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La historia de la artista autodidacta que hizo el gran mural de 120 metros en el Durand y transformó el barrio

La dama de los mosaicos de Caballito

Lilita Baldi creó un museo al aire libre en su barrio a partir de donaciones de los vecinos. Su arte, cargado de emoción y recuerdos, no se basa en dibujos o proyectos, sino en la conexión directa que establece con la gente.


Lilita Baldi, una jubilada y artista autodidacta de 66 años, ha convertido las calles de su barrio, Caballito, en un museo a cielo abierto. Armada con objetos rotos, fragmentos de recuerdos y una inagotable vocación comunitaria, crea murales que no solo embellecen el paisaje urbano, sino que también tejen una red de memoria, gratitud e inclusión.

Su viaje como muralista comenzó de forma inesperada en el año 2021. La construcción de un edificio alto junto a su casa le arrebató la luz del sol, sumiéndola en una profunda tristeza. “Me deprimí porque me encerraron con un paredón, y ahí hice mi primer mural para poner más lindo ese espacio”, recordó Lilita sobre cómo buscó su propio astro.

Con lo que tenía a mano fue construyendo su primer "árbol de la vida". Ese fue el comienzo de un viaje que no solo transformaría su vida sino también la de sus vecinos. Lo que empezó como una intervención íntima de su casa, pronto se convirtió en una necesidad pública. Colgó un cartel en su puerta que se volvería emblemático: “Todo lo que se les rompa, menos el alma, me lo traen”. La respuesta de los vecinos fue inmediata, donando espejos, platos y collares rotos que se convertirían en la materia prima de su obra colectiva.

UN CORAZÓN

La intervención más grande y una de las más conocidas de Lilita es el mural de 120 metros en una de las paredes del Hospital Durand. La idea surgió tras escuchar una noticia sobre el robo a unos médicos. “Me dije que antes los aplaudíamos en la tele y ahora les pagan mal y además les roban lo poco que ganan. Entonces hice un gran corazón en una de las paredes del Hospital Durand y puse: “Gracias, doctor”, contó la abuela artista sobre el origen del proyecto.

Ese corazón inicial se transformó en un gigantesco árbol de la vida rodeado por 100 manos. La primera mano moldeada fue la de Freddy, el barrendero del barrio. A él se sumaron las manos de referentes de toda la sociedad: "desde el rabino al cura, del abogado al barrendero", y hasta colaboradores internacionales que, enterados del proyecto, enviaron sus moldes desde España, Chile y Costa Rica.

La iniciativa terminó siendo adoptada por vecinos de Caballito y de otros barrios que pasaban junto a la obra o iban al Hospital Durand. Más allá de las formas y los colores, el verdadero corazón del proyecto terminó siendo también las historias que lo construyen. Hay algunas que marcaron a Lilita para siempre.

Una de las más conmovedoras es la de Inés, una señora de Mataderos. “Vio en el Instagram de su nuera lo que yo estaba haciendo y, a pesar de estar ya en la última etapa de un cáncer que le arrebató su vida, decidió que tenía que participar. Un día, la bajaron de un auto; vino con su trajecito sastre, flaquita, temblando, pero con una determinación que me hizo llorar, y lloro cada vez que lo cuento”, recordó la artista de Caballito.

Lilita Baldi.

Luego agregó que “me trajo azulejos de su propia casa para el mural. Seis meses después, antes de fallecer, Inés dejó un último encargo para su familia que fue que me trajeran el resto de los azulejos que le quedaban en la casa, para que yo pudiera seguir haciendo murales. Ahora, en cada obra que comienzo, pongo un pedacito del azulejo de Inesita. Es mi forma de mantener viva su historia y su inmensa generosidad”.

Las conexiones surgieron de las formas más inesperadas. Otro día, sonó el timbre de su casa. Era un destacado doctor reumatólogo que le dijo "Soy médico nacido y criado acá, trabajo en el Hospital Durán y me encantaría estar en el mural". Aunque Lilita ya había colocado gran parte del material, su deseo de formar parte era inquebrantable.

“Volvió con un conejo de imán sin orejas. Me confió que era de su madre, de 99 años, y que había estado pegado en el botiquín de su baño. Estaba muy deprimido porque debían internarla, y ese pequeño objeto representaba un pedazo de la vida familiar que se desvanecía. Con todo el cuidado que merecía, pegué el conejito en el mural. Pero la historia no terminó ahí. Una semana después, el doctor regresó acompañado de su hermana y su madre, que cumplió 100 años hace poco. Juntos, se sacaron fotos en la esquina, sonriendo junto al conejito que ahora formaba parte de la historia del barrio”, señaló emocionada Lilita.

LEGADO

Cada fragmento de este mural no es solo cerámica; es el legado de cada donante que demuestra que el arte une a la comunidad de una forma profunda y eterna.

Entre sus obras más emotivas se encuentra el "Muro de las Creencias", un espacio donde cada objeto representa la fe y los anhelos de quienes los donaron. “Hice un muro donde cada uno me trajo la representación de aquello en lo que cree", explicó Lilita. Allí conviven una Virgen de Luján, una bombilla de mate que simboliza la amistad, una llave del sueño de la casa propia, entre otros. Pero el objeto que más la "emocionó fue una nena que me trajo su chupete porque creía que no lo iba a usar más. Así también me fui dando cuenta de que esto excedía a mi idea original”.

La Ciudad del Ratón Pérez rescata la tradición del "Hada de los Dientes".

Con la misma ternura, creó la "Ciudad del Ratón Pérez" para rescatar la tradición frente a la popularidad del "Hada de los Dientes". "Muchos me dicen “Gracias a vos, ahora mi hijo le pide al Ratón Pérez", comentó riéndose. El mural incluye versiones del ratón dibujadas por los niños del barrio, con casitas cuyas puertas son dientes de cerámica.

Por otra parte, los comerciantes que han donado objetos también se vieron beneficiados por el arte de Lilita. “Ahora termine de hacer un mural en un negocio, porque hice en tres locales del barrio. Es una óptica que me había donado un montón de cristales. Decidí intervenir artísticamente la fachada del local, para lo cual diseñé y construí unas gafas de tamaño gigante. Los lentes de esta pieza fueron elaborados con cristales donados. Para completar la composición, añadí unos ojos y un diseño de ondas de estilo psicodélico”, explicó la orgullosa vecina que expone su trabajo en @elmundodelilita su cuenta de instagram.

Los murales de Lilita también son un vehículo para el homenaje y la reivindicación. Creó dos obras dedicadas a los excombatientes de Malvinas. Una de ellas, en el colegio Dámaso Centeno donde se incluyó las manos de 60 veteranos de todo el país. La otra, en el Hospital Durand, en que se atesora una donación especial constituída por un cenicero conmemorativo que le regaló un exsoldado del barrio.

PROYECTOS

Fiel a sus principios, esta vecina de Caballito rechaza cualquier tipo de pago por sus murales. En tanto, su proceso creativo es puramente intuitivo, sin bocetos ni planificación. “Yo no dibujo, no proyecto nada. Me paro frente a la pared y empiezo a armarlo. Entro como en un limbo", describió al ser consultada sobre su proceso creativo.

Hoy, mientras otros a su edad piensan en descansar, Lilita no piensa detenerse. Tiene proyectos futuros, como un mural en una escuela de la localidad de Aguas Verdes, en el Partido de la Costa, y el deseo de dar charlas para contagiar su pasión. Su mayor anhelo es seguir transformando su entorno y difundir sus cuadros, mientras deja una huella de color y comunidad.