“...ley de la humanidad, que los intereses nuevos, las ideas fecundas, el progreso, triunfen al fin de las tradiciones envejecidas, de los hábitos ignorantes y de las preocupaciones reaccionarias”. (Domingo F. Sarmiento)
Sarmiento ha tenido comentarios dispares por parte de biógrafos y escritores también en vida. Su carácter fuerte y decidido, su necesidad de hacer constantemente y defender sus proyectos a capa y espada, sus cambios de humor, promovían enemigos personales y políticos.
“Estoy solo contra muchos”, llegó a decir, enterado de las fulminantes críticas de sus opositores. Hoy a la luz de los documentos, podemos afirmar sin equivocarnos que fue un gigante, la prosa más destacada del siglo XIX, fundador por excelencia, un hombre fundamental para el avance del país.
Fue idea y acción, transformación del medio donde se hallara. Era imposible para él la inactividad, cuando estimaba que existía una necesidad se ponía manos a la obra. Así lo expresaba desde el periódico de Vélez Sarsfield: “Creo poseer un secreto de hacer las obras, y es ponerse a hacerlas desde que se concibe la idea de su necesidad y su ventaja. Haciéndolas es como se palpan sus dificultades y se encuentran los medios para realizarlas”.
EDUCACION
Durante toda su vida se dirigió, sin claudicaciones, a hacer de Argentina un país moderno. Su mayor empeño fue educar al soberano; creía en la liberación del hombre por su propio esfuerzo, una vez que se le proveyera de una buena educación que lo librara de las cadenas de la barbarie. Así lo expresaba: “De la ignorancia general, hay otro paso, la pobreza de todos, el paso que sigue es la oscuridad…”
Hacia allí dedicó la mayoría de sus esfuerzos trayendo ideas de Estados Unidos, país que admiraba. Se identificó con los principios de su Constitución: el Estado al servicio de los derechos individuales y al hombre como protagonista central de la sociedad. Hoy Argentina tiene la misma lucha de Sarmiento, la civilización es el estado de derecho como régimen de garantía para el esfuerzo individual; la barbarie, dejar todo en manos del Estado.
Lo impulsaba, como a otros grandes hombres de la época, la creencia en el progreso indefinido. Podían discutir entre ellos pero los unía una ideología común: el liberalismo, tenían fe en la libertad.
Se oponía a las diferencias sociales, políticas y económicas, limitándose al individuo educado, quería que lo fueran los sectores excluidos hasta entonces, extendiéndola sin privilegios. Por ello luchó por una enseñanza obligatoria, gratuita, para que lo más rápido posible el país gozara de una educación apropiada, basada en las ideas de progreso y mejoramiento individual.
Lo decía en estos términos: “La empresa gloriosa de nuestro siglo es la de difundir en toda la masa de los habitantes de un país cierto grado de instrucción, para que cada uno pueda abrirse, honorablemente, acceso a la participación de las ventajas sociales y tomar su parte en el gobierno de todos y para todos; no hay República sino bajo esa condición, y la palabra democracia es una burla donde el Gobierno que en ella se funda pospone o descuida formar al ciudadano moral e inteligente”.
El gran maestro creía que por medio de una buena educación se adquiriría el entusiasmo por gobiernos alejados del absolutismo. Observó con atención sistemas educativos y sobre todo sus resultados para ganar tiempo y equivocarse menos. Se decidió por la educación pública para tener la seguridad de que llegara a todos por igual. Una de las mayores preocupaciones de Sarmiento fue el analfabetismo, el cual alcanzaba en época de su presidencia el 71% de la población del país mayor de 6 años.
Es fácil por su titánica acción notar errores y contradicciones, pero fueron propias de una persona que se dedicó a poner en práctica sus ideas, ajustadas a las necesidades del país. Luchó contra el despotismo, el fanatismo religioso y la intolerancia cultural.
Desde 1831, exiliado en Chile por la dictadura de Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, maduró sus ideas unitarias y federales, afirmándolas con prohombres chilenos y libros universales.
Es ciclópea la tarea de enumerar todas las cosas que realizó o intentó hacer por el bien de su patria. Sus acciones apuntaban siempre hacia el porvenir, era lo que necesitaba un país donde todo estaba por hacer: promovió con pasión la civilización, la independencia y la libertad de sus conciudadanos. Por ello aseguraba que “sin libertad, no hay progreso, ni cultura, ni felicidad”.
Luchó contra el absolutismo, contra la ignorancia, las prohibiciones y contra los funcionarios que deseaban aprovecharse de la sociedad en interés propio. Despreciaba a pueblos pasivos que aceptaban dictadores, “pueblos que no piensan”, “pueblos inmorales”, victimas degradadas que os hacéis cómplices del vicio que viene de lo alto”. Hijos que se están educando en la escuela de los “mueras” y de la “violencia”.
No olvidó la educación de la mujer tal como lo hizo Bernardino Rivadavia. Promovió escuelas normales en las provincias. Con la idea de formar educadoras para las escuelas primarias, destacó la importancia que tenían las mujeres en ese rol. Tenía una fanática devoción civilizadora.. “dadme patria donde me sea dado obrar y les prometo convertir en hechos cada sílaba, y eso, en poquísimos años”.
GENERACION DEL ‘37
Perteneció a la denominada generación del ‘37 y a su lucha contra la dictadura de Juan Manuel de Rosas. Esteban Echeverría describió muy bien la situación que se vivía: “Años hace que la República se esfuerza por engendrar y construir una nacionalidad. Puede decirse que en el año ‘29 comenzó la guerra social, es decir, la guerra entre los principios opuestos: entre el principio de progreso, asociación y libertad, y el principio antisocial y anárquico de statu quo, ignorancia y tiranía. Ambos aspiran al poder y a la iniciativa social, y de ahí nació la lucha que aún nos despedaza.” Parece que fue ayer…
Consideraba a la civilización como un sistema de vida que proporciona bienestar mediante el trabajo, la cultura, la libertad, la justicia y la moral, mientras que llamaba barbarie al que consiste en vivir en la miseria, el atraso, la ignorancia, el fanatismo y la superstición.
Combatió a las montoneras y caudillos de los que decía habían surgido en los ambientes urbanos y fueron doctores, militares, clérigos o terratenientes con aspiraciones políticas y grandes intereses económicos, utilizando a las masas gauchas para realizar sus ambiciones.
Pensaba que habían ayudado a perpetuar en las masas rurales sus características bárbaras: la carencia de industria, su miseria económica, su ignorancia, su falta de doctrinas sociales, su fanatismo religioso, herencias y resabios del régimen colonial español.
Civilización era para él incentivar el trabajo que proporciona riqueza y bienestar, a la educación que mejora y eleva al hombre, física, moral e intelectualmente, y a la libertad que le permite realizarse plenamente. A la barbarie, en cambio, la definía como el ocio infecundo que provoca la miseria económica, la ignorancia, que degrada al ser humano, el despotismo y el fanatismo religioso, que lo mantiene oprimido y en las tinieblas.
Progresar era “afirmar el imperio de la ley y de la autoridad constituida, educar las masas por la escuela primaria, abrir los puertos y los ríos al comercio universal, construir caminos y vías férreas, fomentar el arraigo de nuevos colonos, remover todos los obstáculos morales y materiales a la libre expansión de las fuerzas económicas”. ¡Un auténtico liberal!
Autodidacta, tenía pasión por educarse para poder educar. Deseaba que el progreso alcanzara a todos por igual. “No deseo mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizando nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubiertos de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida del que yo gocé a hurtadillas”.
Sus ideas aun tienen vigencia, mucho más de las que tienen la mayoría de los políticos en nuestro país. Su aspiración era adoptar y adaptar las formas progresistas de la civilización occidental en la Argentina, como medio para lograr su transformación estructural y ponerlo a la altura de lo mejor de su tiempo. Ojalá prenda, de una vez por todas, su espíritu de renovación y progreso en todos lo que pretendan gobernar nuestro país.
* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).