Por Ambrose Evans-Pritchard
Los mercados de petróleo, divisas y acciones están tratando la guerra total entre Israel y el régimen iraní casi como si fuera una disputa rutinaria y contenida en Medio Oriente, que probablemente se calmará como tantas otras veces antes.
No es nada parecido. El israelí Benjamín Netanyahu pretende derrocar el régimen clerical-militar de Irán y habla abiertamente de liquidar al líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei. Esta es una lucha a muerte.
Existe un riesgo muy alto de que Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia se vean arrastrados directamente al conflicto, enfrentando a las democracias contra la confederación en formación de Irán, China, Rusia y Corea del Norte, y su preocupantemente numerosa cola de estados semialineados.
La lucha híbrida entre dos bloques rivales se parece al traicionero paisaje anterior a la Guerra de los Treinta Años en 1618 y a la Primera Guerra Mundial en 1914. Sólo hace falta arrogancia y unos cuantos errores más para hacer estallar esta mecha de combustión lenta.
Los precios del crudo Brent ya han retrocedido a 74 dólares por barril mientras escribo esto. El mercado energético se encuentra en una profunda recesión. Los contratos de futuros para otoño cotizaban cerca de los 66 dólares el martes por la mañana, muy por debajo del rango promedio de los últimos 20 años en términos reales.
ENERGIA EN LA MIRA
Los inversores apuestan implícitamente a que ninguna de las partes subirá la apuesta y atacará buques petroleros o terminales de exportación en una región que suministra el 18% del petróleo y el 20% del gas natural licuado (GNL) del mundo. La lógica de este conflicto podría obligar a ambas partes a hacer precisamente eso.
“La energía está ahora claramente en la mira”, dijo Helima Croft, jefa de materias primas de RBC Capital Markets y ex analista de petróleo de la CIA.
Hasta el momento, Israel ha limitado sus ataques a objetivos energéticos que perjudican la economía iraní. Ha bombardeado depósitos de petróleo y combustible en Teherán y atacado refinerías en el yacimiento de gas South Pars.
Aún no ha atacado la vasta terminal petrolera de la isla Kharg, que representa el 90% de las exportaciones de crudo de Irán y, en esencia, financia al régimen clerical-militar.
La indiferencia del mercado podría interpretarse como evidencia de que el petróleo ya no importa tanto como solíamos creer. La intensidad del consumo de petróleo en el PBI mundial ha caído un 60% desde la crisis energética de la década de 1970.
En este momento, el mundo está inundado de crudo. Arabia Saudita y los países del Golfo han lanzado una guerra de precios no declarada contra sus rivales no pertenecientes a la OPEP -y contra los tramposos de la OPEP-, añadiendo 400.000 barriles diarios al suministro cada mes en un momento en que la economía mundial, golpeada por Trump, es demasiado débil para absorberlo.
Detrás de todo esto hay un viento en contra mayor e implacable para los petroestados: China está avanzando a una velocidad vertiginosa para electrificar su economía y poner fin a su dependencia de las importaciones de combustibles fósiles transportadas por mar.
Los vehículos eléctricos ya representan la mitad de los autos nuevos vendidos en el mayor mercado automovilístico del mundo. La trayectoria es imparable y prácticamente vertical en términos históricos. Se está extendiendo a los camiones y al este de Asia.
Esta es la razón principal por la que Arabia Saudita ha dejado de intentar apuntalar los precios del crudo y se ha dedicado a buscar cuota de mercado. Sin embargo, aún se pueden producir picos violentos en el precio del petróleo incluso en un mercado bajista estructural.
Los ingresos por exportaciones petroleras de Irán ascendieron a 53.000 millones de dólares el año pasado. La mitad se destina directamente al ejército, financiando el enriquecimiento nuclear, la producción de drones y las fuerzas de misiles del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria.
LA SUPERBOMBA
El problema cardinal para Netanyahu es que no tiene la bomba antibúnkeres -la Massive Ordenance Penetrator- la única arma capaz de hacer estallar el complejo nuclear de Fordow, construido a gran profundidad cerca de Qom y fuera del poder de ataque de la fuerza aérea israelí.
Ya debería ser obvio que no se detendrá hasta destruir la capacidad nuclear de Irán y paralizar al régimen sin posibilidad de recuperación. Así que, a menos que pueda desmantelar la planta de Fordow por otros medios, lo cual resultará muy difícil, la estrategia de contingencia es destruir las instalaciones de la isla Kharg y exprimir al máximo los ingresos iraníes.
Irán ha estado enviando 1,5 millones de barriles diarios a pesar de las sanciones occidentales, la mayoría de ellos contrabandeados a China en petroleros de la "flota oscura" con la total complicidad de Pekín. Esta cifra representa un aumento respecto a casi cero en 2022.
Arabia Saudita cuenta con suficiente capacidad disponible para compensar la pérdida total de las exportaciones iraníes si fuera necesario. Pero un ataque israelí a la isla de Kharg no terminaría ahí. La Guardia Revolucionaria iraní siempre ha amenazado con cerrar el Estrecho de Ormuz, desatar el máximo caos energético y globalizar el conflicto si sus propias instalaciones de exportación de petróleo son atacadas.
Irán carece de los medios para cerrar por completo el estrecho cuello de botella, y sus buques correrían el riesgo de ser aniquilados por la Quinta Flota estadounidense si lo intentara. Sin embargo, aún puede sembrar el caos lanzando ataques puntuales contra petroleros, como hizo en 2019.
S&P Global Market Intelligence cree que el régimen iraní podría atacar la infraestructura energética en toda la región como un movimiento final y desesperado una vez que agote su stock de misiles y pierda su principal herramienta de influencia.
Podría intentar movilizar a las milicias chiítas iraquíes, como Kataib Hezbollah y las Fuerzas de Movilización Popular, para paralizar las terminales petroleras de Basora, amenazando con bloquear hasta 3,4 millones de barriles diarios de exportaciones.
Irán no desea un conflicto paralelo con los estados árabes sunitas. Ya se está recuperando de la pérdida de su aliado estratégico en Siria y de la decapitación de sus aliados de Hezbolá en el Líbano. Reparó sus lazos con Arabia Saudita hace dos años mediante un acuerdo negociado por China.
Tampoco quiere irritar a China. Pero la tolerancia tiene límites si el régimen se ve presionado. "No creemos que los líderes iraníes prioricen mantener el suministro constante de crudo a China por encima de intentar asegurar su propia supervivencia", declaró la Sra. Helina Croft de RBC Capital Markets-
Oxford Economics pronostica que una crisis petrolera de este tipo impulsaría el petróleo a los 130 dólares y elevaría la inflación mundial y estadounidense al 6%.
LOS MAS AFECTADOS
China es la que más depende ahora del petróleo y el GNL del Golfo. Estados Unidos prácticamente no importa combustibles fósiles de la región, salvo un poco de crudo pesado árabe para equilibrar sus refinerías. Esto protege a Estados Unidos del riesgo inmediato de suministro, pero no de una subida brusca de precios. El arbitraje a través del mercado de futuros vincula instantáneamente los precios del petróleo estadounidense con los mundiales.
En una crisis como esta, las naftas también se disparan para los estadounidenses. Conducen el doble de distancia que los británicos o alemanes, en promedio, y sus coches consumen un 50 % más de combustible por kilómetro.
Donald Trump podría concluir que es mejor unirse a la guerra y lanzar su bomba antibúnkeres sobre Fordow antes que arriesgarse a un impacto negativo en el costo de la vida bajo su mando. Pero eso crearía una situación peligrosa y de gran alcance de otro tipo.
Nunca olvidemos un hecho: fue Trump quien, petulantemente, rompió el acuerdo nuclear original entre las seis potencias con Irán en 2015. Fue él quien socavó a la facción moderada en Teherán, provocó la reacción de la línea dura y provocó la crisis nuclear que ahora atormenta su presidencia. ¿Acaso el presidente de los concursos televisivos empieza a comprender lo que hizo?
(c) The Daily Telegraph