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La recuperación de El Molino está en marcha

La emblemática confitería porteña ubicada frente al Congreso, tras años de abandono, comenzó a ser restaurada luego de su expropiación. Las tareas incluyen la puesta en valor de lo que fue el salón de café y restaurante y los salones donde se celebraban las fiestas. Expertos trabajan en reparación de vitrales, lámparas y puertas.

La mítica confitería del Molino, en cuyas mesas se dieron acalorados debates políticos; en donde grandes artistas se sentaron a disfrutar la bohemia porteña hasta altas horas de la noche; y que albergó grandes fiestas y banquetes, de a poco vuelve a tomar la forma que la convirtió en uno de los lugares emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires.

Así lo pudo comprobar La Prensa en una recorrida por el edificio ubicado en la esquina de Rivadavia y Callao, que tras años de abandono y luego de su expropiación, quedó a cargo de una Comisión Bicameral del Congreso que busca devolverle al inmueble el esplendor que tuvo.

Las tareas de restauración hoy se realizan en el subsuelo, la planta baja, donde estaba la confitería, y un primer piso que ocupaba sus salones de fiesta. En una etapa posterior se continuará con los departamentos que van del segundo al quinto piso. El frente exterior del edificio, en tanto, comenzará pronto a ser reconstruido por el gobierno porteño, que también participará en la obra.

"Estamos trabajando hace unos ocho meses y se pudo avanzar bastante. Cuando entramos estaba todo en muy mal estado, con colchones, excrementos en los pisos, sin luz, saqueado. Tuvimos que ir viendo todo con cuidado para no generar más daño", señala Ricardo Angelucci, secretario técnico del edificio e integrante de la comisión administradora.

Uno de los desafíos de los expertos es recuperar los mil metros cuadrados de vitrales que supo tener la confitería y el edificio original. Para ello especialistas en un taller creado para tal fin reconstruyen cada pieza, que queda anotado en un minucioso croquis.

Otro equipo busca poner a punto las grandes columnas realizadas en estuco símil mármol. En otro taller se están recuperando puertas y sacan lustre a la boisserie y aberturas de roble de eslabonia. También se hacen pruebas sobre algunos antiguos dibujos y guardas del exterior del edificio. Hay quienes se encargan de los apliques y los ornatos. Se limpiaron más de 300 caireles.

"Dejar todo como estaba no es fácil. Hay paredes donde se tuvo que sacar más de ocho diferentes manos de pintura para llegar al original", cuenta Angelucci.

¿Que lo hace único al edificio del Molino? "Es uno de los pocos representantes del estilo Art Nouveau que hay en la Ciudad. Además fue construido en parte con elementos traidos de Italia, Holanda que aquí no había", agrega el experto.

"También tiene todo un contenido histórico. Por su confitería pasaron figuras centrales de la política, por estar ubicado frente al Palacio Legislativo. Tiene también una rica historia gastronómica, con postres creados aquí como el Imperial Ruso o el Leguisamo. Venían grandes artistas".

En el primer piso otra parte del personal está trabajando en la recuperación del salón. Se pusieron molduras, muchas de ellas perdidas, luces originales. Lo mismo ocurre en la planta baja donde ya se colocaron varios vitrales y una gran luminaria que tuvo que reconstruirse. También se logró hacer funcionar un gran reloj. "Lo reparó gente de más de ochenta años que ya lo habían arreglado mucho tiempo atrás".

Angelucci estima que las tareas de restauración demorarán para esta primera etapa unos dos años. "Creemos que para fin de año se estará realizando un borrador para el llamado a licitación". El funcionario cuenta que ya se acercaron varios representantes de cadenas de confiterías que han recuperado locales históricos, que estarían interesados de participar del concurso.

A través de las redes sociales se fue contactando gente que conoció la confitería, que guardó recuerdos como cajas, latas. "Tiene un fuerte valor El Molino para la gente. Muchos se acercan, cuentan sus historias, aportan fotos, elementos, incluso datos que ayudan a la reconstrucción".

No solo son muchos los elementos que trajo la gente sino también mucho lo que se encontró en el edificio. Por ello se creó un equipo de arqueología urbana que hayó unos 15 mil objetos arqueológicos, entre los que se puede nombrar asaderas, bandejas, moldes para tarteletas, latas y aros de molde.

La Confitería del Molino fue reinaugurada el 9 de julio de 1916 por los pasteleros Constantino Rossi y Cayetano Brenna, quienes ya habían tenido un local con el mismo nombre en Rivadavia y Rodríguez Peña.

La obra, del arquitecto italiano Francesco Gianotti, es reconocida por su estilo ecléctico y haber logrado unificar las distintas propiedades de esa esquina. Se destaca por su cúpula y las aspas de molino que se hacen en honor al primer molino de la Ciudad: el molino de Lorea.

Al poco tiempo ya la confitería pasó a conocerse como "la tercera cámara" porque era muy común ver allí a diputados y senadores continuar con sus tertulias al salir del Congreso.

Lisandro de la Torre solía tomar, todos los días, un café en sus instalaciones, al igual que Marcelo T. de Alvear. Y Alfredo Palacios disfrutaba a diario de su coñac y del ritual del café, mientras dejaba su sobretodo en custodia para no entrar tan abrigado al Congreso. Buscarlo, al salir, era la excusa para enredarse en otra mesa de conversaciones políticas.

No solo políticos sino gran cantidad de artistas pasaron por las mesas de la Confitería. Se puede nombrar a Leopoldo Lugones, Roberto Arlt, Oliverio Girondo, Gómez de la Serna, Amado Nervo. También a Evita, Libertad Lamarque y Niní Marshall.

El gran Carlos Gardel fue otro de sus habitués. La leyenda cuenta que el "Zorzal" le encargó a Cayetano Brenna un postre para homenajear a su amigo, el reconocido jockey Irineo Leguisamo: así nació el postre "Leguisamo", un bizcochuelo con capas de merengue, marrón glacé, hojaldre y crema imperial.

También el Imperial Ruso fue otra creación de esta pastelería. Y muchos disfrutaron de los merengues, el panettone con castañas el pan dulce, -uno de los más solicitados en la Ciudad en tiempos de navidad y año nuevo- y la copa Melba.

Sus mesas sirvieron de inspiración a varias obras artísticas, como en las menciones de Bustos Domecq -el seudónimo usado para la creación conjunta de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges-.

También se puede hacer referencia al tango "Gricel" de José María Contursi y Mariano Mores, donde los verdaderos protagonistas de esta historia de amor -uno de ellos el autor de la letra- se reencuentran 22 años después en la Confitería.

En 1930, durante el golpe de Estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen, la confitería fue incendiada. La reconstrucción demandó casi un año de trabajo, pero logró volver a abrirse.

Ocho años después muere Cayetano Brenna y Renato Varesse se hace cargo del negocio hasta 1950, momento en que aparece Antonio Armentano, quien a su vez vende el fondo de comercio en 1978.
Así sigue funcionando, aunque de a poco comienza su ocaso. Finalmente no logra reponerse a la crisis de los 90 y cierra sus puertas en el verano de 1997.