Opinión
CAUSA NACIONAL

Las guerras que está perdiendo la Argentina

Por José Luis Milia *

No son guerras con balas, pero duelen igual. Son guerras de ideas, de presencia, de imaginación estratégica. Mientras Brasil proyecta poder naval en un triángulo cuyos vértices son Recife, Namibia y el Polo Sur, y Chile se consolida como plataforma logística y científica hacia la Antártida, Argentina camina por mezquindad política y miopía estructural— a ciegas por los márgenes de su propio mapa.

}Malvinas es la más visible y dolorosa de estas derrotas. No por falta de argumentos históricos ni de respaldo internacional, sino por la ausencia de una estrategia coherente, sostenida y eficaz. Desde 1833 se repite el reclamo, pero la constancia no es lo mismo que la coherencia.

Tras la derrota militar de 1982, la dirigencia política argentina adoptó una estrategia que bien podría haber sido escrita por el propio Foreign Office: desinversión en defensa, descrédito de las Fuerzas Armadas, ninguneo a los veteranos, abandono de proyectos misilísticos y navales, y finalmente, la rúbrica de los infames Tratados de Madrid.

En 2025, Argentina logró una resolución favorable en el Comité de Descolonización de la ONU. Pero fue un triunfo simbólico y endeble, atado con alambre, según diplomáticos en Ginebra. La política exterior argentina oscila entre la arenga ocasional y la espera pasiva. Sin hoja de ruta, sin narrativa actualizada, sin sustento logístico.

Mientras tanto, el Reino Unido afianza su control: militariza, explora, explota. Argentina responde con discursos. Sin inversión antártica sostenida, sin política marítima integral, sin una visión que articule Malvinas con el sistema geoestratégico del Atlántico Sur.

La verdadera guerra por Malvinas se libra también en las escuelas argentinas, en los presupuestos, en la diplomacia regional y, sobre todo, en el imaginario colectivo. Y ahí, también, estamos perdiendo.

DE ESPALDAS AL FUTURO

Hace un siglo, el almirante Segundo Storni advirtió que ignorar el mar era un suicidio geopolítico. Medio siglo después, el contralmirante Fernando Milia propuso el concepto de Atlantártida para definir la unidad indivisible entre el Atlántico Sur y la Antártida. No era retórica poética: era pergeñar una doctrina de Estado.

Esa doctrina fue ignorada. Hoy, barcos pesqueros ilegales operan impunes frente a nuestras costas, y se licitan plataformas continentales sin ningún debate estratégico. El Atlántico Sur se ha vuelto un patio trasero sin llave, sin timón y sin radar.
Mientras Brasil avanza con una praxis naval sostenida y Chile articula un estatuto antártico moderno, Argentina relega a Storni y Milia al olvido. Sus ideas no se enseñan, no se discuten, no se institucionalizan. El pensamiento estratégico ha sido reemplazado por la gestión improvisada.

EPICA SIN LOGISTICA

La narrativa nacional sobre el sur marítimo es defensiva y nostálgica. Se habla de “reclamos”, pero no de capacidades. De “soberanía”, pero no de alianzas regionales, ciencia oceanográfica o desarrollo naval. Es una épica sin medios, sin presupuesto, sin infraestructura.

Tal vez la más silenciosa -y más peligrosa- de todas porque depende de la inteligencia y conocimientos de los dirigentes políticos. Argentina ha dejado de pensarse, si es que alguna vez lo hizo, como bisagra bioceánica. El paradigma continentalista sigue rigiendo sus decisiones. Pero el siglo XXI será azul: por sus rutas, por sus riquezas subacuáticas, por la centralidad polar que se avecina.

La Argentina no necesita inventar una nueva doctrina. Ya la tiene. Está escrita en tinta salada, desde Storni hasta Milia. Lo que falta no es teoría, sino visión, decisión y coraje

.* josemilia_686@hotmail.com