‘Carmen’. Versión libre para baile flamenco de la obra homónima de Prosper Mérimé y George Bizet. Dirección: Jorge Mazzini. Coreografía: Yamil Rabaj, Jessica Rosillo. Vestuario: Pablo Bonet. Iluminación: Fernando Micucci, Paco Urdiales. Intérpretes: Marisol Morales, Vico Zapata, Carlos Candia, Jessica Rosillo y otros. Músicos en vivo. El sábado 3 en el Teatro Avenida. Próximas funciones: 20 de junio y 1 de agosto.
‘Carmen’ es una ópera cuya música es ampliamente conocida y reconocida en diversas partes del mundo. Fue estrenada hace ciento cincuenta años, el 3 de marzo de 1875 en la Sala Favart, de la Opera-Comique de París. Se destaca por su orquestación y la atracción de sus temas musicales. Tiene una cualidad notable: invita al oyente al movimiento. La memoria nos lleva a sus marchas y danzas, como la seguidilla y la habanera.
Coincidimos con la musicóloga Claudia Guzmán en que esta creación se caracteriza por su influencia física en los oyentes. El gesto físico la domina; la protagonista lleva la danza en su sangre y fundamenta su identidad en el movimiento, tanto física como emocionalmente. Como gitana, pertenece a un pueblo nómade que busca sobrevivir y, por estar en los estratos sociales más bajos, no conoce las rutinas de un hogar burgués. Vive guiada por su instinto y en la inmediatez.
VERSIONES
En menos de un año hemos visto tres versiones de ‘Carmen’. En julio de 2024, la ópera, en la olvidable versión de Calixto Bieito; el mes pasado, el ballet, con una interesante coreografía de Marcia Haydée (ambas en el Teatro Colón), y ahora, la original puesta, por lo menos para el público argentino, de Jorge Mazzini que devuelve al Teatro Avenida, otrora templo de la zarzuela, un espectáculo vital que pone a prueba con jóvenes bailarines la vigencia de una manifestación del arte español: el flamenco.
Sí, el flamenco no es patrimonio -como muchos creen- de Andalucía. En Castilla-La Mancha se hace muy buen flamenco. En Barcelona estaba Carmen Amaya. Antonio Gades era de Alicante. Lo importante no es el regionalismo sino hacerlo con seriedad. Y Jorge Mazzini, además, tiene la honestidad, que le falta a muchos régisseurs, de poner en alerta al público de que su puesta es una versión libre, podríamos agregar y compacta, pero fiel a la original.
Se hallan presente estampas que incluyen escenas fácilmente reconocibles: una fábrica donde las mujeres son más atrevidas que los hombres, el encuentro con los bandoleros y contrabandistas, una taberna con soldados, donde las bailaoras hacen un trabajo descollante;, y la parte del torero conquistado por Carmen llevando al sargento a la locura, con una muy bien bailado final a sangre y muerte.
La obra es tratada con seriedad y respeto. En la versión de Mazzini siempre está presente Carmen, quizá más gitana que en otras ocasiones. El director realizó un trabajo serio y la historia se cuenta con claridad. Interpretan ‘Carmen’ de manera que sea entendible para todos, desde el primer hasta el último acorde. La historia combina la música de Bizet con el baile flamenco, usando el lenguaje del movimiento para facilitar su comprensión.
La coordinación de los bailarines, la coreografía y el sonido fueron de muy buena calidad. Se trató de una versión de Carmen muy flamenca en el sentido y la puesta. Las palmas y ritmos de tocón y batón contra la madera del suelo, creando sonidos que envuelven al espectador con fuerza y espíritu. Es fácil caer en el uso y abuso de aspavientos y oles creyendo que eso garantiza un buen espectáculo flamenco y lo convierten en antiguos clichés ‘typical Spanish’. Afortunadamente, el dirigido por Mazzini, muy por el contrario, apostó al baile como esencia y lo logró.
BAILAORAS
En un palco a la izquierda, casi imperceptibles, los músicos hicieron una admirable labor, junto con la cantaora Sol Roldán, posibilitando el lucimiento de las bailaoras Mónica Luque (solista), Melina Montes de Oca, Lucero Berman, Malena Vila Arrieta y Marisol Portesani, que derrocharon sensualidad y buen gusto a raudales. Todos los protagonistas estuvieron muy bien. Un nivel parejo. No obstante, Vico Zapata en su papel de Escamillo demostró una pasión desbordante y una compenetración en el papel admirable.
Como bis, una costumbre inusual: el ballet sin el vestuario de ‘Carmen’, cada uno tuvo la posibilidad de mostrar su destreza como bailarines. Con alegría y gracejo ofrecieron las bulerías y las cantiñas para delicia de una concurrencia enfervorizada que colmó la capacidad del Avenida.
Calificación: Muy bueno