Opinión
BUENA DATA EN LA PRENSA

Eutanasia e ingeniería social

Hace años decíamos que cuando se habilita a una madre a terminar legalmente con la vida de su hijo, todo lo demás es posible. ¿Cómo continúa una sociedad que pretenda ser humana si lo más descabellado e indefendible es aceptado?

Los presagios van mostrando sus frutos. Se avecinan nuevas luchas para los defensores de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.

LOS CUATRO PASOS

Las sociedades cambian al ritmo de los tiempos. En todas las épocas, ciertas innovaciones resultaron positivas y otras -aunque hayan sido planteadas como logros-, en realidad fueron retrocesos hacia escenarios más crueles y primitivos. Algunas veces se llega a ellos por una natural tendencia de péndulo, otras son cambios intencionados de sectores con poder económico o ideológico que buscan sacar rédito a través de la difusión de ciertos estilos de vida.

Más allá del contenido del cambio propuesto, hay pasos que han sido estudiados como mecanismos efectivos para modificar la forma de pensar de las masas.

El primer paso es apuntar a la emoción. Lo que despierta ira, simpatía o compasión es naturalmente muy movilizador. Conmociona y despierta deseos de actuar, de tomar posición. La emoción no nos deja indiferentes.

El segundo paso es apelar a la tendencia social. Una de las paradojas humanas radica en que buscamos diferenciarnos y mostrar nuestra irrepetible individualidad al mismo tiempo que queremos parecernos a los demás, asumiendo un sentimiento colectivo. La ingeniería social apela a los influenciadores sociales o personajes populares para que manifiesten las posiciones que buscan ser implantadas.

Una vez que la masa está suficientemente reblandecida y mimetizada es el momento de dar el tercer paso: plasmar esas ideas en leyes.

Aunque el método sea efectivo siempre existen espíritus indómitos. El cuarto paso consiste en intentar doblegar por la fuerza a quien se resiste.

No necesariamente estos pasos se dan en forma lineal, a veces se realimentan espiraladamente. Así vimos cómo se fueron recorriendo estos trayectos hasta llegar a la legalización del aborto voluntario en la que una gran parte de la población que nunca antes hubiera adherido a tal iniquidad, terminó aceptando que había ciertas razones (salud integral de la mujer, violación, dificultades económicas graves, etc.) que podían hacerlo admisible. Se apeló a las noticias de casos extremos que clamaban por empatía: embarazo de niñas por violación intrafamiliar, embarazadas enfermas que por su estado no podían contar con paliativos ni curas, y otros tantos. A Actrices Argentinas y a decenas de influencers se les dio voz para que cuenten como las mujeres pobres morían o iban presas por abortos clandestinos mientras las ricas podían seguir creciendo en su vida personal y profesional encubiertas por la hipocresía de una sociedad machista y patriarcal que admitía esa práctica habitual y silenciada.

Finalmente, llegó la ley, resistida por muchos, pero (hay que admitirlo) aceptada por otros tantos. Y con la ley, la penalización a agentes de salud que no quieren ser cómplices de la matanza de niños en el vientre materno.

OTRO TEMA

Si bien la lucha por la derogación del aborto sigue vigente, hoy el tema es otro. También está relacionado con la dignidad de la vida humana, pero no por su inicio sino por su final.

De la experiencia podemos aprender para no caer en las mismas trampas. Miremos la realidad. Hay proyectos de ley sobre eutanasia y muerte asistida, entrevistas a personas públicas que militan la causa y casos extremos que mueven la sensibilidad. Estamos presenciando nuevamente un proceso de ingeniería social que busca acallar el sentido común.

Con respecto a la eutanasia, la Academia Nacional de Medicina declara que su posición es contraria a su legitimación y aceptación de su implementación como práctica médica. Su uso como medio para aliviar el dolor o el sufrimiento, objetivo perfectamente razonable en sí, no justifica moralmente el empleo de técnicas médicas con el objetivo e intención directa de provocar la muerte de un paciente, tanto en el caso de que sea el médico quien provoque la muerte (eutanasia) como en el caso de que el médico se limite a proporcionar los conocimientos y los fármacos necesarios para que el paciente pueda suicidarse (suicidio asistido)”.

Más adelante menciona que “el alivio eficiente y el acompañamiento compasivo son la respuesta médica aceptable y validada cuando el sufrimiento interpela”.

“La Academia Nacional de Medicina recomienda garantizar la provisión de los cuidados paliativos como parte esencial de la adecuación del esfuerzo terapéutico en condiciones de enfermedad avanzada y amenazante de la vida, con el objetivo de implementar todas las estrategias interdisciplinarias necesarias para el alivio del sufrimiento”.

Como se afirma en la encíclica Evangelium Vitae, “reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás”.

 

 

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