquín Morales Solá, en La Nación, observó el fenómeno: "Algunos amigos de Mauricio Macri (y otros críticos del Papa) -escribió- dicen en estos días que Francisco no viene a la Argentina porque no lo quiere al presidente argentino. No le hacen un favor a Macri (...) ¿Para qué le agregan una suposición negativa a datos adversos que son comprobables? (...) Dejemos al Presidente con sus problemas locales. El problema nuevo que tiene Macri -tiene también otros que ya son conocidos- es que las últimas mediciones le han sido adversas...".

El Presidente no se da por aludido con las interpretaciones antibergoglianos de muchos de sus seguidores y su jefe de gabinete, Marcos Peña, asegura que no existe ninguna razón política para que el Papa no visite la Argentina. Ya veremos.

En cualquier caso, Morales Solá, que sin duda simpatiza con el gobierno pero conversa periódicamente con Bergoglio, observa: "El diputado de Cambiemos Fernando Iglesias, escribió una nota haciendo suyos todos los prejuicios que existen contra el papa Francisco. (...) ¿Cómo le explicarán a la Iglesia (y al Vaticano) que entre los macristas no hay enemigos del Papa?".

Justamente sobre ese punto había argumentado el obispo Víctor Fernández, rector de la Universidad Católica e intelectualmente muy cercano a Bergoglio, en una nota que publicó días atrás en La Nación. Martínez alude a "afirmaciones periodísticas sobre el Papa plagadas de imaginación" y a una "llamativa andanada de notas, todas dedicadas a atribuirle a Francisco ciertas intenciones políticas". Comenta el obispo: " Si uno leyera este hecho con la misma imaginación, podría deducir que hay un plan organizado de desprestigio. Pero es más adecuado pensar con la mente en frío y otorgar el beneficio de la duda". Es decir, más adecuado que pensar que "hay" un plan organizado, es suponer que "quizás hay" un plan organizado.

LA HUELLA DE VERBITSKY

No sería la primera vez que Bergoglio es blanco de operaciones adversas. Antes de los concilios de 2005 (en el que fue consagrado Benedicto XVI mientras el argentino apareció como un candidato muy respaldado) y del de 2013, en el que se convirtió en Papa, circularon en la Iglesia artículos periodísticos escritos por Horacio Verbitsky que le imputaban al obispo argentino actitudes de colaboración con la dictadura militar y procuraban erosionar su creciente prestigio en el seno de la Iglesia mundial.

La prensa local terminaba siendo un instrumento en los juegos de resistencia que se daban, en el seno de la Curia romana, a la consagración de un obispo "de la periferia".

En estos días puede estar ocurriendo lo mismo. Así como algunos se oponen aquí a Bergoglio como una manifestación de resistencia al peronismo, a los movimientos sociales y a las estructuras del movimiento obrero, en el epicentro de la Iglesia, en Roma, se cocinan complots destinados a obstruir y paralizar las reformas que impulsa el Papa.

SEPTIMO CIELO

Esta misma semana, en Settimo Cielo, el espacio que edita un afamado vaticanólogo (antibergogliano), Sandro Magister, en la revista romana L"Espresso, se publicó una "respuesta a la declaración de la Comisión Permanente del Episcopado Argentino con ocasión del viaje del Papa a Chile y Perú", cuyo autor -según Magister- está "necesitado de recurrir al anonimato". ¿Un autor clandestino? Ni más ni menos: otro recurso para sostener que la larga mano de Bergoglio es implacable. El texto lo explicita: "Quienes lo conocieron de cerca en Argentina saben que era más temido que amado. El ninguneo es en él un arte, un modo de vida y una herramienta de dominio".

El anónimo autor se define como "un argentino, creyente católico romano" que no se siente "representado por esta declaración episcopal" y describe "la conducta de Francisco" como "un proceso de dilapidación, de deconstrucción de la vida de la Iglesia que frustró las mejores expectativas".

La pluma clandestina cuestiona "la asociación de la figura del Papa a personajes vinculados a la degradación cultural y social, a la práctica delictiva sistemática y a ideologías y conductas contrarias a la identidad nacional y a la integridad del bien común (incluso de su soberanía)", lo acusa al "de jugar con ambigüedades" y le imputa "levantar banderas de reivindicación social cuestionables (...) en su expresión y en sus consecuencias, y fomentar la confusión en enseñanzas y prácticas esenciales del Cristianismo, deformando y pretendiendo reconfigurar la esencia de la Iglesia".

El texto tiende así un puente entre las objeciones del conservatismo eclesial, que rechazan las reformas bergoglianas, y el "antipopulismo" de cuño local, con la expectativa de mostrar que el Papa ya no representa "las periferias", (en principio, su propia patria). Retoma ese texto el tema de que Bergoglio "deja una vez más fuera de su itinerario a la tierra que lo vio nacer, habiendo transcurrido ya casi cinco años desde su elección, debe ser una ocasión para una sincera pregunta y reflexión: ¿por qué no viene? No queremos pretextos. Las evasivas no duran para siempre".

BERGOGLIO, DE GAULLE

Los críticos de Bergoglio no deberían considerar "evasivas" las razones que una y otra vez han sido invocadas desde El Vaticano y desde la misma Iglesia argentina. El obispo Víctor Martínez ya señaló hace varios meses, ante otra embestida parecida a la actual, que "la Argentina está pasando por un momento de excesiva polarización y crispación. Y el Papa teme que su presencia pueda ser utilizada para exacerbar aún más esta división".

La ausencia de acuerdos básicos entre las principales fuerzas políticas, la evidencia de una creciente tensión entre el gobierno y el movimiento obrero ratifican hoy sa grieta, que requiere para ser cerrada de convocatorias, que naturalmente deben originarse en el poder político. Por ahora sólo hay gestos puntuales y acotados, a veces acompañados, otras rechazados por la oposición. No se observa (quizás se desvaloriza o se ha descartado) una convocatoria a la unión abarcadora y comprensiva.

En ese marco, la presencia del Papa podría ser asumida como una figura hostil (como de hecho ya ocurre) por un sector extenso del oficialismo y sus alrededores y naturalmente como propia por el peronismo y los sindicatos. Todo ello más allá de la voluntad del Pontífice.

La historia registra algún ejemplo de un fenómeno de esa naturaleza. En 1964, invitado por el gobierno radical de Arturo Illia, llegó a la Argentina el presidente francés, el general Charles De Gaulle. El peronismo, proscripto entonces, llenó las calles de Buenos Aires y de Córdoba, vivando al general francés en nombre de Perón: "De Gaulle, Perón, tercera posición" gritaban las masas movilizadas por el peronismo y los gremios, que se apoderaron de la figura del héroe de la liberación francesa. El gobierno de Illia debió apelar una y otra vez a la represión.

¿Se imaginan los locales que atacan a Bergoglio por demorar su viaje lo que ocurriría si la visita se produjera en el marco de la división? ¿Se imaginan las consecuencias de que el Papa aceptara en estas condiciones los banales desafíos a que "le dé el cuero"?

Como puede colegirse, pese a lo que probablemente quiere creer Marcos Peña, sí hay una razón política para que el Papa postergue aún su viaje. Y ni es un subterfugio, ni depende de él.

Claro está: no podrá postergar su visita a la Argentina eternamente. Bergoglio tratará el asunto con los obispos argentinos la semana próxima.