Cultura

“Hay que destruir al islamonazismo”

El escritor Marcelo Birmajer entiende que hasta que Hamás no se rinda incondicionalmente no se alcanzará la paz. En víspera de una nueva presentación de sus cuentos en un teatro, el también guionista conversó con ‘La Prensa’ sobre su afición por el periodismo y la pelea de Milei con los comunicadores.

Por Pablo Dócimo

 

-Si bien Ud. es conocido como escritor, guionista y periodista, hay una nueva faceta suya que es la de actor. De hecho, el 11 de mayo va a presentar su obra ‘Birmajer se hace cuento en vivo’, en el Paseo La Plaza. ¿De que se trata básicamente?
-Son mis mejores cuento actuados por mí, puestos en escena con el propósito de que los personajes cobren vida delante del espectador. Hay una excelente cantante y un guitarrista acompañando con su música. La propuesta tiene elementos de stand up porque no son pocos los momentos en los que hay gags, episodios humorísticos.
Salgo un poco del relato clásico de acción, de amor, de suspenso. y puedo, episódicamente, ser un standapero. Pero el grueso del show es un juglar, un trovador de cuentos.
 

-Los cuentos, ¿los actuá o los cuenta?
-Los interpreto, no los leo en ningún caso, y en cada show los narro distinto, no uso las mismas palabras, ni siquiera los memorizo.

-¿Está solo en escena?
-El show comenzó en 2018 en el teatro El Extranjero y lo hago de manera ininterrumpida hasta el día de hoy. Hubo años en los que el espectáculo se presentó diez veces, en otros veinte y en algunos cinco, pero nunca lo interrumpí. Hubo una etapa en la que lo hice con mi productor, Martín Sanguinetti, que hacía de contrapunto, pero mayormente lo hago solo. El más concurrido fue en el año 2023 en el teatro Politeama, pero eso fue una comedia. Era mi personaje haciendo los distintos cuentos en el contexto de un crucero con actores, además de músicos. Ese show se llamó ‘Un judío en Navidad’ y el que hago habitualmente es ‘Birmajer se hace cuento en vivo’.

-¿Cómo surge la idea de interpretar sus propios cuentos? Porque no es habitual que los escritores difundan de esa manera sus obras.
-Lo que ocurrió es que yo visitaba muchos colegios por mis libros juveniles, y por lo general, los alumnos te preguntan siempre lo mismo. Por ejemplo, cómo se te ocurren las historias, cuánto tardás en escribirlas, cómo empezaste a escribir. Y cuando te lo preguntan por milésima vez, vos querés que te hagan preguntas de las que no sepas las respuestas. Entonces empecé a contar mis cuentos como un modo de compartir ese momento y que no fueran solo preguntas, y vi que eso generaba mucho impacto, risas, emoción. Me di cuenta de que eso era también un oficio que podía llevar a cabo y que me gustaba mucho. Para bien o para mal, casi todo lo que hago para vivir son cosas que me gustan; no me ha resultado sencillo vivir de cosas que no me gusten. Por supuesto hay algo de decisión, pero en buena medida me fue llevando la vida, porque no soy de hacer otra cosa, necesito que lo que hago me resulte atractivo.

-¿Se le ocurrió en algún momento actuar un cuento de otro escritor?
-No, nunca hice un cuento ajeno, excepto una vez que interpreté uno de mi hijo Simón, ‘La partida’, que es uno de los que más repercusión tiene.

-¿De qué trata?
-Trata sobre una partida de ajedrez entre padre e hijo, un excelente cuento publicado en su libro ‘Encuentros’.

El debut a los 16

-¿A qué edad fue su primera publicación?
-A los 19 años. En realidad, a los 18 publicaron mi primer cuento en el periódico judeo-argentino Nueva Presencia, un cuento que había escrito a los 16. Y a los 19 años empecé a publicar profesionalmente en la revista Fierro.
 

-¿En qué momento un escritor se da cuenta de que es escritor o de que quiere serlo?
-Yo descubrí que era escritor, no lo decidí. De chico era lo único que hacía, y lo hacía medianamente bien. En el colegio perdía todos los útiles y en tercer grado comencé a escribir un diario del aula en la parte de atrás del papel glasé. Lo cambiaba por los útiles que había perdido, y ese oficio, esa vocación, la llevé de grado en grado, y hasta el día de hoy. De hecho, ahora mismo estoy haciendo lo mismo, y creo que eso es uno de los cánones que uno podría utilizar para definirse a sí mismo como escritor.

-¿Puedo intercambiar mis escritos por mercancías? ¿El otro considera valiosos mis escritos como para darme algo valioso suyo a cambio?
-También podría ocurrir que haya algún escritor genial al que nadie quisiera darle algo a cambio, pero que de algún modo nos enteraremos de que es un genio; entonces, tarde o temprano vamos a comprarle ese material. ¿Somos capaces de hacer reír, de hacer llorar, de invitar a pensar, de emocionar con lo que escribimos? Eso es otro de los tópicos que a mí me permitirían definir si alguien es escritor o no. ¿Es vocacional, surge? ¿Hay algo dentro tuyo que nada lo puede detener? ¿Lo harías igual aunque nadie lo lea? ¿Lo harías igual aunque nadie lo compre? Sí, mi respuesta es sí. Hay muchas cosas que solo hago si me contratan, pero escribir, escribiría bajo cualquier circunstancia. Jamás dejaría de escribir, no se me ocurre un motivo para no escribir. No recuerdo un momento en mi vida en el que no haya estado fabulando historias. Eso creo que es ser un escritor.

-Es también guionista. ¿Qué relación hay entre el cuento o la novela y el guion, y qué diferencias existen?

-Me ha tocado de todo, pero los guiones los hago por encargo. Me ha tocado escribir guiones en base a novelas o películas ya escritas y reescribirlas. También escribí guiones sobre hechos históricos o a partir de una idea que me daba el productor. La gran diferencia entre el guion y el cuento es que en un guion hay que narrar una historia con acción e imágenes. Tiene que haber movimiento en la dimensión de un escenario y no puede haber una subjetividad de los personajes que detenga la acción, está regido por el tiempo. Todos esos son ítems que requiere el guion y no la literatura. Son dos lenguajes distintos, pero los dos tienen la misma obligación: contar bien una buena historia.


El periodismo, Gaza y Milei

-¿Cómo es su faceta como periodista?
-He practicado el periodismo prácticamente al mismo tiempo que la literatura. Cubrí desde partidos de fútbol, bailes, orquestas, política internacional, nacional, cultura, hasta hipismo y policiales. Cubrí todas las secciones, todas, tanto para televisión, radio y, por supuesto, diarios y revistas, de la Argentina y del mundo, cosa que todavía sigo haciendo.

-¿Cuál es su visión sobre el conflicto de Gaza?
-Sigo creyendo lo mismo que creía antes de que el grupo Hamás invadiera el sur de Israel, el 7 de octubre de 2023, que hay que destruir al islamonazismo como destruimos al nazismo. Tiene que rendirse incondicionalmente Hamás y los pueblos, vivir en paz. Hasta que Hamás no se rinda incondicionalmente como lo hicieron los nazis, los japoneses y el fascismo integrantes del eje, no va a terminar la guerra. Tiene que ser una rendición incondicional y tiene que haber una reconfiguración del Medio Oriente. Tiene que haber una imposición de la democracia liberal, con el respeto entre el hombre y la mujer, con el respeto de las libertades públicas, la elección democrática de los liderazgos y libertad de expresión y circulación, entre otros ítems; pero como lo lograron los aliados en Europa Occidental y en Japón a partir de 1945 hasta el día de hoy. Eso mismo tiene que ocurrir en la república islamonazi de Irán y en los territorios que dominan tanto los islamonazis de Hamás y los islamonazis de la autoridad palestina. Tienen que ser reemplazados por una democracias liberal. Si eso no ocurre, el conflicto va a seguir, y yo prefiero la paz.

-¿Cual es su opinión sobre el gobierno de Javier Milei, especialmente después de haber levantado el cepo cambiario?
-Me parece que la política internacional del Gobierno es de las más acertadas que hemos tenido desde la recuperación de la democracia. La política económica también es de las más lúcidas; con menos resultados todavía evidentes, y sus ideas fuerza. Ahora, el elemento de agresividad contra el periodismo, o contra los que piensan distinto no me parece un matiz; me parece un disvalor, una desventaja a la altura de sus activos. No es aceptable que desde el sillón de Rivadavia se insulte a periodistas o a ciudadanos como si estuviera en el llano.

Al Presidente estamos obligados a escucharlo, a un periodista no. A un periodista podés no escucharlo, podés cambiar de canal o de dial, pero cuando hay cadena nacional no tenés que cambiar de canal. El pacto es que tenemos que escuchar al Presidente, entonces está obligado a hablar bien, y la imposición de hablar bien no es imposible de asumir, no por eso tiene que cambiar ninguna de sus ideas, no se le pide ni que coincida con los periodistas ni que deje de rebatirlos. Puede rebatir a cualquiera de nosotros, y tiene todo el derecho. Puede señalar una mentira, puede señalar un acto de corrupción, pero no puede insultar.

Está prohibido que insulte. ¿Está legalmente prohibido que insulte? No, pero es una falta de legitimidad. No todo es legal, por supuesto que sin ley no hay nada, pero después de la ley también hay algo. Nos tenemos que tratar bien, porque además, el hecho de pasarla bien en un país no está relacionado con la legalidad. Del mismo modo que votamos con los pies para irnos de un país que nos oprime económicamente, votamos con los pies para irnos de un país que nos trata mal; y queremos vivir bien, queremos que nos traten bien, queremos debatir bien. Vos podés reprimir una manifestación donde te tiran bombas molotov, podés reprimir donde no permitan que transiten los transeúntes, o a quienes tratan de adueñarse del espacio público, pero no podés insultar, y mucho menos podés insultar a un civil que solo está expresando sus ideas. Eso es inaceptable.