Opinión
EL HURACAN MILEI

Giro copernicano en las relaciones internacionales de la Argentina

“Sacate el antifaz, te quiero conocer... detrás de tus desvíos, todo el año es Carnaval..." de ‘Siga el Corso’, cantado por Gardel

Las elecciones celebradas el 19 de noviembre de 2023 pusieron fin a una serie de ficciones. La primera de ellas decía lo siguiente: Mientras el peronismo obtenga mayoría de votos en la provincia de Buenos Aires, conservará el poder en el orden nacional. Segundo, que el kirchnerismo, movilizado por La Cámpora, representaba una mayoría nacional y popular.

Esta vez, el aluvión violeta cubrió casi toda la superficie geográfica de la Argentina, con las únicas excepciones de las provincias de Buenos Aires (donde no sacó ni un punto de diferencia, apenas un 0,70), de Santiago del Estero, Chaco y de Formosa. El resto, con el 56 por ciento de los votos totales, mostró un tsunami libertario. Una voluntad de cambio sublevada y manifiesta.

Como supo decir el magnífico mariscal Lafayette, ”la insurrección es un derecho sagrado de los pueblos".

Afortunadamente, este drástico cambio de paradigma se produjo a través de civilizadas y democráticas elecciones nacionales, generales y transparentes. Honor a los fiscales de ambos partidos (del oficialismo y oposición) que lo hicieron posible.

Por fortuna la suerte está echada y, sin duda, tendrá muy fuertes consecuencias en las políticas internacionales de la Argentina, necesitadas de un sinceramiento inmediato y ejemplar en América y en el Mundo.


EL ANTIFAZ

Lo primero que hay que considerar, al mirar los antifaces de las distintas mascaritas es que los movimientos subversivos que asolaron Uruguay, la Argentina y Chile en la década del 70' del Siglo XX, tenían como inspiración la guerra revolucionaria cubana liderada por Fidel Castro y el Che Guevara siguiendo los ideales marxistas leninistas de la Unión Soviética. Por eso, nunca llamaron a elecciones generales libres, desde el primero de enero de 1959, cuando asumieron el poder en la Habana, hasta el día de hoy, cuando han transcurrido casi 65 años. Un solo partido político, dominado por un escaso Politburó, con el único apoyo de una Asamblea Constituyente nombrada a dedo, como un premio, entre los seguidores más fieles del partido gobernante. Su economía fue siempre dependiente de la Unión Soviética, hasta que este inmenso bloque económico y político implosiona en diciembre de 1991.

La llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, (en ese momento uno de los países más ricos de América y dueño de las reservas petroleras más valiosas del planeta), junto con su idolatría por los gobernantes cubanos, dio un notable respiro económico a Fidel Castro, que comenzó a soñar otra vez con extender su influencia política sobre toda la región.

Claro, la Unión Soviética, luego de la tremenda debacle del sistema marxista leninista caducado en 1991, iniciaba una nueva etapa donde el Partido Comunista alcanza solamente el diez por ciento de los votos, y el partido político mayoritario es Rusia Unida, el partido de Vladimir Putin, que actualmente tiene dos terceras partes de los escaños del Poder Legislativo. Es ahora un partido ultraconservador, de tipo imperial, al estilo de los zares. No obstante, como conserva una impronta absolutamente antinorteamericana y bastante antioccidenal, le sirvió para sostener sus aliados en Latinoamérica, comenzado por Cuba, su bastión fundamental.

Como dijo un lúcido senador paraguayo, con el cerebro de Fidel Castro y la billetera de Chávez se armaron el Foro de San Pablo, primero, y el Grupo Puebla, después, donde han aportado sus fuerzas distintos grupos políticos latinoamericanos. Los últimos en ingresar han sido Boric, de Chile; López Obrador, de México; Gustavo Petro, de Colombia; y Xiomara Castro, de Honduras.

Otros miembros fundadores son Lula da Silva, del Brasil; Nicolás Maduro, de Venezuela; Daniel Ortega, de Nicaragua; Evo Morales, de Bolivia y, hasta el 10 de diciembre, Alberto Fernández, nombrado por el kirchnerismo.

En la vereda de enfrente están, entre otros: Lacalle Pou, de Uruguay, Daniel Noboa, de Ecuador; Santiago Peña, del Paraguay; Dina Boluarte, del Perú; a quienes se sumará seguramente Javier Milei dentro de los próximos días.

SOCIALISMO SIGLO XXI

Si el marxismo leninismo soviético fue el modelo elegido por Fidel Castro y el Che Guevara para difundirlo en América, al principio a través de la guerrilla rural, luego mediante la guerrilla urbana y, finalmente, por intermedio de triunfos electorales. ¿Cuáles serán en el futuro las metas de esta corriente política también llamada progresismo?

Sobre todo, porque en la cúspide del poder sigue estando la Federación Rusa, actualmente desangrándose en Ucrania, envuelta en una guerra sin cuartel contra la OTAN. Es decir, contra los países llamados occidentales que cuentan con un régimen legislativo liberal, con separación de los tres poderes, elecciones generales libres y transparentes, y un capitalismo de libre mercado.

La OTAN -Organización del Tratado del Atlántico Norte- tiene 32 países miembros (los dos últimos son Suecia y Finlandia, que cierran completamente el Mar Báltico) y 18 países asociados más. Cincuenta en total, donde figuran las principales economías del planeta, con excepción de China, la segunda a escala mundial.

En su afán expansionista, la Unión Soviética ahogó en sangre la independencia de Chechenia, reduciendo a escombros a Grozny, su capital; anexionó Abjasia y Osetia del Sur a Georgia y la Península de Crimea y el puerto de Sebastopol a Ucrania, en 2014.

El 24 de febrero de 2022 invadió criminalmente el territorio ucraniano con 200.000 hombres desplegados en cuatro columnas y, desde ese momento, se encuentra empantanada en una guerra de tremendo desgaste militar, poblacional y económico.

Para ser el país líder del Socialismo del Siglo XXI está en una situación bastante incómoda, especialmente en el plano internacional. Por otra parte, su capitalismo de amigotes

poco y nada tiene que ver con el marxismo, el leninismo e, incluso, el socialismo.

Por otra parte, que su más antiguo referente latinoamericano sea Cuba tampoco es un ejemplo de democracia y de libertad. Allí también todo va derivando hacia un capitalismo de amigos. En este caso, de "muy amigos y parientes". Eso sí, con cero libertad de cualquier tipo, incluso cultural, porque los contenidos los fija el Partido. Y mucha, mucha emigración, hasta la de algunos atletas que compitieron hace unos días en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile.

Nicaragua ha descendido a los infiernos de la persecución religiosa, con un régimen de terror destinado a los católicos, tanto creyentes, como prelados, despojados de todos sus derechos y libertades. La horrenda tiranía de Tacho Somoza ahora es Jauja al lado del matrimonio Ortega-Flores. Es una burla macabra a los valientes revolucionarios sandinistas que, jugándose la vida, conquistaron la libertad política y cultural de Nicaragua.

Venezuela es un estado fallido que ha producido el éxodo de siete millones de habitantes, uno de los mayores del planeta, una miseria colectiva extraordinaria, y violaciones aberrantes de derechos humanos.

Los países nombrados no parecen ser el mejor ejemplo de ningún modelo socialista, ni de ningún otro tipo de modelo que no sea de destrucción y muerte.

Evidentemente, ni el Foro de San Pablo ni el Grupo de Puebla tienen demasiado para ofrecer a la Cancillería argentina, salvo a convalidar papelones. ¿Justificar la invasión de la Federación Rusa a Ucrania, el sistema político monolítico y opresivo de Cuba contra su pueblo durante 64 años, la ruina y la decadencia de Venezuela?

Es una tarea imposible. Es el momento de sacarse el antifaz y llamar a las cosas por su nombre.

Para peor, el gran aliado de la Federación Rusa es el Estado de Irán, otro notable enemigo de Occidente en general, de Arabia Saudita en particular y de Israel en todo tiempo y lugar. Tampoco la Argentina puede estar a favor de la organización islámica terrorista de Hamas, fogoneada y financiada por Irán.

La terrorífica carga de la Federación Rusa y de Irán es demasiado para las realidades políticas y económicas latinoamericanas. Son potencias radioactivas que no ayudarán a la Argentina a encontrar sus caminos de progreso y libertad. Son todo lo opuesto. Son esquinas de muerte y ruina, como decían las viejas del barrio.

Por eso ahora se aguarda un giro copernicano de las políticas internacionales de nuestro bello y amado país. Socialismo del Siglo XXI, por favor, de una vez por todas, sacate el antifaz.