Cultura
UNA EVOCACION NECESARIA DE SILVINA BULLRICH

Frontal, creativa y provocadora

Escribió unos cincuenta libros. La mayoría novelas. Fue habitual que sus títulos resultaran bestsellers. Los burgueses vendió 60.000 ejemplares. Te acordarás de Taormina –quizás su novela más autobiográfica e íntima– agotó 37.000 ejemplares en un año. Sumado el conjunto, superó el millón de ejemplares vendidos. Entre los años ‘60 y ‘80 del siglo pasado, sus lectores esperaban, ávidos, “el nuevo libro” sobre el cual solía dejar caer algunos datos en las entrevistas que con frecuencia le hacían. Gráfica, radio y televisión no le fueron ajenas. Asombraba. Escribió, por ejemplo, una novela que transcurre íntegra mientras un novel periodista se empeña en hacer funcionar el grabador portátil (“a casette”) para concretar el diálogo con su entrevistado; a la sazón un escritor. Los lectores, una y otra vez, entreveían en esas novelas referencias directas a las vivencias –sentimientos y pensamientos– de la autora quien, junto a Marta Lynch y Beatriz Guido, irrumpió en la literatura argentina cuando era un territorio reservado a varones.

Frontal, concreta, precisa, nunca le importó ser “políticamente correcta”. Así fue Silvina Bullrich. Nacida el 4 de octubre de 1915. De adolescente, la revista Atlántida (de gran venta por aquel entonces) publicó algunos de sus poemas.

Entabló genuina amistad con Manuel Mujica Lainez quien la relacionó con Borges, Bioy Casares, Estela Canto, Victoria y Silvina Ocampo. Trabajó de manera activa en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) integrando algunas de sus comisiones directivas. Estaba convencida de la condición profesional del escritor y de que la SADE debía ser el brazo gremial, tal como lo anhelaron los creadores de esta institución y dejaron plasmado en su estatuto fundacional cuyo primer presidente fue Leopoldo Lugones.

Fue una de las primeras

mujeres que ejerció la

escritura como profesión;

esto es: tuvo en claro

que por su trabajo

debían pagarle con

dinero. No con elogios,

ni ramos de flores, ni

invitaciones a comer.

PREMIOS Y OFICIO

Hizo traducciones importantes, como las de Graham Greene y Simone de Beauvoir. Ella misma fue traducida a varios idiomas. En 1961 obtuvo el primer Premio Municipal por Un momento muy largo y El hechicero. En 1972 el segundo Premio Nacional a la prosa imaginativa del trienio 1969-1971. En 1982 recibió de Francia –país al que visitara reiteradamente desde niña– las “Palmas Académicas”. De acuerdo a sus declaraciones, dedicaba ocho horas diarias al trabajo de escritora siguiendo un plan que le permitía publicar un título cada año. La Nación, La Prensa y La Gaceta de Tucumán la tuvieron como colaboradora. Con 30 años de edad participó, junto a Jorge Luis Borges, en una antología: El compadrito.

Sus libros aparecían hacia fin de año. Eran lectura obligada en vacaciones. Igual que Beatriz Guido y Sara Gallardo, escribía sobre situaciones de vida de la alta burguesía exhibiendo las dolorosas, tristes y fragmentadas formas en que ésta se rompía y disolvía dando lugar a nuevas conformaciones.

Fue una de las primeras mujeres que ejerció la escritura como profesión; esto es: tuvo en claro que por su trabajo debían pagarle con dinero. No con elogios, ni ramos de flores, ni invitaciones a comer. Derechos de autor por sus libros, pagos por columnas periodísticas y honorarios por conferencias eran sus fuentes de ingresos. Cuando advirtió que aumentaban las solicitudes para que accediera a diálogos periodísticos, no tuvo empacho en fijar un cachet. Pero siempre hubo un límite en su vida. Nada aceptaba que cercenara su libertad. “Me gusta el dinero y las cosas que da el dinero, pero no soy capaz de sacrificar por él un ápice de mi independencia.” Eso lo supieron los hombres que la amaron.

Aunque pareciera dicho hoy, lo cierto es que Bullrich expresaba lo siguiente hace cincuenta años: “Esto está cada vez peor, estamos al borde del caos, espero que alguien se atreva a decirlo... El caos, no hay otra palabra, yo por si acaso, se lo digo confidencialmente, he mandado a EE.UU. toda mi fortuna, lo poco que tengo, claro está... Por eso yo ni un peso coloco en el país”.

GENEROSIDAD

Empero su generosidad siempre fue manifiesta. Un ejemplo es el dinero que donó a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) para un premio de novela reservado sólo a mujeres escritoras. También expresó: “Cada vez me siento mejor en estas tierras y menos a gusto en el extranjero. Me duele demasiado que nos ignoren, que nos menosprecien, que nos juzguen, sin siquiera darnos la oportunidad de defendernos... Mi ciudad, sus casas, el cementerio de la Recoleta... Sobre todo, esto está cimentada mi vida y mi obra. Por Buenos Aires y para Buenos Aires escribo mis memorias. Para toda la Argentina quizás…”

"Hay escritores –afirmó– para una elite, otros para escritores y otros para la posteridad. Yo he sido una escritora para mis lectores contemporáneos. Sé que no voy a perdurar en la literatura, mi éxito es un éxito del presente".

Falleció en el Hospital Cantonal de Ginebra (Suiza) el 2 de julio de 1990. El mismo donde agonizó Borges.

 

* Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo, historiador y escritor. ‘Las búsquedas espirituales de Ricardo Güiraldes y otros escritos sobres escritores y escrituras’ es uno de sus recientes libros. www.antoniolasheras.com