Por Fernando Adrián Bermúdez *
Uno de los escritores más importantes del siglo XX es, sin lugar a dudas, Hermann Hesse. Premio Nobel de Literatura en 1946 y autor de una prolífera obra en extensión y calidad.
En sus ochenta y cinco años de existencia nos legó innumerables novelas, cuentos, poemas y ensayos. Sin pretender ser exhaustivos, se podrían nombrar, entre otras: Siddhartha, Demian, El lobo estepario, Narciso y Goldmundo y Juego de los abalorios. En esta oportunidad, quisiéramos resaltar una temática permanente del autor, que es su insistencia en recuperar las pequeñas alegrías a través de la mirada de las cosas, es decir, su interés en una pedagogía del mirar.
EL SABER MIRAR
En momentos en que la dispersión, el exceso de estímulos, de impulsos, de distracciones e informaciones nos invaden permanentemente, resulta urgente poner pausa en nuestro día a día y volver a reflexionar sobre un tema tan importante y necesario como es el saber mirar.
A principios del siglo XX, Hesse afirmaba que los hombres y mujeres de su tiempo vivían en una apatía triste y sin amor, carentes de alegría y apurados, sin poder dedicarle tiempo a la contemplación de las cosas que nos rodean. De esta manera, exhortaba a los hombres de su época a volver a mirar las cosas y poder percibir las pequeñas alegrías que necesitamos. “¡No paséis por alto las pequeñas alegrías! Levantad las cabezas, queridos amigos. Intentadlo alguna vez, en cualquier parte puede verse un árbol o al menos un buen trozo de cielo”. (Hesse, Hermann, Pequeñas alegrías, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1979, pág. 11.)
Entre esas pequeñas alegrías se encuentran, ante todo, aquellas que nos descubren el contacto cotidiano con la naturaleza y las cosas que rodean nuestra existencia. Por eso, el autor recuerda que los ojos sobrefatigados del hombre moderno poseen -si sólo lo deseamos- una inagotable aptitud para el goce estético.
CONTEMPLAR EL CIELO
Por esto, recomendaba que debemos acostumbrarnos a mirar el cielo durante un rato todas las mañanas, porque de esa manera percibiremos el aire a nuestro alrededor, el hálito de la frescura matutina que se nos brinda entre el sueño y el trabajo. Descubriremos que todo el día y todo el tejado tienen un aspecto propio, su iluminación particular.
“Reparad un poco, y durante todo el día conservaréis un resto de complacencia y un pequeño fragmento de convivencia con la naturaleza. El ojo mismo se ejercita paulatinamente y sin esfuerzo para convertirse en mediador de muchos pequeños estímulos, para contemplar la naturaleza, las calles, para abarcar la inagotable fiesta de la vida pequeña” Lo importante es el comienzo, el abrir los ojos. Con este hábito sencillo, ya tenemos la mitad del camino de una visión educada para el arte.
Una vez recuperada esa capacidad del ver, esa pedagogía superior de mirar, obtendremos la justa medida de las cosas y su sentido profundo y poético que cada una de ellas posee, pero que no podemos ver por estar distraídos y desconcertados.
En este sentido, afirma: “Un pedazo de cielo, una tapia tapizada de verdes enredaderas, un buen caballo, un lindo perro, un grupo de niños, una bella cabeza de mujer; no nos dejemos robar todo eso. Quien haya hecho el comienzo podrá ver cosas preciosas en el recorrido de una calle, sin perder un minuto de tiempo. Y, lo que es más, este mirar no fatiga de ninguna manera; al contrario, robustece y vivifica, y no sólo la vista. Todas las cosas tienen un lado gráfico, también carente de interés…; sólo se debe querer ver”.
El contemplar lo que nos rodea con una mirada atenta, por lo tanto, no solo mejorará nuestra visión, sino que robustece y vivifica nuestra vida toda; es un ensanchamiento de nuestra existencia a través de las cosas y la naturaleza.
De esta manera, podremos percibir la pequeña alegría del aroma del otoño, el olor de un fruto, el escuchar una voz amiga o extraña, o ver jugar a niños en una plaza; como también tararear o silbar una canción. Y así, una infinidad de pequeñas alegrías, porque no solo estaremos observando las cosas, sino contemplando a través de una mirada que nos permita recuperar el sentido poético de la existencia, llegando a comprender junto con Chesterton que en realidad todo es poético; lo que puede haber es gente poco poética o poco interesante.
CONTEMPLAR EL ARTE
Ahora bien, esa pedagogía de la mirada no solo es de la naturaleza, sino de las grandes obras de arte que la humanidad nos ha legado. Por eso, esta mirada que vivifica y robustece también nos habilita para poder apreciar el arte y su dimensión bella en la creación del artista.
Por tal razón, Hesse recomendaba a los hombres de su tiempo no solo contemplar el cielo y las estrellas, sino también las obras de arte: “Intente alguna vez permanecer una hora o más en contemplación frente a una obra maestra y conformarse por ese día. Ganará con ello. Se maravillará de los brillantes resultados en que se traducirá esta pequeña pérdida de tiempo y goce. Hemos perdido esa medida de jovialidad, de amor y de poesía”.
En una de sus obras más importantes, como es Demian, el autor, al inicio de la novela, nos relata en un pasaje donde demuestra que saber mirar también nos permite recordar y atesorar no solo grandes momentos de nuestra existencia, sino aquellos aromas que marcaron nuestro camino e itinerario.
En esta obra, dice: “Muchas cosas conservan aún su perfume y me conmueven en lo más profundo con pena y dulce nostalgia: callejas oscuras y claras, casas y torres, campanas de reloj y rostros humanos, habitaciones llenas de acogedor y cálido bienestar… Olores a cálida intimidad…”. (Hermann Hesse, Demian, Edhasa, Buenos Aires, 2011, pág. 13.)
ALEGRIA, AMOR y POESIA
En definitiva, el escritor alemán nos invita a mirar bien, a volver a una pedagogía del mirar, porque de esa manera vendrá la alegría, el amor y la poesía. Por esta razón, para Hermann Hesse, el hombre que por primera vez corta una flor para tenerla cerca de sí durante su trabajo ha hecho un progreso en el goce de vivir.
El autor nos interpela a tratar de experimentar cada día las pequeñas alegrías que nos esperan dentro y fuera de nuestras casas; lo que debemos hacer es mejorar nuestra mirada, lo demás vendrá solo.
* Docente universitarioUM - UN Cuyo