El armado de las listas para las nacionales de octubre expuso un proceso de desmantelamiento de las coaliciones “moderadas” o “de centro” y el eclipse de partidos con esa oferta ideológica.
Juntos por el Cambio desapareció y el PRO fue absorbido por Javier Milei. Los dirigentes que todavía resisten la orden de romper filas dada por Mauricio Macri, por ejemplo María Eugenia Vidal, van a dejar de vivir del Estado según propia confesión. Sus dos precandidatos a presidente en 2023, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta partieron hace rato.
Bullrich cambió la camiseta amarilla por la violeta y Rodríguez Larreta se tomó vacaciones por tiempo indeterminado. Los macristas tienen dos futuros posibles: la absorción o la desaparición.
A la UCR le ocurre algo parecido. El gobernador de Mendoza de notorio perfil antipopulista acordó con La Libertad Avanza que llevará de candidato a otro radical que se cambió de camiseta, Luis Petri.
En sentido contrario, para conseguir una candidatura a diputado, el presidente del partido, Martín Lousteau, armó una coalición con Graciela Ocaña, invento político de Elisa Carrió, y el hoy “schiarettista” y anteriormente “sciolista” Gustavo Marangoni.
Manes, estrella fugaz del radicalismo antiMilei se peleó con Lousteau, y Margarita Stolbizer, exradical, entró en la lista de Randazzo, exministro de Cristina Kirchner.
Carrió, también exradical, no participó de estas aventuras porque le vio poco futuro y, más importante, porque no hay nada para ella.
El centenario partido parece haber entrado en una centrifugadora de la que sus dirigentes salen expelidos en cualquier dirección. Tienen dos problemas graves: carecen de identidad y de liderazgo ordenador. Son indistinguibles de peronistas como Randazzo, Monzó o Pichetto. Hablan de un “ajuste con la gente adentro”, un animal que no existe.
Es tan crítica la situación de los herederos de Alem e Yrigoyen que irán a la elección en la provincia de Buenos Aires sin una boleta encabezada con su sello.
Capítulo aparte merecen los cinco gobernadores que quisieron eludir la polarización. Dos radicales, un peronista, uno del PRO y otro provincial armaron un frente, Provincias Unidas, que a la primera de cambio se desunió. Habían acordado que sólo lo presentarían en sus respectivas provincias, pero Juan Schiaretti lo armó en otras sin avisar.
De todas maneras, las cosas no le salieron bien al exgobernador que viene desde hace años tratando de escaparle a la grieta profunda que el kirchnerismo ha venido cavando en la lucha política desde el 2003 y que Milei por conveniencia electoral profundiza.
Schiaretti había conseguido mantener a su provincia libre de kirchnerismo, pero en la presentación de listas del domingo, la peronista Candelaria de la Sota anotó una propia, que le restará votos y lo debilitará frente a los libertarios. Con su decisión, la diputada detonó el “cordobesismo”. Era poco probable que ocurriera de otra manera, porque nada crece entre dos líneas de trincheras.