Política
El rincón del historiador

Las Casuchas del Rey

"Las Casuchas del Rey" están vinculadas a don Ambrosio O’Higgins, que nació a fines de la segunda del siglo XVIII en Ballenary, Irlanda; en el hogar de Charles O'Higgins y Margaret O'Higgins.

Poco se sabe de sus primeros años, sólo que pasó a Cádiz adolescente aún, donde vivía un tío suyo sacerdote de la Compañía de Jesús, donde se abocó al estudio con el fin de recibir las sagradas órdenes, pero no por vocación sincera, ya que pronto cambió la vida religiosa por el ejercicio del comercio; empleado de la firma Butler Trading House, una de las grandes casas mayoristas establecidas en ese puerto. Como irlandés y católico no tuvo obstáculo alguno en emigrar a América cinco años más tarde.

Funcionario de confianza de la empresa, en 1756, viajó a Buenos Aires, para dirigirse luego por tierra a Mendoza para cruzar la Cordillera y llegar a Santiago de Chile y, seguir a Valparaíso para recibir una carga. La travesía del macizo andino fue una experiencia que don Ambrosio nunca olvidó.

Cuatro años después, retornó a Cádiz, donde solicitó su cédula de naturaleza, que lo convertía en súbdito de Su Majestad Católica, en atención a no haber trabado vínculo notable con la nación inglesa. En enero de 1763 partió hacia la Capitanía General de Chile para cooperar con su amigo y coterráneo, el ingeniero y delineador Juan Garland, en el estudio del traslado de la ciudad de Concepción. Concluida la investigación, regresó a la Península Ibérica en 1766.

Regresó a la Capitanía de Chile, donde comienza su carrera militar, en la que ocupó cargos de relevancia que merecieron el continuo reconocimiento por parte de la corona. Su prestigio habría de llevarlo al gobierno de Concepción, luego al de la Capitanía General de Chile y finalmente al virreinato del Perú. Don Ambrosio O´Higgins murió en Lima el 20 de marzo de 1801.

Durante su estadía en Santiago conoció en 1777 a la joven Isabel Riquelme natural de Chillán con la que se unió bajo promesa de matrimonio, que nunca pudo concretar porque la legislación española prohibía a los funcionarios hacerlo sin autorización real.

Fruto de esa unión fue el Bernardo O´Higgins, nacido al año siguiente y futuro libertador de Chile. En algún momento encontramos en el Archivo de Asunción una serie de datos sobre familiares de O´Higgins radicados en esa ciudad, que pronto daremos a conocer en el Boletín de la Academia Paraguaya de la Historia.

EL RETO INVERNAL

Uno de los grandes desafíos fue unir Mendoza con Santiago de Chile en la temporada invernal, por el camino de Uspallata. Don Ambrosio que había vivido esa experiencia tan particular propuso construir resguardos en la cordillera a fin de garantizar el servicio de correos por el mencionado de que durante unos seis meses del año se paralizaban.

O´Higgins pensó hasta en los menores detalles y apuntó la necesidad de “avisar a Cádiz para que los cajones de pliegos de S.M. y los del comercio no pasen del peso de doce libras, pues de lo contrario, proviene que siendo tan pesados y voluminosos no pueda conducirlos el correo”.

Esto se debía a que en los meses de invierno los correos lo hacían caminando, porque los animales de carga no podían recorrer los caminos cordilleranos por la nieve.

En el informe de don Ambrosio apuntaba: “Se hacen sesenta y cinco leguas y media desde el valle del Aconcagua hasta la ciudad de Mendoza, y de estas se pueden caminar en todo tiempo a caballo las cuarenta y tres, pero las veintidós y media de tantas desde Hornillos hasta la punta de las Vacas, es indispensable caminarlas a pie por la mucha nieve que se carga en aquellas estaciones, y para hacerlo con fijeza soy de dictamen que se establezcan casas en los siguientes sitios…”.

Proponía seis lugares: Ojo de Agua, en lo alto de las lagunas al reparo de los peñascos, en la misma cumbre, en el paraje llamado las Cuevas, inmediata al Puente del Inca y a la orilla del río los Orcones, y en la punta de las Vacas.

No pocos viajeros que hicieron esa travesía dejaron su testimonio, quizás uno de los más interesantes es el del alemán Johann Moritz Rugendas que lo hizo en compañía de su colega, amigo y compatriota Robert Krause, que en todos los recorridos siguió la ruta que le señalara von Humboldt.

En su reciente libro, "Las casuchas del Rey” que Beatriz Aguirre Urreta y Víctor A. Ramos , bajo el sello de Eudeba en magnífica versión ilustrada apuntan: “...y trató siempre de documentar las regiones que atravesaba. Es así como paso a paso, interrumpiendo el continuo camino de los arrieros elaboraba bosquejos de los diferentes bosquejos de los diferentes paisajes que posteriormente convertía en exquisitas pinturas. Las vicisitudes de ese viaje son relatadas por Krause, donde destaca las penurias de dibujar con los dedos casi congelados ante las duras inclemencias climáticas”.

En la tarea de reconstruir la historia de estos albergues de caminantes, los autores siguieron el camino trazado por Rugendas, sus dibujos y lograron en buena parte su cometido merced a su valioso aporte.

Cada una de esas casuchas que fueron en total ocho, tienen interesantes historias de baqueanos, arrieros, y porqué no también de pasajeros, aventureros, contrabandistas, espías de San Martín, y tantos otros personajes.

EL CRUCE SANMARTINIANO

Pensemos lo que significaban cuando cruzó el Ejército de los Andes, cuando era el mes más propicio de acuerdo a la previsión del Libertador. Se relatan estos episodios: “Al llegar a los puntos más culminantes se sentía un frío glacial y tan repentinamente se experimentó este cambio atmosférico, que ni los hombres ni las bestias podían soportarlo. La pelada montaña nada ofrecía para precaverse contra ese elemento, la leña no se encontraba, y las raíces de la valeriana y las maderas de las casuchas pronto quedaron agotadas en infinitas hogueras que de pronto se incendiaron”.

Mudo testigo por su cercanía del combate de Potrerillos fue la Casucha de las Vacas, apenas iniciado el cruce de los Andes en la vanguardia al mando del general Juan Gregorio de Las Heras el 25 de enero de 1817. Al amanecer de ese día cargó sobre el enemigo que ocupaba una sólida posición en los Potrerillos, después de dos horas y media de combate, los realistas se replegaron y emprendieron la retirada repasando la cordillera precipitadamente. Los patriotas no pudieron perseguirlos “por lo flacas y fatigadas que estaban las mulas, razón de la marcha forzada que habían hecho la noche anterior”.

Fue el bautismo de los Granaderos a Caballo, en esa campaña mandados por el mayor Enrique Martínez. Aguirre Urreta y Ramos, pasaron cuarenta años buscando material en archivos del país, de Chile, de España y de Alemania, fruto de esa paciente búsqueda es este libro sobre un tema tan apasionante, que su lectura es como cruzar los Andes cómodamente sentados, donde todo está documentado pero en ciertos momentos como en el túnel del tiempo, nos sentimos protagonistas de esta historias, que en apretada síntesis rescatamos en estas líneas.