Opinión
La guerra europea no tiene fin
La arrogancia de Occidente, Rusia resiliente, India desafiante y China creciente .
La reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Tianjin, China, ofreció una imagen vívida de un orden global cambiante. Las imágenes del primer ministro indio, Narendra Modi, el presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping, compartiendo sonrisas y cálidos abrazos revelaron un realineamiento que pocos podrían haber predicho a principios de 2025. Con el telón de fondo de un "memorando vinculante" para el gasoducto Power of Siberia 2 (POS-2), que suministra gas natural ruso a China, esta cumbre no fue un simple ejercicio de relaciones públicas.
La cumbre marca un cambio profundo en la geopolítica energética global, que pone de relieve la caída de Europa en la irrelevancia, las dificultades competitivas que enfrentan las exportaciones estadounidenses de GNL y el rotundo fracaso de la visión del exasesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski de la supremacía estratégica estadounidense sobre Rusia, construida en gran medida durante la tumultuosa década de 1990.
Estados Unidos, en su afán por la hegemonía euroasiática, ha distanciado a un aliado crucial como la India, ha acercado a Rusia y China, y ha dejado a Alemania -antiguamente una potencia industrial- postrada. Esta es una historia de arrogancia, errores de cálculo y consecuencias imprevistas.
Recordemos: El libro “El Gran Tablero de Ajedrez: La Primacía Estadounidense y sus Imperativos Geoestratégicos” (1997) es una de las obras más importantes de Zbigniew Brzezinski, quien fue Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos entre 1977 y 1981, bajo la administración del presidente Jimmy Carter.
Considerando la masa continental de Eurasia como centro del poder global, Brzezinski se propone formular una geoestrategia euroasiática para Estados Unidos. En particular, escribe que no debería surgir ningún rival euroasiático capaz de dominar Eurasia y, por lo tanto, desafiar también la preeminencia global de Estados Unidos. Gran parte del análisis de Brzezinski se centra en la geoestrategia en Asia Central, centrándose en el ejercicio del poder sobre la masa continental euroasiática en un entorno postsoviético.
UN NUEVO EJE ENERGETICO
La cumbre de Tianjin cristalizó una nueva realidad geopolítica. La cálida camaradería entre los líderes de India, Rusia y China -tres de las cinco mayores economías del mundo- indicó un creciente alineamiento, no solo en la retórica y la apariencia, sino también en alianzas energéticas tangibles. El memorando vinculante para el POS-2 , un gasoducto de 50 mil millones de metros cúbicos que transportará gas desde los yacimientos rusos de Yamal a China a través de Mongolia, es una piedra angular de este realineamiento.
A diferencia del actual Power of Siberia 1, que extrae gas de Irkutsk (al norte de Mongolia), el POS-2 aprovecha las mismas reservas árticas de Yamal que antaño impulsaron el poderío industrial alemán durante medio siglo. Durante décadas, la prosperidad alemana se basó en una ganga: gas ruso barato a cambio de exportaciones de productos alemanes de alto valor. Esta fue la esencia de la Ostpolitik de Willy Brandt y la base del ascenso de Alemania como potencia económica europea.
El giro de Rusia hacia Asia, acelerado por las sanciones occidentales desde 2014 (tras la anexión de Crimea) e intensificado en 2022, se está consolidando. Con el POS-2 y la ampliación de los gasoductos existentes, Rusia podría suministrar a China hasta 100.000 millones de metros cúbicos de gas al año después de 2030, cuando el nuevo gasoducto esté en funcionamiento.
Esto es significativamente menor que los 150 bcm que Rusia exportó a Europa en su apogeo. Además, el precio del gas natural ruso vendido a una China sensible a los precios será significativamente menor que el que recibió de sus clientes europeos. Sin embargo, esta reorientación, si bien le cuesta a Rusia la pérdida de ingresos por precios y volúmenes más bajos, alivia significativamente la seguridad económica de Rusia tras el sabotaje al gasoducto Nordstream.
También reduce la dependencia de China del GNL marítimo, que suele ser de dos a cuatro veces más caro que el gas canalizado. Fundamentalmente, esto reduce la vulnerabilidad de China al dominio naval estadounidense en puntos críticos como el estrecho de Ormuz y el estrecho de Malaca, por donde deben pasar todas las exportaciones de gas de Oriente Medio a China.
INTERESES ECONOMICOS
Según nos dice el coronel español Pedro Baños: “Polonia rehúsa reabrir su frontera con Bielorrusia. Esta decisión impide a China utilizar una ruta comercial que genera unos 25.000 millones de euros anuales. Cerca del 90% del transporte ferroviario de mercancías entre China y la Unión Europea atraviesa Polonia, pero esta vía ahora mismo está en suspenso debido a las maniobras ´Zapad 2025´ y a los últimos acontecimientos relacionados con los presuntos drones rusos que habrían penetrado en el territorio polaco. Pekín ha solicitado a Varsovia que restablezca la ruta (vital para plataformas como Temu y Shein), pero tras tres horas de conversaciones, el ministro de Hacienda polaco, Sikorski, se ha negado. Teniendo en cuenta que las rutas marítimas son más lentas y que el transporte aéreo es hasta un 30% más caro, las cadenas de suministro europeas de comercio, incluyendo el electrónico, corren el riesgo de sufrir graves interrupciones. Esta situación ilustra la creciente tensión geopolítica y las presiones que recibe China en Europa, en buena medida fomentadas por Estados Unidos. Veremos cómo le sale la jugada a Polonia, el tiempo que puede mantener esta decisión y, sobre todo, la posición de Bruselas y de los demás países europeos perjudicados.”
EL DESENLACE DEL LEGADO DE BRZEZINSKI
En el corazón de los cambios geopolíticos que significó la cumbre de Tianjin se encuentra el fracaso de la visión de Zbigniew Brzezinski, articulada en su libro de 1997, El Gran Tablero de Ajedrez. Esta visión se convirtió en un principio central del movimiento neoconservador estadounidense, que abarcó tanto a administraciones demócratas como republicanas.
Brzezinski, argumentó que la hegemonía estadounidense sobre el territorio euroasiático requería romper la complementariedad económica natural entre Alemania y Rusia. Alemania proporcionaba su capacidad manufacturera a cambio de la energía barata y otros recursos naturales de Rusia. Al interrumpir esta relación, Estados Unidos pretendía evitar el surgimiento de un eje euroasiático Berlín-Moscú que desafiara su dominio.
Las sanciones contra Rusia, intensificadas desde 2014 (tras la anexión de Crimea) e intensificadas después de 2022, fueron diseñadas para paralizar la economía rusa, aislarla diplomáticamente y allanar el camino para confrontar a China. El régimen de sanciones no ha funcionado, y la economía rusa no está paralizada ni aislada. Además, los avances rusos en el frente de batalla ucraniano parecen no disminuir. Y además han cohesionado la moral y el espíritu de lucha del pueblo ruso.
Seguimos en esto el importante y serio aporte de Jesús Alberto García Riesco (coronel y politólogo español): “El Kremlim ha cohesionado a la sociedad rusa en torno ‘al temor a perder la tradición’ o ‘la rusofobia de Occidente’”.
La moral de combate -voluntad de vencer- es un concepto sustancial en el alma rusa; los rusos dan prioridad a la comunidad sobre el individuo, por lo que están dispuestos a luchar para que su país sea una ‘gran potencia a tener en cuenta’ por un Occidente que -piensan- no les ha respetado. Ucrania, también eslava, ha dado muestras colectivas de gran coraje, pero su voluntad de vencer -basada en un entusiasta protagonismo ciudadano sin solidez estatal- se va quebrando en la medida en que no siente el apoyo de una Europa que no quiere entender que el conflicto ucraniano también es su guerra.
EL APOYO SOCIAL
Los rusos dan prioridad a que Rusia sea una potencia temida y respetada internacionalmente. Según una reciente encuesta realizada por The Chicago Council on Global Affairs se sienten orgullosos de su país y apoyan la ‘operación especial’ en Ucrania, los rusos se sienten orgullosos de su país y los rusos apoyan la invasión de Ucrania.
La mayoría expresa orgullo de su historia (94%), de su influencia política en el mundo (74%) y de sus logros culturales, militares y económicos (88%, 82% y 57%, respectivamente); dan prioridad a ser una nación temida y respetada (55%) en detrimento de un buen nivel de vida (41%) y tres de cada cuatro apoyan la ‘acción militar en Ucrania’ de la que piensan saldrán victoriosos (76%). Aunque hay algunos indicios de que el apoyo continuo al conflicto podría estar suavizándose -el 61% cree que es hora de iniciar negociaciones de paz frente al 54% en 2024- la falta de deserciones, motines y rendiciones a gran escala sugiere que no ha habido una fractura importante de su voluntad de vencer.
Aunque el carácter imperativo de la resistencia a la invasión rusa no se ve realmente cuestionado en Ucrania, el compromiso masivo inicial se desvanece. Hrushetsk precisa que “sólo el 43% de la población se muestra optimista sobre el futuro del país, frente al 57% en 2024, y el 47% piensa que en diez años el país estará destruido y azotado por una huida masiva de la población en contraste con el 28% del año anterior”; Vigers, citando a Gallup, señala “que el 69% de los ucranianos considera que se debería negociar el fin de la guerra lo antes posible”. Disminuye la confianza ciudadana en el futuro de Ucrania.
La moral rusa se fundamenta en la tradicional espiritualidad (dukhovnost), considerada como el valor supremo que motiva a los soldados a luchar, por lo que ninguna arma puede reemplazarla; Golubyov señala “que llega a su zenit cuando los soldados comparten la creencia en Dios al enfrentarse al peligro”.
También nos dice: “Ucrania es una sociedad pluralista que ante la invasión rusa aumentó su religiosidad, pero el enfrentamiento entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Ortodoxa de Ucrania -nuevo símbolo nacional- no ha potenciado la voluntad de vencer. A pesar de todo, los ucranianos siguen demostrando su fuerza moral: reconstruyen, innovan, crean y avanzan a través del dolor y la devastación porque no se consideran víctimas de la guerra sino protagonistas de su destino”.
CONCLUYENDO
La cumbre de Tianjin y el memorando POS-2 no son el final, sino el comienzo de una realineación de los flujos energéticos en Eurasia. La desviación permanente del suministro de gas ruso de Yamal -que estaba destinado a Europa Occidental bajo la Ostpolitik- hacia China refleja la decadencia geopolítica de Bruselas y el vasallaje de Alemania a los intereses estadounidenses. Para Estados Unidos, el POS-2 supone un grave impacto en sus perspectivas de exportación de GNL, al perder un importante mercado en China frente al gasoducto ruso.
La visión de Brzezinski del dominio estadounidense en Eurasia -desde hace tiempo un dogma del establishment de la política exterior estadounidense- ha dado paso a una Rusia resiliente, una India desafiante y una China preparada para un dominio creciente en la industria manufacturera global. La arrogancia de Occidente ha sembrado las semillas de su propia marginación, y el mapa energético global ha cambiado irrevocablemente.