Opinión
EL RINCON DEL HISTORIADOR

Los granaderos en el Cuartel de la Ranchería

El 16 de marzo de 1812, el Triunvirato con las firmas de Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Bernardino Rivadavia, rubricadas por el secretario Nicolás de Herrera y el sello impreso con las armas reales (“atendiendo a los méritos y servicios de Don. José de San Martín y a sus relevantes conocimientos militares”) le confirió el “empleo efectivo de Teniente Coronel de Caballería, con sueldo de tal desde esta fecha, y comandante del Escuadrón de Granaderos de a Caballo que ha de organizarse”.

Este documento que atesora el Museo Mitre marca el comienzo de la carrera del futuro Libertador en América y es el acta de nacimiento del glorioso Regimiento, que hoy conmemora los 213 años de su creación.

Al día siguiente, San Martín comenzó la organización de los dos escuadrones que contaban a saber: un capitán, dos tenientes, un subteniente, un sargento 1º, tres sargentos 2º, un trompeta, 4 cabos 1º, 4 cabos 2º, setenta soldados montados y seis soldados desmontados.

Mientras integraban la plana mayor el sargento mayor Carlos de Alvear y el sargento mayor José Matías Zapiola, un portaestandarte, un capellán, un cirujano, un trompa de órdenes, un sillero y un herrador. Poco después fue nombrado comandante de la 2ª. Compañía Diego González Balcarce que no aceptó el nombramiento.

De ahí en más, como lo señaló José María Paz, con su autorizada versación: “...hasta que vino el general San Martín, nuestra caballería no merecía ni el nombre, y dotados nuestros hombres de las mejores disposiciones, no prestaban buenos servicios en dicha arma, porque no hubo un jefe capaz de aprovecharlas”.

Y hace poco claramente lo manifestó el presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, Claudio Morales Gorleri: “La cultura del proyecto venció a la de la improvisación”.

Y por si estas opiniones de dos momentos tan lejanos entre sí en el tiempo no fueran suficientes, el mismo San Martín afirmó: “Hasta la época de la formación de este cuerpo, se ignoraba en las Provincias Unidas la importancia de esta arma, y el verdadero modo de emplearla, pues generalmente se la hacía formar en línea con la infantería para utilizar sus fuegos. La acción de San Lorenzo demostró la utilidad del arma blanca en América cuanto por lo general de sus hombres pueden reputarse como los primeros jinetes del mundo”.

Frase esta que recuerda lo que le dijo el general Pack al jefe de los Húsares cuando lo custodiaban en Luján en 1806: “Uds. tienen la mejor caballería del mundo”.

SUBALTERNOS

De todo se tuvo que encargar San Martín en ese primer momento, ya que no contó con el apoyo total de sus dos subalternos. El sargento nayor Carlos de Alvear se vio envuelto en un episodio callejero con un grupo de ingleses, entre los que se encontraba el comerciante británico Diego Winton, que recibió un sablazo en la cabeza; el agresor estuvo desde el 5 al 18 de abril con arresto domiciliario. Por otra parte don José Matías Zapiola, era un oficial de marina, muy preparado en lo suyo, pero al que había que enseñarle las técnicas de caballería cosa que sin duda podemos comprobar a través de su trayectoria que aprendió acabadamente.

El regimiento se alojó en un primer momento en el cuartel de la Ranchería, que ocupaba el solar de la esquina Sudoeste de las actuales calles Perú y Alsina, llamadas en aquella época del Correo y San Francisco. El nombre del lugar proviene de los ranchos que habían construido en ese terreno los indios venidos de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús. En tiempos del Virrey Vértiz, funcionó allí el primer teatro que hubo en Buenos Aires, que apenas duró nueve años ya que el 16 de agosto de 11792 uno de los cohetes disparados desde el atrio de la iglesia de San Juan Bautista del convento de Capuchinas, cuya colocación se celebraba, dio en el humildísimo techo de paja y lo destruyó totalmente.

En ese cuartel se habían alojado las tropas británicas cuando la invasión de 1806, y en los primeros días entre los planes para recuperar la ciudad, el ingeniero Felipe Sentenach había minarlo junto con la Fortaleza y acampar en las afueras unos mil efectivos que acudiría en el momento mismo de la voladura al ataque. También se dijo que éste entró disfrazado al edificio para estudiar los dormitorios de los ingleses e informar a los excavadores, cuando la obra estaba finalizada se produjo la Reconquista.

En la época en que estuvieron los granaderos, en misma manzana estaba instalado hacia el sur el regimiento de artillería, cuyo coronel era el Jefe de Estado Mayor, Francisco Javier de Viana y el segundo el teniente coronel Manuel Guillermo Pinto y enfrente en la conocida Manzana de las Luces se alojaba el Regimiento de Infantería 2º, cuyo comandante era el oficial riojano Francisco Ortiz de Ocampo. El lugar céntrico no era el más adecuado, por lo que San Martín solicitó al gobierno el cuartel del Regimiento de Dragones de la Patria, que había marchado a la Banda Oriental y que se encontraba en el Retiro, donde funcionaba el parque de artillería y el laboratorio de mixtos; que el gobernador Miguel de Azcuénaga le concedió el 4 de mayo de 1812.

San Martín concurrió a visitar el nuevo cuartel, y después de examinar observó que eran necesarias algunas reparaciones menores. El gobernador Azcuénaga comisionó al maestro mayor de Agustín Conde a “reconocer dicho cuartel formando presupuesto, consultando la economía y solidez de los reparos necesarios”.

Conde era un profesional de reconocida fama, autor de los planos de la Recova. Presupuestó la labor en 200 pesos y 4 reales, lo que fue aprobado el 20 de mayo. Poco después comenzaba la mudanza, el teniente coronel Camilo Anschütz publicó la constancia del costo del “flete de tres carretillas para mudarse la tropa desde el cuartel de la Ranchería al del Retiro, a seis reales…”.

El común de la gente sabe que el cuartel de los granaderos fue el del Retiro, de lo que no hay ninguna duda ya que allí el Regimiento adquirió su formación, pero con rigor histórico primero estuvo en lo que se conocía como La Ranchería en la esquina de Perú y Alsina. En ese lugar San Martín comenzó el reclutamiento, dio el alta a los primeros oficiales: Pedro Zoilo Bergara, Agustín Murillo, Mariano Necochea, José Bermúdez, Hipólito Bouchard y Manuel Hidalgo; diseñó el uniforme, se ocupó del armamento, y sentó las bases de la instrucción.

Seguramente mancomunadas las instituciones que evocan al Libertador y honran a los granaderos, alguna vez en ese solar (aunque una parte la haya derribado la impiadosa piqueta del progreso al abrirse la Diagonal Julio A. Roca) colocarán una placa señalando ese hito en la historia sanmartiniana. Especialmente cuando nos aprestamos a recordar durante el año el bicentenario del regreso de los granaderos a Buenos Aires, en febrero de 1826, después de la campaña emancipadora al mando del bravo coronel paraguayo José Félix Bogado.