Seguir la epidemia de fiebre amarilla de 1871 a través de La Prensa, nos depara gratas sorpresas, y también en medio del dolor que ello significó nos permite una sonrisa la lectura de la columna Gacetilla a cargo de un desconocido redactor oculto bajo el seudónimo de Teseo. No podemos olvidar que vivimos algo semejante hace pocos años con motivo del covid.
A fines de febrero, comenzó a aumentar el número de víctimas, ya el 10 de marzo anunciaba: “Desde el presidente de la República hasta el changador que barre los rieles de los tranways, tienen entre cuero y carne un julepe espantoso”.
Proseguía que no se trataba de lo que se podía suponer como la insurrección de Ricardo López Jordán o una avanzada de los indios sobre la ciudad. “¿Qué es entonces lo que tiene el asustado al autor de ‘Recuerdos de Provincia’ al que entró en París sin París entrar en él según Villegas?...
Destápese el tarro! Es la fiebre amarilla, señores, es la fiebre amarilla. El Señor Sarmiento sabe aquello de Horacio: ‘La muerte falaz golpea con igual fuerza las tabernas de los pobres y las torres de los reyes’ y con el jardín y sin el jardín, que existe alrededor del Palacio de Gobierno, se lo ha de llevar la amarilla si hace algún desarreglo, es decir, si tira algún decreto inoportuno e injusto”.
La Prensa algunas veces tiñó de luto sus columnas como cuando la muerte del joven Francisco López Torres o la del doctor José Roque Pérez, comentó la indignación ante la conducta de algunos médicos que se alejaban de la ciudad en busca de alivio en pueblos del interior como Morón, San Isidro, San Fernando o Chivilcoy.
El 14 de marzo el cronista ante una pequeña baja en los casos declarados y decesos, y como el presidente Sarmiento intentaba también poner a salvo a su persona, trasladándose a Mercedes, fuera del radio urbano escribió: “Intentó el Presidente Sarmiento dejar a Buenos Aires y …zas! Disminuyó considerablemente la fiebre amarilla. De manera que si el Presidente se larga tendremos que cantarle un de profundis a la fiebre. Voto porque se largue el Presidente".
La ineptitud del gobierno fue el motivo de las continuas diatribas serias y humorísticas sobre su desempeño. Poco después se publicaba:
“Afirman que Faustino Sarmiento
En Mercedes se divierte,
Y que su casa en jaleo
todas las noches convierte,
afirman que come todo
exceptuando las alberjas
porque éste es un sustantivo
que consona con Villergas.
Afirman también que allá
Escribe la biografía
De aquel famoso Piojito
Que él venció con bizarría;
Que la amarilla lo tiene
Con un julepe tan fiero
Que está por marcharse a…
A Santiago del Estero;
Que juega con las pollitas
A las prendas el muy mono,
Y hace que aquéllas lo llamen
‘Nuestro Sarmiento el monono’;
Que del susto de la fiebre
Se le encanece el cabello
Pero que las tristes canas
Lo hacen parecer más bello;
Que toma vino carlón
Mucho más que un vascongado,
Y que de la presidencia
Para nada se ha acordado;
Pero que se acuerda bien
De girar contra el tesoro
Y que sus gastos son muchos
Pues que son gastos de moro.Esto afirman y esto dicen
Y yo me lavo las manos,
No vayamos a tener
Una de Dios liberanos”.
En abril se suspendieron las actividades, algo semejante a lo que sucedió hace unos años, el mismo diario dejó de publicar sus cuatro páginas para sacar un suplemento de dos páginas hasta comienzos del mes siguiente.
El 1º de mayo, publicó “asistió a su despacho el señor Presidente de la República. Nos dicen que halló las oficinas solas, como sucede desde el principio de la feria, y que se retiró pocos momentos después”.
El 5 de mayo se debían iniciar las actividades: La Prensa publicó en la víspera: “Los empleados de la Nación deben asistir mañana a las casas de Gobierno, según decreto del 1º del corriente. Veremos si viene el Señor Sarmiento, que a pesar de la declinación de la epidemia anda muy perdido de Buenos Aires”.
Sarmiento seguía viajando fuera de la ciudad, según el diario: “Todas las veces que sale al campo el Sr. Presidente de la República se hace acompañar de su escolta hasta el 11 de setiembre. Seguramente tendrá miedo de que la fiebre lo detenga en el camino. Estas precauciones nunca están demás”.
La Prensa como todos los diario porteños destacaron los esfuerzos de la Comisión Popular, de los médicos, honraron en sus columnas a los médicos y ciudadanos que dieron su vida en muchos casos por sus semejantes.
A fines de mayo, vista la actitud del gobierno apuntaba: “Ayer hice un paseíto a Barracas al Sud. En esto me parezco al presidente Sarmiento. Él pasea; yo paseo también. Aunque hablando del presidente Sarmiento sería mejor mandarlo a pasear fuera de la República. Que se vaya con su escolta de mozos crudos, mozos de pelo en pecho, que se vaya señores. Durante tres meses hemos probado los argentinos que podemos vivir sin Gobierno. Y no es pequeña cualidad que digamos. Se ha observado que ni bien han comenzado a funcionar las autoridades, han comenzado los abusos y las barbaridades de a folio. Entonces voto porque vivamos sin autoridades, por lo menos sin autoridades sarmienticidas”.
Digamos también que el diario, con su director Jose C. Paz al frente, en la Comisión de Higiene o desde sus páginas hizo todo lo posible por ayudar en esa tragedia que diezmó la ciudad.