La sabiduría popular, ese caldo que se cocina a fuego lento sobre el rescoldo de las experiencias colectivas, a veces acierta en su desconfianza. Cuando el gobierno argentino recibió el generoso respaldo monetario del Tesoro de los Estados Unidos hubo una pregunta que se impuso por sobre los sesudos análisis de los expertos: ¿Qué nos van a pedir a cambio? La respuesta no se hizo esperar.
Quince días después del triunfo en las elecciones legislativas nacionales -triunfo que tal vez no hubiera sido posible sin el dinero estabilizador del Tío Sam- el Ejecutivo anunció el acuerdo comercial con Washington. A primera vista hay más imposiciones que beneficios. Pero todo depende del cristal con que se lo mire.
Para los economistas del ala liberal el pacto es casi un elemento refundador de la Nación. Potenciaría algunas exportaciones, consolidaría mercados, quizás abriría nuevas puertas.
"En términos generales aparece como muy favorable", explicó Marcelo Elizondo, especialista en comercio exterior, al ser consultado sobre el punto. Pero también advirtió: "Va a haber mayor ingreso de productos de los Estados Unidos".
Por ahora del acuerdo se conoce el trazo grueso de los párrafos principales. La letra chica quedará para los funcionarios y los especialistas. Nunca la leeremos. Se les vendrá encima a los actores de la economía, que deberán tomar decisiones cruciales, pragmáticas, para seguir en el juego.
El factor tiempo también es relevante. En el equipo económico admitieron que el programa se implementará por fases y que todavía falta que se lleven adelante las rondas técnicas para coordinar aspectos sensibles en algunos rubros.
Quienes ven en el acuerdo la llave que abrirá las puertas a las importaciones masivas y el azote sobre la industria nacional, consideran a la Argentina libertaria como un país económicamente enredado en la telaraña del Fondo Monetario Internacional y los Estados Unidos; políticamente entregado a Washington; socialmente indolente, orgulloso adalid del sálvese quien pueda.
EL CAMPO
Es histórico el argumento con el cual se explica la razón por la cual Argentina y Estados Unidos nunca han tenido alianzas comerciales. En general se destaca que se trata de economías no complementarias, que compiten por mercados en un rubro clave: el agropecuario.
Así las cosas, resultó sorprendente que el acuerdo difundido hace un puñado de días incluya la generosa apertura de las importaciones de productos del agro norteamericano. Justo acá, la pampa gaucha, el otrora granero del mundo.
La sabiduría popular, entonces, se hace otra pregunta: si el agro, a través de las exportaciones de soja, es el principal generador de divisas en la Argentina, ¿facilitar este pacto es, de alguna manera, pegarse un tiro en el pie?
Según el documento, “Argentina otorgará acceso preferencial a los mercados estadounidenses para las exportaciones de bienes, incluidos ciertos medicamentos, productos químicos, maquinaria, productos de tecnología de la información, dispositivos médicos, vehículos automotores y una amplia gama de productos agrícolas”.
El Cepa (Centro de Economía Política Argentina) analizó el texto y deslizó que “esta constituye la principal con- cesión de nuestro país. No hay reciprocidad, es decir, el beneficio sólo es para Estados Unidos”.
Por otra parte, según esta entidad, la posibilidad de que las exportaciones de carne argentina rumbo a norteamérica se multipliquen -podrían pasar de 20.000 a 80.000 toneladas-, es casi una quimera. “La mismísima secretaria de Agricultura, Brooke Rollins, anticipó que, de concretarse un acuerdo comercial, el volumen de carne que se compraría a la Argentina ‘no será mucho’ y agregó que ‘nos aseguraremos de que nuestra industria ganadera esté protegida”.
El periodista agropecuario Matías Longoni, director del sitio Bichos de Campo, aclaró algunos puntos, llevó tranquilidad, puso paños fríos ante la paranoia de algunos productores rurales. En cuanto a la apertura del mercado bovino vivo, señaló: “Los cronistas opositores creen que vamos a comer carne de Estados Unidos, pero no es así (de hecho, ya comemos mollejas de ese origen) sino que se refiere a animales vivos que son utilizados como reproductores, para mejorar aquí la genética”.
Con respecto a la importación de aves de corral, resaltó: “Y sí, aceptarle a Trump la carne de pollo. Pero esto no significa que se vaya a importar ese alimento en grandes cantidades”.
El acuerdo también se trae otra cosa bajo el poncho. En uno de sus artículos vinculados al segmento laboral, recalca: “Argentina ha reafirmado su compromiso con la protección de los derechos laborales reconocidos internacionalmente. Además, adoptará e implementará una prohibición a la importación de bienes producidos mediante trabajo forzoso u obligatorio y reforzará la aplicación de la legislación laboral”.
En estas líneas se deja ver un sutil -o no tanto- alineamiento del Gobierno argentino contra China, acusada de producir por debajo de los costos internacionales por implementar, entre otras cosas, esquemas laborales precarios. Desde lo ético no cabe discusión alguna, sólo preguntarse cómo quedamos parados ahora frente a Pekín, principal comprador de la soja argentina, recurso generador de dólares por excelencia. La situación es, como mínimo, incómoda.
En la tabla de posiciones del comercio exterior, China y Brasil pujan por el liderazgo en el vínculo con Argentina. Luego le sigue la Unión Europea y, en el cuarto lugar, se ubican los Estados Unidos, con quien mantenemos un saldo positivo de u$s 310 millones -u$s 856 millones en exportaciones y u$s 546 millones en importaciones-, según el informe difundido el miércoles por el Indec sobre los números de octubre.
VIDA REAL
Mientras tanto, en la vida real, aquellos que salen a la calle a ganarse la diaria leen las noticias, sopesan titulares y siguen adelante. Por ejemplo, el último martes el Indec informó que los Precios Mayoristas subieron 1,1% en octubre, experimentando una fuerte retracción si se compara el dato con el 3,7% de septiembre.
El proceso inflacionario, luego del cimbronazo electoral, parece haber retomado su parábola descendente. La estabilidad en los precios genera una singular sensación de certidumbre, bien que esto no significa que los precios no sigan subiendo.
En la política de motosierra que aplica el Gobierno en pos de mantener el superávit fiscal y cancelar la emisión monetaria se identifican claramente algunas víctimas. Entre ellas están los empleados públicos, que contemplan mes tras mes cómo sus salarios quedan rezagados frente a la actualización de los ingresos del sector privado.
Hace 15 días el economista liberal Agustín Etchebarne explicó la estrategia oficial a La Prensa: “El sector que quedó más retrasado es el de empleo público. Esa es una estrategia del Gobierno. En su momento la aplicó Singapur: que los salarios del Estado sean menores a los salarios del sector privado. De forma tal que naturalmente la gente quiera pasarse al sector privado. Darles un incentivo para cambiar. Eso es parte de la política del Gobierno, explícita o no, pero es lo que está ocurriendo”.
Mientras la Nación serrucha, algunas provincias avanzan con pie de plomo, habida cuenta de que el sector privado no genera el empleo necesario. Ajustar implica para ellos comprarse un problema.
Según datos del Iaraf (Instituto Argentino de Análisis Fiscal), “en el mes de septiembre de 2025 el poder adquisitivo de los empleados provinciales se ubicó un 6,3% abajo del de noviembre de 2023, mientras que el de los empleados nacionales registró una caída del 32,6%”.
“Esta dinámica salarial se refleja en la evolución del gasto público en salarios de cada nivel de gobierno, que obviamente también incluye cambios en la planta de personal - aclara el economista Nadin Argañaraz-. Mientras el gasto salarial provincial creció un 11% real interanual en el primer semestre de este año 2025, el nacional se redujo un 5%”.
Los jubilados también representan otro sector postergado. Cobran poco, se endeudan. Por lo pronto, perdieron un 24% de su poder adquisitivo en los últimos cuatro años producto de la inflación. En comparación con noviembre de 2023, el mes previo al cambio de gobierno, la merma en el poder de compra ronda el 12%, según datos de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP).
Y como detrás de las estadísticas, siempre, siempre, está la realidad, a veces se observan estas cosas:
En una verdulería de barrio una viejita abre el monedero y deja caer sobre el mostrador un rollo de billetes arruga- dos. El verdulero, serio, los cuenta.
-Ahora le queda por pagar solamente una cuota -explica.
-Sí. Me van a prestar… -responde, con pudor.
Menos relumbrante que el swap monetario y el acuerdo comercial, la economía del fiado persiste, salvadora.