Cultura
LA BELLEZA DE LOS LIBROS

Los 80 años del Aleph

Por Juan Francisco Baroffio *

Los primeros seis meses de 1945 no pasan desapercibidos en la historia humana. Entre enero y agosto el mundo presencia acontecimientos que se suceden como en una enumeración caótica y que los nuevos medios de comunicación transmiten casi al mismo tiempo en que ocurren. Y en esos seis meses realmente ocurren muchas cosas, al mismo tiempo, con la vorágine de un mundo nuevo que recién empieza.

El 27 de enero las tropas soviéticas en Polonia liberan el campo de concentración de Auschwitz y un horror secreto e indecible se hace carne. Del 13 al 15 de febrero Dresde se convierte en el epicentro de una tormenta de fuego por el bombardeo de los Aliados, que dejará, según la fuente, entre 25.000 y 40.000 muertos. El 28 de abril Mussolini es ejecutado y el 30 Hitler se suicida en su bunker. Los dos rostros del mal dejan, en un instante, de existir. El 8 de mayo un imperio que amenazaba con durar mil años se derrumba como un castillo de naipes mientras Berlín es tomada por los rusos. Entre junio y julio los Aliados se dividen Europa Central y del Este. El 6 y el 9 de agosto el mundo presencia atónito, en Hiroshima y Nagasaki, el poder destructivo del que es capaz el ser humano.

En cada país a su vez, se suceden, no menos graves, aunque sí menos expectantes, los sucesos domésticos. Tomemos por caso la Argentina y en pos de la brevedad dejo al lector el recordar o buscar lo que ocurría en esos meses.

Pero sí diré que en Buenos Aires, un maduro empleado de una perdida biblioteca pública, abrumado por ese torbellino de noticias, recorre las calles, sobre todo del Sur, con un objeto secreto en su bolsillo. Su contemplación le produce un secreto éxtasis y hora tras hora llena cuadernos, con minúscula letra, contando una historia. O, como él cree, volviendo a contar la historia que otros han escrito antes, muchas veces, porque en literatura ya todo está escrito.

A los que les preguntan qué tiene en el bolsillo, les responde con evasivas. «Un aleph» les contesta, con ambigüedad, sin entrar en detalles. Algunos pocos, muy íntimos, saben que eso que él denomina con el nombre de la primera y mística letra del alfabeto hebreo es un pequeño caleidoscopio.

El empleado de la biblioteca aún no sabe, en septiembre de 1945, que al año siguiente sus posturas en contra de las potencias del Eje, su defensa de los Aliados y sus críticas a un todopoderoso coronel, le costarán el trabajo.

Lo que sabe el empleado de la biblioteca, Georgie para sus amigos, es que el cuento en el que trabajó durante meses, un manuscrito que llenó cuadernos con su letra de hormiga y tachaduras, se va a publicar en la más prestigiosa revista literaria de América Latina.

En septiembre de 1945, en el número 131 de la revista Sur, Borges verá publicado uno de los cuentos que más admiración despertará en sus lectores. Un cuento muy visual y sobre el acto de ver, escrito por alguien que sabe que en su futuro estarán los libros y la noche. Las referencias, explícitas o veladas, a la literatura y a la historia humana son casi infinitas: la Divina Comedia, Macbeth, cierta lámpara de las Mil y Una Noches, la poesía de Lugones, Athanasius Kircher, Siddartha, el añorado Alonso Quijano, Virgilio, don Segundo Sombra, los astrolabios, un cuento de Wells, Hamlet, la obra más famosa de Thomas Hobbes, el blitz, una catedral mexicana que adora en el cielo lo que se ha perdido en la tierra, la cábala, el alfajor santafesino, Constitución…

El Aleph, hoy, a 80 años de su primera publicación, nos sigue admirando. Aunque lo que nos muestre sea el inconcebible universo.

* Escritor y ensayista. Director de Ulrica Revista. www.ulricarevista.com