La sucesión de Axel Kicillof está en marcha. Podría tratarse de una metáfora o también de un hecho concreto que ya se desarrolla. En ambos casos, hay muestras de cómo se va moviendo la política bonaerense a partir de episodios que pasan por debajo del radar del gran público pero que marcan el pulso de un proceso interno que no se calma y amenaza con allanar el camino a La Libertad Avanza que, en definitiva, ahora deberá empezar a dar respuesta a las demandas que implican ir más allá del convencimiento que el miedo al pasado sea el activo que guíe los próximos pasos del futuro. Los intendentes del peronismo están dispuestos a acompañar la movilización de la CGT a Plaza de Mayo, mientras se prepara para el viernes la reunión del PJ bonaerense en Malvinas Argentinas.
El Senado bonaerense ha sido escenario de una serie de movimientos que marcaron la metáfora de la sucesión del gobernador, expuesta en un simple movimiento de cargos y apetencias personales. Aún no pudieron ponerse de acuerdo en el reparto de las vicepresidencias de la Cámara Alta que son, en definitiva, la cadena de mando por si un día falta el gobernador y el vicegobernador. La persona que se hace cargo es quien ocupa la vicepresidencia primera del Senado. Hasta el 10 diciembre pasado, ese lugar lo ocupó Luis Vivona, el dirigente de Malvinas Argentinas con amplia experiencia territorial y aliado clave de Leonardo Nardini, uno de los alcaldes que aparece en la lista de posibles candidatos para discutir la gobernación en 2027. Para reemplazar a Vivona, que ahora asumió en la Cámara de Diputados, el nombre más fuerte que se discutió fue el de Mario Ishii. Es el intendente de José C. Paz en uso de licencia que vuelve al Senado tras su paso allí entre 2013 y 2015. El hombre que se identifica desde hace años por llevar un poncho, además se define como “nestorista”, marcando claramente una distancia con aquellos que se apoyan pura y exclusivamente en Cristina Kirchner. Detalles que valen la pena tener en cuenta para entender la lógica de ciertos movimientos. El gobernador Axel Kicillof tiene para ese lugar a alguien propio: Ayelén Durán.
Pero lo más interesante, si es que hay algo que realmente lo sea, se dio en torno a la vicegobernadora Verónica Magario. Presionada, tuvo que renunciar a la banca que había obtenido como candidata en la tercera sección electoral pero que nunca estuvo en su mente asumir. Sí pedir licencia. Pero las divergencias internas que continúan y se profundizan hicieron que deba dimitir a ese cargo para seguir siendo vicegobernadora y su lugar en la Cámara Baja pueda ser ocupado por alguien. Un jeroglífico difícil de explicar que, como sostuvo la semana pasada un dirigente peronista, “es la clara demostración de cómo nos seguimos alejando de la gente”.
Lo cierto es que este pequeño hecho es uno más en el catálogo de desencuentros que expone el peronismo bonaerense. En las próximas horas habrá otro capítulo de la misma saga. Será la reunión que se llevará a cabo en Malvinas Argentinas para empezar a definir la conducción del PJ provincial, hoy en manos de Máximo Kirchner. El peronismo bonaerense sigue atrapado en una interna que ya dejó de ser una discusión política para transformarse en un problema estructural. No hay conducción clara, no hay estrategia común y, sobre todo, no hay voluntad real de ordenar el espacio.
El viernes, en Malvinas Argentinas, volverá a repetirse una escena que ya es habitual: dirigentes sentados alrededor de una mesa, discursos cargados de diagnósticos y cero definiciones concretas. Nadie espera acuerdos. Nadie los está buscando. Sí, de todas maneras, podrían alumbrar algunas definiciones. La fecha de la elección para renovar las autoridades podría ser el último domingo de febrero o los primeros días de marzo. Es casi un hecho que Máximo Kirchner no continuará en la presidencia del partido, pero lo que se discute es la manera de reemplazarlo. “No es necesario pegarle en el piso”, sostuvo por estas horas un intendente que participará del encuentro. La puja entre La Cámpora y el Movimiento Derecho al Futuro que respalda a Kicillof sigue tan caliente como antes.
La reunión será, en los hechos, un nuevo capítulo de la parálisis. Cada sector llegará con su libreto, dispuesto a marcar diferencias antes que a construir consensos. El resultado está cantado: una foto, un comunicado vacío y la confirmación de que el peronismo provincial sigue sin rumbo.
Las internas ya no giran únicamente en torno a candidaturas. Ya habrá tiempo para eso. La disputa es más profunda: poder territorial, control político, relación con el Gobierno nacional y liderazgo futuro. Además de construir un discurso que seduzca a los sectores que hoy sienten las políticas económicas en sus espaldas pero no ven referencia en la política para que le den alternativas. Y mientras esos conflictos se agravan, el peronismo bonaerense pierde tiempo, centralidad y credibilidad.
Lo más preocupante es que no aparece ningún actor con capacidad real de ordenar el tablero. Nadie manda y nadie cede. La lógica dominante es la del desgaste mutuo, aun a costa del propio espacio.
En Malvinas Argentinas no se discutirá cómo volver a ser una alternativa competitiva. Se discutirá, una vez más, quién le pone el pie al otro. Y cuando termine la reunión, todo seguirá igual: una interna abierta y un peronismo dividido. Aunque intenten disimularlo.
El Gobierno nacional olfatea esta problemática como la posibilidad de que sean los intendentes quienes construyan la alternativa de poder rumbo al 2027 en acuerdo con gobernadores del interior. Es por eso que el ministro de Economía, Luis Caputo, hizo crear una página web para dejar en claro la presión tributaria que ejercen los municipios en todo el país. El mapa muestra a todas las comunas de la Argentina, pero busca impactar en el Gran Buenos Aires. La polémica de la semana pasada en relación al aumento de una tasa en el municipio de Pilar disparó la idea. Poner la lupa sobre la manera en que cobran las tasas los municipios podría derivar en la constatación de la existencia de “cartelización de funcionarios tributarios”. Resulta que si se exploran los nombres de los responsables del área de recaudación en los municipios, podrían aparecer varias sorpresas. Nombres que sirvieron a más de un municipio de procedencia política antagónica pero que ocuparon u ocupan esos cargos. Las razones son simples: tienen experiencia y hacen bien su trabajo. El de juntarla. En las mesas del conurbano los llaman los “Montoya Boys”. Varios de ellos han crecido a la sombra del exrecaudador bonaerense Santiago Montoya. El tema requiere, sin dudas, una ampliación próxima.
Las dificultades en la generación de figuras representativas son las que dispararon con mucha fuerza la controversia sobre la posible candidatura de Dante Gebel en 2027. El tema, adelantado aquí hace mucho tiempo, generó una catarata de detractores y, al mismo tiempo, de apoyos. “No importa que hablen mal, el tema es que hablen y lo sigan instalando”, se escuchó decir cerca de Gebel. Las especulaciones han ingresado, como suele suceder, en el terreno de las fantasías.
Desde una operación de la CIA hasta una maniobra de Sergio Massa para repetir la experiencia de Javier Milei. Admirable lo del exintendente de Tigre que, voluntaria o involuntariamente, se las arregla para ser el artífice de todos los movimientos que se dan en la politica argentina. Y no solo en la politica, también en los negocios y en el fútbol. A favor de Massa, en lo de Gebel no tiene nada que ver. Al menos por ahora. Podría ser una cuestión de tiempo y oportunidad. Así es la política y el juego del poder.