El mundo

La carta que estremece a Evo Morales

(La Paz, Bolivia) - Desde hace días los parques, los muros y las fachadas de decenas de oficinas públicas amanecen en Bolivia con fotocopias pegadas de una carta escrita sin cuidados literarios, pero con profunda pasión que refleja el mandato de cabildos populares desarrollados en todo el país.

 “Renuncio de manera irrevocable al cargo de Presidente Constitucional, doy paso a la sucesión constitucional pues para mí, la patria está primero. Que la paz llegue a nuestras ciudades y a todas nuestras calles”, dice el texto que debería firmar Evo Morales Ayma.

 La misiva fechada el 5 de noviembre en sólo cuatro párrafos describe la situación que convulsiona a la nación sudamericana desde el 21 de octubre pasado. Fue leída por el líder cívico cruceño Luis Fernando Camacho ante multitudes concentradas en las principales plazas capitalinas y recibió el respaldo de las diferentes agrupaciones sociales que quieren que Evo se vaya.

 Son 20 líneas que se han convertido en el símbolo del deseo de cientos de miles de bolivianos que se manifiestan de día y de noche, en las urbes, en las provincias, en las cinco fronteras contra el Movimiento al Socialismo (MAS) que gobierna desde 2006. Específicamente hay condena a la cadena de indicios de irregularidades antes, durante y después de las elecciones generales del 20 de octubre de 2019.

Es la primera vez en la historia de esta nación, acostumbrada desde su fundación en 1825 a revueltas y motines, que las manifestaciones alcanzan a todo el territorio de norte a sur y de este a oeste y reúnen una combinación inédita de procedencias de clase, de etnia y de región.

Por ello, una de las claves de la resistencia de tantos días de protesta es la unión de millennials con habitantes de las laderas empobrecidas; de mineros potosinos con empresarios del trópico; de estudiantes con sus maestros; de antiguos combatientes de los años setenta con muchachos que desde se organizan a través de redes sociales y de plataformas.

Ese abanico territorial y generacional tiene como rostro a los jóvenes que se solían calificar como apáticos políticamente, X o Z, y a las mujeres que reflejan una acumulación de varios lustros luchando por mayor protagonismo público.

El alcance en el espacio y el tiempo de la movilización cotidiana ha dejado sin argumentos al gobierno que solía escudarse contra cualquier signo opositor como “ataque al presidente indígena”, “neoliberales”, “derechistas”, “separatistas”. Hoy, los adjetivos no le alcanzan para armar una narrativa.

 Más bien, han agudizado las demandas que empezaron contra la manipulación de los resultados electorales y que ahora piden la salida de Morales y de su gobierno como sucedió en otras crisis similares: 1985, cuando el presidente Hernán Siles tuvo que recortar su mandato para frenar las protestas contra la hiperinflación; 2003, cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada salió por la sangrienta represión en la llamada guerra del gas; y 2005, cuando su sucesor constitucional anunció su renuncia para calmar las continuas protestas de movimientos sociales que cercaron su gobierno.

DE LA CIMA A LA SIMA

En el caso de Evo Morales Ayma es complicado entender cómo pasó de ser el candidato mejor posicionado desde el inicio del ciclo democrático, que ya lleva 37 años, a ser el mandatario más aborrecido. En 2006 logró acumular el 54 por ciento de votos y ganó ampliamente un plebiscito nacional, la aprobación de la nueva constitución y un nuevo mandato en 2010.

El presidente de origen aimara había logrado, además, arrinconar a representantes del “viejo régimen” con medidas populares y con represión selectiva, aunque a veces muy cuestionada como el ajusticiamiento de cinco hombres en el “Hotel de las Américas” acusados de querer provocar en Bolivia una guerra balcánica.

A partir de 2011 comenzó un deterioro interno acelerado con el alejamiento de las figuras claves fundadoras del llamado instrumento del cambio IPSP/MAS (Instrumento por la Soberanía de los Pueblos/ Movimiento al socialismo) organizado sobre la base del combativo sector agrario que siembra coca en el Chapare al centro de Bolivia y con alianzas en múltiples asociaciones sindicales y de base.

La represión ordenada por Morales contra los indígenas más pobres que habitan las tierras bajas provocó la condena de defensores de derechos humanos y de activistas ecologistas. Los nativos defendían el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) en el corazón amazónico, amenazado por la expansión de los cocaleros masistas y por una carretera para dividir su hábitat.

 Junto al vicepresidente Álvaro García Linera, un guerrillero acusado de robar las remesas de los catedráticos de la universidad, Morales volvió a candidatear en 2014 con una trampa interpretativa de la constitución que García Linera calificó de “estrategia envolvente”.

Morales recibió nuevamente una mayoría de votos (aunque las últimas investigaciones sobre el proceso electoral muestran que los fraudes comenzaron antes del 2019). Sean más o menos votos, el apoyo democrático reflejaba varios éxitos del gobierno del MAS: estabilidad macroeconómica; distribución  social de los ingresos por la exportación de materias primas aumentados 10 veces por condiciones del mercado internacional; atención prioritaria a los sectores más vulnerables de la población; presencia constante en poblaciones olvidadas por el antiguo estado; visibilización de los grupos indígenas en un país secularmente excluyente; mejora en indicadores de pobreza, de alfabetización, de atención al binomio madre niño.

Bolivia experimentó años de gobernabilidad que no gozó al inicio del nuevo siglo. Gobernabilidad que tuvo el rostro de la estabilidad cotidiana y de un respaldo internacional también inédito por el entorno del llamado socialismo Siglo XXI en varios países de la región y en dos vecinos claves: Argentina y Brasil.

El rostro indígena de Evo también ayudó a abrirle muchas puertas, sobre todo en Europa, entre partidarios indigenistas, en las ONGs progresistas, entre partidos de la social democracia y con gobiernos más radicales como Irán o Turquía.

Creció la presencia política y económica de Rusia con acuerdos políticos y comerciales, aunque sin ocupar el espacio más notable de China. Empresas chinas, algunas de dudosa procedencia y muchas explotando recursos naturales e incumpliendo leyes sociales bolivianas, se convirtieron en reclamos de obreros y de intelectuales.

Parecía que el país salía de la dependencia del imperio estadounidense para someterse sin rubor a intereses asiáticos. Varios negociados fueron descubiertos en torno al dinero que fluía entre el MAS y Beijing.

El rostro perverso de la gobernabilidad y el que ahora le cuesta a Morales el pedido de su renuncia es la corrupción; el clientelismo para silenciar al otrora combativo sindicalismo minero y a la Central Obrera Boliviana; la sumisión al punto de la humillación de los comandantes militares y policiales; y la desinstitucionalización de entidades que debieran ser independientes como el Poder Judicial, sobre todo el Tribunal Constitucional, el Ministerio Público, las fundaciones culturales públicas, la defensoría del pueblo, y otras.

El MAS ignoró los pedidos para respetar la soberanía del órgano electoral en su calidad de árbitro en los sufragios.

Seguro de su poder, el gobierno convocó a un Referendo en 2016 para que la población aprobase una modificación a la Constitución del Estado Plurinacional que permitiese a Evo y a Álvaro ser candidatos sin límites temporales.

La victoria del NO el 21 de febrero, el 21F como se conoce en las movilizaciones, fue el parteaguas de un gobierno que de ser robusto comenzó a desmoronarse con medidas cada vez más abusivas por ignorar su derrota e imponer un binomio no constitucional.

SEGUNDA VUELTA, NUEVAS ELECCIONES, RENUNCIA

Un rosario de medidas, apoyadas por gastos millonarios en publicidad estatal, para conseguir habilitar a Evo-Álvaro distrajeron al propio gobierno de sus tareas inmediatas y ensancharon el rechazo de las nuevas generaciones.

El primer mandatario no era capaz de cumplir su palabra de irse ante la adversidad. Imagen aún más deteriorada por esconder un romance con una muchacha clave en contratos con empresas chinas y el cuento lleno de pasajes de telenovela de un hijo que hubo pero que no nació, que se acarició, pero no se conoció, que se inscribió, pero no murió.

 La toma del Tribunal Supremo Electoral, TSE, por partidarios del MAS- la mayoría de escasas luces profesionales- provocó la renuncia de los profesionales y muchas sospechas de una gran maquinaria para alterar resultados electorales a través de sofisticados mecanismos informáticos.

El TSE, presidido por María Eugenia Choque y Antonio Costas, cambió reglas en complicidad con la Asamblea Legislativa de mayoría oficialista para evitar las candidaturas opositoras, la inscripción de nuevos partidos, la rendición de cuentas. Pese a esas desventajas, varias fórmulas alcanzaron a superar el cronograma electoral.

 Ese primer capítulo fue un primer obstáculo para el aparente camino allanado para lograr un nuevo mandato de Morales con maquillaje electoral.

Carlos Mesa, periodista de 66 años, vocero del propio Morales en la demanda marítima presentada a la Corte de La Haya, se convirtió en el candidato más notable.

 La derrota de Bolivia ante Chile en ese escenario internacional había sido un gran balde de agua fría para ambos, pero sobre todo para Morales que quería tapar con la centenaria demanda boliviana su candidatura habilitada con una antojadiza interpretación sobre su derecho humano a ser siempre candidato.

La piedra más grande fue el incendio inédito de siete millones de hectáreas en las llanuras y en el ingreso a la Amazonía, en al menos cinco departamentos bolivianos, pero sobre todo en Santa Cruz que perdió las áreas más simbólicas de su identidad. La inoperancia del régimen, la aparición de Morales para negar la declaratoria de desastre nacional, provocaron las primeras grandes movilizaciones contra su gobierno.

 Un cabildo con más de un millón de personas en Santa Cruz de la Sierra fue el gong que marcaba su fin.

Los resultados urbanos del 21 de octubre fueron demasiados evidentes, el apoyo a Carlos Mesa superó todos los pronósticos de las encuestadoras y salió el voto ocultó. Al anochecer de ese domingo, el país conoció que habría una segunda vuelta electoral.

Horas después, Morales salió en televisión anunciando que él era el ganador y por mayoría y que no habría segunda electoral.

  El súbito cambio de la tendencia electoral provocó inmediatamente la salida de jóvenes opositores a las calles pidiendo la segunda vuelta, tendencia reforzada por el informe de los observadores electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA)

Las reacciones burdas y torpes tanto del TSE como del propio gobierno agudizaron la protesta inicialmente focalizada en algunos centros citadinos. Pronto el polvorín alcanzó a todo el país y agudizó las medidas.

 El uso de lumpen y de patotas, a veces alcoholizadas, además de mineros oficialistas mezclados con agentes de seguridad lanzando dinamita a las manifestaciones encendió la violencia. Las protestas pacíficas se convirtieron rápidamente en batallas callejeras en todo el país. Decenas de memes, de creaciones artísticas, de protestas de los futbolistas más cotizados, de las poblaciones más alejadas, crearon un ambiente alegre para distraer los muchísimos de paro sin treguas.

 La demanda pasó a exigir nuevas elecciones cuando se conocieron detalles técnicos de las irregularidades del TSE y de las acciones de la operadora Lucy Cruz nombrada por Evo dentro del organismo electoral.

Más respuestas violentas utilizando turbas contra las manifestantes y el uso indiscriminado de la fuerza policial radicalizó la exigencia: ¡fuera Evo Morales!

Este pedido fue aprobado en cabildos callejeros, y sintetizado en la carta que no quiere recibir Morales pero que está ahí, en todas partes: su renuncia.

Al anochecer del viernes 8, los policías se amotinaron en casi todo el país.

Difícilmente Evo Morales podrá quedarse para su ansiado cuarto mandato.