Opinión
Actualidad religiosa

La Corredentora

El 23 de marzo de 2021, el Papa Francisco se descolgó con una afirmación escandalosa. Hablando de la Santísima Virgen María, dijo que ella “nos protege como Madre, no como diosa”, que “el único redentor es Cristo”. Llamarla corredentora “es una expresión de amor exagerada”.
Es evidente que se confunde, o finge hacerlo. Nadie que afirme la corredención de María le atribuye la divinidad, ni desplaza a Jesucristo de su condición de único Redentor. El Papa se pronuncia arbitrariamente sobre un tema que está liberado a la discusión de los teólogos, y lo hace contrariando el movimiento del desarrollo doctrinal de la Mariología.
Con total naturalidad las afirmaciones dogmáticas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción conducen una nueva conquista teológica que ahora se abre: las afirmaciones de la Mediación universal y la Corredención, la forma plena de la colaboración de María con Cristo y su obra redentora.
El Co de Corredentora no iguala y ni compite con la única Redención de Cristo, sino que la acompaña en la máxima cercanía. Negar a la Corredentora equivale a desconocer o negar la doctrina católica sobre el papel de María.

LOS SANTOS
La negación de Francisco (¡que la Virgen lo perdone!) del rol de María en su participación en la obra redentora de Cristo, que es única y excepcional, contradice la afirmación de los santos que han atribuido a la Madre de Dios el título de Corredentora. Citemos solamente a Teresa Benedicta de la Cruz, Josemaría Escrivá de Balaguer y la madre Teresa de Calcuta. Ellos han seguido el impulso del desarrollo doctrinal que desde la Edad Media -y aún antes, en el caso de los teólogos cistercienses y San Bernardo- ha ido explicitando la fe de la Iglesia; que desde el 431 fue comprendiendo mejor el concepto de Madre de Dios.
San Juan Pablo II, al menos en seis discursos, llamó a María Corredentora. El 23 de marzo de 2021 quedará como una fecha aciaga que marca el desvío del actual pontificado, y lo ubica anticipadamente como uno de los peores de la historia papal.

BASE BIBLICA
La noción de Corredentora tiene una base bíblica. En el Evangelio según San Juan podemos discernir el sentido de dos pasajes, íntimamente conectados en los que el Señor llama a su Madre Gýnai, Mujer.
Se expresa aquí una reminiscencia del Génesis: la Mujer es la Nueva Eva. El primer texto es Jn 2, 1-11, las Bodas de Caná; el segundo es Jn 19, 23-37, la Crucifixión y Muerte de Jesús. La Nueva Eva está unida al Nuevo Adán, que es Cristo.
En Caná se insinúa el tema de las Bodas (Dios-Cristo y el Pueblo-la Iglesia). Es María quien percibe la falta, y conociendo cabalmente a Jesús, dice: óinon ouk éjousin, “no tienen vino”. La reacción de Jesús puede ser entendida diversamente: “¿qué tenemos que ver tú y yo?” como, por ejemplo: somos invitados, aunque de María se dice simplemente que estaba allí. Pero la razón es: “aún no ha llegado mi hora” (Jn 2, 4).
La hora llega en el Calvario, donde estaba María con María de Cleofás y María Magdalena: Jn 19, 25; entonces Jesús la ve a su madre y la llama nuevamente Gýnai, Mujer (Jn 19, 26) y la entrega al discípulo. En esa hora, “para que se cumpla la Escritura”, dice el Señor: tengo sed. Entonces todo se cumple; lo que se cumple es la historia de la humanidad, que alcanza su télos (fin), como Jesús lo confirma: Todo se ha cumplido (Jn 19, 30): la vieja humanidad se acaba y comienza una nueva.
MAXIMA CERCANIA
El co de Corredentora enuncia la máxima cercanía con la obra de Cristo; no es una mera circunstancia, sino una pertenencia esencial. Negar el lugar de María equivale a amputar el misterio de la redención.
El Vaticano II (Lumen gentium, 53), reconoce que María es venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor. La Mariología ha sido objeto de una discusión fundamental para el curso del Concilio. Se enfrentaron dos posturas.
La posición tradicional proponía dedicar expresamente un Documento a la doctrina católica sobre la Madre de Dios, en continuidad con la obra de Pío XII. Sería expresión del desarrollo homogéneo de la doctrina eclesial, según el método propuesto en el siglo V por San Vicente de Lerins. Según este criterio la Mariología católica se ha desarrollado como un crecimiento desde la declaración dogmática del Concilio de Éfeso (año 431), que la reconoció como Theotókos, es decir, Madre de Dios. Otra etapa llevó a denominarla aeiparthénos, siempre virgen. En la discusión del Vaticano II esa postura tradicional fue expresada por el Cardenal Rufino Santos, arzobispo de Malinas (Filipinas). Pero por leve diferencia se impuso una posición minimalista, inspirada en la obra del teólogo René Laurentin. Según esta tendencia no se dedicó un documento especial a la doctrina católica sobre la Madre de Dios, sino que se la incluyó como capítulo octavo de la Constitución sobre la Iglesia Lumen gentium.
El minimalismo conciliar tuvo gran influjo sobre la teología posterior y varias capillas eclesiásticas, pero no contaminó la fe del pueblo sencillo. La negación del título Corredentora se inscribe, por tanto, como una consecuencia del minimalismo conciliar; expresa un menor reconocimiento y un menor amor a María.

CAUSA DE SALVACION
Pero otro es el curso de la tradición; su cooperación en la obra del Salvador se ha ido comprendiendo progresivamente y a la luz de la Cristología, con sus raíces en San Ireneo (siglo II) quien la contrasta con Eva, causa de muerte: María con su sí se convirtió en “causa de salvación” para todo el género humano. A fines del siglo X se presenta a María como unida a Cristo en la totalidad de la obra redentora: “ella permaneció unida en cada acto, actitud y deseo”, como enseña el monje bizantino Juan el Geómetra.
Parece pues que la Corredención Mariana es una verdad enseñada por el magisterio ordinario de la Iglesia, lo cual hace más escandalosa la negación del Papa Francisco. El hecho que no aparezca el tema así enunciado en la Biblia (como tampoco lo están los dogmas de la transubstanciación y la infalibilidad papal) no es razón para recluirse en una especie de primitivismo que desconoce el hecho del desarrollo doctrinal (la evolución del dogma católico).
No es razonable renunciar a la verdad revelada por el desarrollo dogmático en aras de un acuerdo superficial. Juan Pablo II ha mostrado cómo se puede balancear la integridad doctrinal y la delicadeza ecuménica. Más aún, tendríamos que confiar la causa ecuménica a la intercesión de la Madre de la Iglesia.
La afirmación de María Corredentora tiene una dimensión profética y esjatológica que ilumina el momento actual de la Iglesia y de la humanidad; la verdad expresada en el mensaje de Fátima: “Finalmente mi Inmaculado Corazón triunfará”. Aunque parezca curioso, en la cultura actual se desarrolla, junto y frente al ateísmo, una actualización de la stoa precristiana, de inspiración gnóstica. En semejante vacío de la fe de la Iglesia se debería recurrir a la mediación de la Corredentora, que señala el único Redentor Cristo Jesús, diciendo como en Caná –y haciendo comprender este mensaje- “Hagan todo lo que Él les diga”.