POR TOMÁS I. GONZÁLEZ PONDAL
Hay gente que está casi todo el día hablando de trabajo. Gente que habla casi todo el día del bolsillo. Gente que está días y días desmenuzando por todos los ángulos posibles el último chismerío que apareció. Gente que por meses y meses reparte por todos lados conceptos políticos. Por mi parte, verán, hablo bastante contra el modernismo, atento a que día tras día ataca sin dar respiro, aunque, claro está y ya lo sabemos, se da aires de bonachón y se camufla de católico. También sabemos que entre las delicias de los altos jerarcas ganados por el progresismo, está su placer por la comunión en la mano modernista.
Mientras miramos a guerras inter-nacionales como cosas lejanas, la guerra espiritual a la que asistimos y que nos tiene por protagonistas directos, parece como no existir, no importar, y eso que San Pablo nos conmina:
“Porque para nosotros la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en lo celestial” (Efesios 6, 12).
Novus ordo, res novae: al Nuevo Orden, cosas nuevas, a la Nueva Misa Paulo-bugniniana, caprichos personales ecumenistas.
Al Nuevo Rito de 1969, nuevas disposiciones para él, entre ellas: el advenimiento de la invención llamada “Ministros Extraordinarios” y la “comunión en la mano”, la que, no me cansaré de repetirlo, no ha existido nunca tal y como hoy se la ha impuesto en todas partes. Recomiendo vivamente para el que le interese profundizar sobre el particular, mi libro: El modo católico de comulgar: ¿es diabólica la moderna comunión en la mano? (ediciones Río Reconquista).
FABRICACIONES
Las fabricaciones modernistas antedichas, encuentran acogida en el también nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 y otras disposiciones legales eclesiásticas Post-conciliares. Con todo el fenomenal popurrí bien estructurado, una cantidad impresionante de altos eclesiásticos se han sentido y se sienten poderosos para oprimir a fieles católicos que se oponen a seguir prácticas reñidas con la más elemental doctrina católica.
Entre las maniobras utilizadas, quizá la principal, está la utilización de la orden que extralimita a la misma autoridad concedida y que reclama obediencia, autoritarismo abominable, y que, en su mismo lance desguaza a la virtud de la obediencia, de modo que la respuesta positiva al mandato tiránico no es obediencia sino servilismo, no es virtud sino corrupción.
COMPLACENCIA
La Conferencia Episcopal Argentina, hoy ya en bloque unificado, siempre se ha mostrado amiguísima complaciente de cuanta novedad eclesiástica apareció, principalmente las que contaron con sellito canónico. La diócesis argentina que no encajaba del todo en el tablero anti-Pascendi, era la de San Luis. Eso no podía continuar así, para lo cual Francisco nombró a Monseñor Gabriel Barba obispo de la provincia puntana.
En tiempo récord, Barba arrasó todo lo que quedaba de Tradición Católica en la diócesis, imponiendo la abominable comunión en la mano modernista; haciendo en el interior de la Catedral sanluiseña celebraciones ecuménicas judeo-protestante-umbandistas; desplazando hacia pueblos alejados a los sacerdotes que “olían a pasado”; aplastando más y más al seminario local; trayendo exponentes de un “catecismo” que, desenmascarado su camuflaje nominativo, fueron, en verdad, todo un cataclismo. La lista de afeitadas es más abultada, mas basta por ahora con las referidas.
Aparecieron las defensas del obispo, iterativas de lugares comunes, de sinsentidos, de postulados conductores de apostasía. Entre otras porciones putrefactas de la torta, está la que contiene esto: “Se peca más con la boca que con la mano, por tanto es muy conveniente comulgar en la mano”.
Manifestación cachafaz que no resiste el análisis. Varias cosas para decir, pero anoto aquí simplemente esto: No se trata de una competencia sobre qué parte del cuerpo peca más que otra. De hecho esta pseudo sana doctrina está pasando por alto el requisito elemental, de que, para recibir la Divina Eucaristía, el alma no debe estar en pecado mortal.
La experiencia va probando que el recurso tonto consabido y con el que intenta permitirse el comulgar en la mano como algo posible, bueno y derecho de los feligreses, muchas veces no es más que un recurrir a una posición cobarde, la que, buscando congraciarse con el obispo modernista de turno favorecedor de la sacrílega manera de comulgar, buscó a su vez, mediante piruetas mentales, aplacar la conciencia propia para que llegue a decir “uf… al fin de cuentas no era algo tan malo”; se trata de una posición subjetivista y soberbia. Las otras veces se practica así, fruto de seguir lo que hace una masa que obedece ciegamente las invenciones propuestas, y que, quizá, no haya oído la campanada verdadera.
Por otra parte, de seguirse la estupidez que ve la mano más limpia moralmente que la boca, no se está reparando en que, en definitiva, dicho modo estaría sumando dos partes con las que se peca, sin dejar ninguna a fuera: la mano, primeramente, la boca después. Porque no es que la mano “menos mala” mediante un milagro genere una abertura en la palma y así “consuma” la hostia, sino que la mano “menos mala” lleva la Eucaristía a la boca “más mala”, resultando entonces que la mano y la boca están en connivencia. La mano, salvo milagro, deja caer las partículas consagradas en las que, la fe así nos lo enseña, se halla Cristo. La boca, salvo que se escupa, jamás deja caer las partículas consagradas, revelándose así el gran respeto hacia la Divina Eucaristía.
EL DOCUMENTO
El día 14 de octubre de 2025, Monseñor Barba emitió un documento más favorecedor de su tan amada comunión en la mano. Los entrecomillados son cosas del obispo. “Para el bien de las almas”. Mera palabrería, pues a ningún alma hace bien el manipular a la Divina Eucaristía.
Como bien lo enseña Santo Tomás de Aquino, solo las manos consagradas pueden tocar la Hostia, y quienes tienen las manos consagradas son solo los sacerdotes. “Durante muchos años estuvo prohibida.” De modo que ya se va viendo que lo del covid fue la excusa para un desembarco modernista más efectivo, y que, en verdad, lo que está de fondo tocante a la modalidad de comulgar en la mano, pasa por los años que se la prohibió y que en eso la diócesis puntana no estaba acomoda al progresismo imperante.
“Este proceso de apertura a esta opción de toda la Iglesia en Argentina recién lo estamos transitando a partir de mi llegada como obispo de San Luis (5 años)”. No es una opción de la Iglesia Católica, es un invento de eclesiásticos. “Tengo muy claro que si no damos pasos pedagógicos y de acompañamiento será mucho más lento este proceso”, es decir, tiene claro su deseo de velocidad, sus ganas de que se lo adopte lo más rápido posible. “La condición” que el epíscopo pone a los inventados Ministros de la Eucaristía, es que “prediquen con el ejemplo, a fin de convertirse en maestros pedagogos de este modo de recibir la comunión. Es decir, al momento de recibir la Sagrada Comunión ustedes deberán hacerlo en la propia mano”.
Nótese el desquicie y obsesión que se tiene con la imposición del modo de comulgar que aquí critico, que “la ejemplaridad” reclamada a la persona no radica en el respeto y amor al Divino Escondido, sino en que “ustedes deberán (recibirlo) en la propia mano”.
EXTRALIMITACION
Por último, adviértase en lo siguiente la extralimitación de autoridad de Mons. Barba: “La opción de recibir la comunión es libre de acuerdo a las variantes presentadas por la Iglesia, pero aun teniendo eso en cuenta, en el caso de ustedes esta forma de recibirla en la propia mano al momento de comulgar, será parte del servicio prestado, por eso se los mando realizarlo de esa manera”.
A una permisión enteramente indebida y ultrajante que viene de 1969 y dada por Pablo VI y el masón Annibale Bugnini, Barba agrega una disposición más indebida, de modo que a la extralimitación de autoridad de décadas pasadas se añade una nueva extralimitación de autoridad en el tiempo presente. A la extralimitación del “modo libre”, Barba añade la extralimitación vía mandato tiránico de “modo único”, y eso para los pseudo-ministros extraordinarios. Se han vuelto amantes de un modo diabólico de comulgar.
¡Tantos y tantos obispos que se protegieron con un barbijo por temor a ver dañados sus cuerpos, son quienes dejan que Nuestro Señor Jesucristo sea ultrajado, rebajado, pisoteado sin límites!
No se caiga en el falso juego de: “Está el derecho de comulgar de pie y en la boca; el derecho de comulgar de rodillas y en la boca; el derecho de comulgar de rodillas y en la mano; y el derecho de comulgar de pie y en la mano”.
En la Misa Católica, vale decir, la Misa de siempre, se debe comulgar de rodillas y en la boca: el católico tiene el deber de comulgar así, pues esa es la voz definitiva de la Iglesia Católica. El único derecho que tenemos, irrenunciable, inatacable, imperecedero, inmodificable, es el de venir en defensa del deber indicado, el de oponernos a las novedades que se dan aires de legales y que proponen pseudos-derechos al comulgante.
Detéstese la abominable comunión en la mano modernista. Respétese la Divina Eucaristía. Conózcase la Misa de siempre, ámesela y vivase de ella. En cada partícula del Pan de los Ángeles está todo Cristo, recíbaselo de rodillas y en la boca, pues es deber del católico. No participe de la aberración, a la que una falsa obediencia derivada de una extralimitación de la autoridad le está ordenando.
SANA DOCTRINA
Cuando se estudia la sana doctrina, cuando se lee lo que dijeron los santos y se sabe de sus ejemplos (¡oh, sí, ya que vamos con ejemplos!), cuán diferente es todo respecto a las invenciones ultrajantes que hoy vemos por doquier.
Si San Leonardo de Porto-Maurizio hablando del tesoro de la Santa Misa, amonestaba a quienes iban mal vestidos o tornaban la casa de Dios en clubes sociales, ¿qué pensar de los eclesiásticos que promueven la abominación que en este escrito critiqué haciendo base en otras invenciones?
Concluyo con las palabras de San Leonardo: “¡Oh, qué maravilla! Pues dime por favor, si cuando te diriges a la Iglesia para oír la Santa Misa reflexionaras bien que vas al Calvario para asistir a la muerte del Redentor, ¿irías a ella con tan poca modestia y con un porte exterior tan arrogante? Si la Magdalena al dirigir sus pasos al Calvario se hubiese prosternado al pie de la Cruz, estando engalanada y llena de perfumes, como cuando deseaba brillar a los ojos de sus amantes, ¿qué se hubiera pensado de ella? Pues bien, ¿qué se dirá de ti que vas a la Santa Misa adornado como para un baile? ¿Y qué será si vas a profanar un acto tan santo con miradas y señas indecentes, con palabras inútiles y encuentros culpables y sacrílegos? Yo digo que la iniquidad es un mal en todo tiempo y lugar; pero los pecados que se cometen durante la celebración del Santo Sacrificio de la Misa y en presencia de los altares, son pecados que atraen sobre sus autores la maldición del Señor” (San Leonardo de Porto-Mauricio, El tesoro escondido de la Santa Misa, ed. Iction, Buenos Aires, 1984, p. 10).