Las derrotas del Gobierno en el Congreso se multiplicaron después del revés electoral en la provincia de Buenos Aires. La serie ininterrumpida de contrastes admite causas de distinta índole, pero la más directa es la fuga de aliados.
Los primeros en pasarse a la oposición K fueron los radicales; después los seguidores de Carrió junto con los socialistas y otros minoritarios grupos “progres” habitualmente indignados con prácticas políticas de las que, no obstante, participan activamente.
Más tarde lo hicieron los peronistas sueltos y los representantes de los gobernadores. Por último, terminó votando con el kirchnerismo buena parte del PRO que quedó a la intemperie a raíz de la defección de Mauricio Macri.
Hubo motivos personales en esta última pirueta política -como la de la diputada Lospennato-, pero la causa principal del colapso del partido amarillo es que el expresidente perdió el liderazgo del antiperonismo a manos de Javier Milei y se retiró de la partida.
Las votaciones contra el presidente de la Nación son apabullantes. Alcanzan mayorías soviéticas, lo que indica que se paró frente a todo el sistema político casi sin excepciones.
El jueves, en el Senado, el 83% de los legisladores votó en contra de su veto al reparto automático de ATN. El día anterior, el 70% de la Cámara de Diputados había votado en contra de su veto a la ley de aumento del gasto universitario.
No se recuerda desde la reapertura del Parlamento en 1983 un consenso entre políticos de semejante magnitud. Tampoco una miscelánea ideológica tan amplia. Se unieron contra Milei desde los devotos de Marx hasta los representantes del caciquismo más reaccionario, lo que pone de relieve una vez más el irresuelto problema de la representatividad de la dirigencia partidaria. O, puesto en otros términos, en qué medida los que están dentro del Congreso reflejan la opinión de los que están afuera.
Si bien el fenómeno es inédito, su propósito resulta obvio. Las leyes sancionadas apuntan a romper el superávit con gastos sin financiamiento o a privar al Ejecutivo de recursos que se transfieren a las provincias o a cajas opositoras, como las universidades estatales.
La ofensiva para manejar fondos públicos desde el Congreso derivó en una mayor presión cambiaria y suba del riesgo país, aunque los inversores y el círculo rojo se guíen más por las promesas de continuidad que repiten constantemente Javier Milei y Luis Caputo que por los embates y dicterios que salen del Congreso. El viernes, el dólar oficial subió el 1,3%, el Mep, el 0,5% y el CCL, el 0,2%. Antes de la apertura de los mercados Caputo avisó que había “dólares para todos”, pero genera incertidumbre el hecho de que en la semana el Central perdió más de mil millones.
Las maniobras parlamentarias incidieron en un resquebrajamiento de la confianza en el programa antiinflacionario que quedó reflejada con fuerza en los medios. Contribuyeron a ese tembladeral el aislamiento político de LLA y el abandono de sus votantes.
La particularidad de lo ocurrido hace dos domingos en Buenos Aires es que no se trató de un voto “castigo” que terminó volcándose hacia el peronismo, sino de una ausencia masiva de votantes de LLA, lo que ha dejado al Presidente y a su ministro de Economía resistiendo solos y contra las cuerdas la ofensiva final de la oposición y los medios.
Como en toda crisis provocada por la política en encrucijadas electorales (“El pánico es político”, sintetizó Milei el viernes en la Bolsa de Córdoba), los especialistas en opinión pública atribuyen a distintas causas las turbulencias del mercado (ver “La cuestión de la corrupción”).
Hay, sin embargo, coincidencia en que la tendencia es negativa para el oficialismo que ha visto aumentar la insatisfacción y las dudas de los votantes de manera constante en los últimos seis meses. En especial entre los que son considerados votantes “blandos”, vale decir, un 17% de quienes apoyan al Presidente. Su núcleo duro se calcula en un 23% lo que permite a algunos encuestadores proyectar la intención de voto para el 26 de octubre por encima del 40%. La polarización que se manifiesta en el Congreso con una consolidación de dos campos antagónicos beneficiaría en las urnas -en caso de ratificarse- al Gobierno.
En el peronismo, entretanto, el clima es de un optimismo que bordea la euforia. Hasta tal punto llega el entusiasmo de sus operadores en el Congreso que ya empezaron a trabajar para la interna del 2027 y promueven a Axel Kicillof como candidato del sector anti-K. Pero la expresidenta no tardó en responder. Mandó al presidente de su bloque en el Senado, José Mayans, a decirle públicamente al gobernador que ella sigue siendo "la máxima responsable de la conducción del partido"