Todavía no se cumplió un mes desde las trágicas elecciones de Provincia de Buenos Aires que fueron el primer indicio de que el sueño de La Libertad Avanza se había convertido en pesadilla. Lo que hasta horas antes era un carnestolenda triunfalista y de autosuficiencia se tornó ese domingo a la noche en el comienzo de un mal sueño, o tal vez de un peor despertar.
El tremendo traspié fue el desencadenante de una serie de hechos y circunstancias que se venían incubando y acumulando, pero obró como un preaviso de que había comenzado un cambio de época o de suerte y que se producirían varios desenlaces encadenados que tenían que ver con errores previos de conducción, gestión y armados políticos e inexperiencia al menos en la campaña.
Como ocurre en todas las tragedias, se fueron sumando desgracias e imprevistos que condimentaron el plato amargo por el que atraviesa hoy el oficialismo, de lo que sólo se da cuenta parcialmente.
La soberbia al maltratar a los ex votantes PRO, finalmente independientes, más que a sus propios dirigentes, la demostración de un desprecio por empatizar con la sociedad, el enorme error de cálculo al nacionalizar las elecciones casi municipales en PBA, el triunfalismo cegador que le hizo creer que el país se había vuelto súbitamente violeta, el desconocimiento de la importancia política de los gobernadores e intendentes en los procesos electorales (sin que este comentario signifique comulgar con los sátrapas) los insultos groseros a los mismos de quienes dependía no sólo para la formación de leyes sino hasta para sobrevivir, tarde o temprano tendrían su efecto negativo. El momento es ahora. No sólo por el resultado electoral, sino porque el período de romance con la sociedad ha terminado.
El colosal error (para calificarlo generosamente) de dejarse infiltrar por el peronismo con sus mil rótulos en los puestos ejecutivos y en las listas de legisladores también iba a pagarse. Se empezó a pagar ahora. Se seguirá pagando luego de diciembre con la incertidumbre que significará a la hora de los votos clave el seguro transfuguismo que el oficialismo tendrá que soportar y del que ya ha tenido suficientes muestras.
La evidente puja interna en la conducción de LLA constituyó una debilidad que se tenía que pagar no sólo en el resultado electoral, sino luego del desastre.
Se puede seguir enumerando las impericias políticas, de comunicación y de gestión, que siempre se supo que ocurrirían en un gobierno integrado por amateurs a los que magnánimamente se llama outsiders, que en su gran mayoría no sólo no tienen la experiencia ni la formación necesaria en ningún área académica seria y relevante, sino que desprecian y ahuyentan como lobos feroces a quienes poseen alguna de esas cualidades y calidades, lo que garantiza la incompetencia.
La aparente necesidad de rodearse de figuras cuestionadas, con prontuarios densos y dudosos, que no ofrecen seguridad al ciudadano y que obligan al presidente y a sus principales visires a jugar su prestigio para defender lo indefendible.
La garrafal equivocación al haber virado 180 grados la política económica, que en simples términos, pasó de defender la dolarización a promover la pesificación, o sea la administración estatal del tipo de cambio, un costo impagable y ruinoso que sólo conduce al fracaso y que nada tiene que ver con la idea de la libertad de comercio, de precios, el anticastismo, el antiprebendarismo y el antiestatismo que supuestamente es la razón por la que se han hecho tantos sacrificios, que ineludiblemente estalla, obró como una bomba de tiempo autoactivada.
Esos elementos, peligros latentes de los que el Gobierno fue advertido hasta el aburrimiento y no precisamente por sus enemigos, como creyó, parecieron estar esperando el momento oportuno para activarse, casi sin necesidad de que la maldita oposición se ocupara de hacerlo.
La inútil pérdida de reservas no pudo parar la corrida, como era obvio, lo que amenazó con transformarse en desastre hasta que se improvisó el préstamo de urgencia en forma de baja de retenciones por tres días, un vulgar anticipo de dólares cuyos efectos nocivos apenas han comenzado a verse. Por un lado, esos ingresos salvadores empezaron a perderse casi de inmediato porque ni las raras promesas del Tesoro estadounidense convencieron más de dos días a los mercados. Y los indicadores volvieron a ser tan malos como antes.
Por el otro, logró enojar a todo el sector agrícola, salvo 8 o 10 excepciones. Y al mismo tiempo se creó un nuevo bache financiero porque el préstamo de los exportadores, a una altísima tasa de interés, si se piensa, implica que esa afluencia forzada tendrá una contrapartida de escasez de oferta los próximos meses.
El cacareado auxilio norteamericano tuvo dos efectos negativos en pocos días. El primero fue en el propio comunicado de Bessent, que hizo aparecer al país y al gobierno como recibiendo órdenes de EEUU (¡Nada menos que pidiendo que se mantuvieran las retenciones!) como contrapartida del supuesto apoyo. Cuando se empezó a digerir el efecto de ese faux pas -con la ayuda de nuevas ventas del Tesoro argentino antes de que la cotización llegara a la banda superior, otra inseguridad- el mismo Bessent se ocupó de decirle al Congreso norteamericano que lo que había dicho era mentira y que no se prestaría un solo dólar a Argentina. Con lo cual la inseguridad financiera sigue donde estaba y los precios también, con lo que se han dilapidado no sólo recursos financieros, sino respaldos políticos y confianza de los votantes.
Habrá que ver qué resultado, consecuencias, condiciones y efectos tiene la reunión cumbre en EEUU el próximo 14. Y cómo es percibido por la sociedad. Por el mismo precio, el Congreso rechazó el veto de otras dos leyes el jueves pasado, lo que redondea el repudio al Ejecutivo y presagia una oposición más dura en el futuro.
Todas las tormentas parecen haberse desatado de golpe, en apenas un mes. Para colmos, el oficialismo ahora prácticamente ha perdido las elecciones de legisladores nacionales en la PBA, donde su primer candidato está fuera de juego y quien lo sigue carece de todo valor político. Todo indicaba, más allá de la validez o no de los cuestionamientos éticos, que esos dos candidatos deberían ser invitados a renunciar por una conveniencia política, uno por la grave sospecha que lo golpea, la otra por su nulo arrastre político, cosa que Milei ha decidido no hacer, como confirma el alarde del “no me bajo nada” de Espert, que más que la banal ratificación de su capacidad de encaprichamiento, pone bajo sospecha al propio presidente.
Aquí caben dos preguntas: ¿Qué piensa el Gobierno? ¿Qué piensa la sociedad? El Gobierno tiene claramente un objetivo de mínima: lograr que la oposición no mantenga una mayoría que le permita alcanzar los dos tercios en ambas cámaras, con alianzas o como fuera. Los dos tercios imposibilitan cualquier negociación, ya que el peronismo + sumisos no están interesados en aprobar leyes propugnadas por el gobierno, al menos con un formato útil. Las leyes que quieren aprobar los opositores son deliberadamente saboteadoras de toda disciplina fiscal. Eso garantiza un horizonte caótico, lejos de los compromisos que el gobierno ha tomado con el FMI y con el gobierno de EEUU. Los dos tercios, además, son una amenaza latente de destitución.
A partir de ese mínimo, el Gobierno aspira a conseguir algunas alianzas con gobernadores, que sumados a las pocas provincias violeta y a la preferencia de sus votantes fieles y militantes, configuren un Congreso en el que se pueda negociar y aprobar alguna ley sensata e imprescindible, entre ellas el mismísimo Presupuesto, que difícilmente tenga un curso favorable, más bien lo contrario.
Todos estos sueños no toman en cuenta la volatilidad de los legisladores propios y de los aliados, que han demostrado en varios casos su predisposición a transfugarse, con o sin estímulos externos.
En cuanto a la sociedad, que hasta el momento ha ayudado a las filas de Milei con el lema “si no vuelve el kirchnerismo”, no está mostrando en las encuestas esa misma predisposición, aún antes de algunas de las desagradables noticias que ha recibido en el último mes. Lo que implica el riesgo de abstención –que fue mortal en PBA– o la elección de candidatos sensatos que sean percibidos como defensores de la institucionalidad y de algunas de las ideas centrales que el Presidente declamó y no siempre hizo, pero sin vocación destituyente. Esos legisladores pueden también aportar algo que LLA acaso no quiere que aporten: ideas.
Seguramente en ese afán se está produciendo el acercamiento con los otrora ninguneados Macri, que además pueden aportar gestión y conocimiento, lo que choca nuevamente con la presencia de Karina Milei, un obstáculo para cualquier acercamiento y cualquier medida sensata. Pero un obstáculo irremovible.
Por algo Bessent dejó bien claro que buena parte de las ayudas dependerán del resultado de las elecciones del 26 de octubre. Una especie de coima pública al electorado, que éste haría muy bien en ignorar, porque desde siempre las promesas y planes desgranados por EEUU se han cumplido sólo parcialmente y pocas han dado resultado. Menos si el que las formula es Donald Trump, cuyos acuerdos y promesas tienen la firmeza del viento. Por algo los mercados van y vienen como una brújula enloquecida. La Libertad Avanza se ha ingeniado para perder todos los apoyos, o tornarlos poco creíbles. Sólo le quedan los trolls. Tal vez.