Ciencia y Salud

Envejecimiento activo: aprendizaje y ejercicio como claves de una mente saludable

Funciones tan importantes como la atención, la memoria, la emoción, la motivación, la percepción y la revisión de lo aprendido, se ponen en marcha cuando aprendemos algo nuevo. Se trata de procesos fundamentales que favorecen la creación de nuevas conexiones neuronales.

En un contexto global donde la población de adultos mayores está en constante crecimiento, se espera que el número de personas mayores de 60 años se duplique para 2050 alcanzando los 2.100 millones, este escenario invita a reflexionar sobre la importancia del aprendizaje, un proceso inherente al ser humano que resulta vital para el crecimiento y desarrollo en cada etapa.
“Podemos pensar aquí que en un mundo que presenta estos cambios en la población serán necesarios profesionales de la salud y de diversas áreas, como recreación y turismo, entre otros, porque toda esta población estará esperando ver qué le ofrece la sociedad, detalle importante para aquellos que están intentando definir una carrera o profesión para sus vidas: no se olviden de aprender lo que la sociedad demandará”, enfatiza la licenciada en Gerontología Graciela Spinelli, quien además dirige el departamento de Gerontología de la Residencia y Centro de Rehabilitación Los Pinos.
Según pone de manifiesto la especialista, a lo largo de la vida las personas adquieren recursos para crecer y evolucionar, y es fundamental entender que no existe una edad para dejar de aprender. “Por el contrario, el aprendizaje es un proceso clave en la vida de las personas mayores, ya que implica desaprender, revisar lo aprendido e incorporar nuevos elementos, esenciales para adaptarse a los desafíos de esta etapa”, argumenta.
Este proceso pone en marcha elementos tan importantes como la atención, la memoria, la emoción, la motivación, la percepción y la revisión de lo aprendido, los cuales interactúan con esa reserva cognitiva que cada persona adquiere. “Cuanto mayor sea esa reserva, más favorecidos nos veremos para enfrentar, por ejemplo, patologías mentales”, asegura, para luego añadir: “Al estimular el cerebro a aprender cosas nuevas, se favorece la creación de nuevas conexiones neuronales, fortaleciendo la neuroplasticidad”, completa.
En este sentido, Spinelli recuerda que aprender no solo estimula el cerebro de las personas mayores, sino que también genera entusiasmo frente al desafío del conocimiento. 
“Desde una perspectiva gerontológica, cabe destacar que muchas personas mayores provienen de etapas donde el aprendizaje era un valor fundamental en sus vidas, pero quizás no tuvieron la posibilidad de estudiar, el trabajo era necesario en las casas para subsistir y entonces se abandonaba ese deseo de estudiar, ir a la universidad y llegar a ser profesionales”, relata la gerontóloga, quien agrega: “La mayor expectativa de vida y la oferta de muchos centros educativos de actividades tipo taller, curso o carreras para todas las edades ha permitido a personas mayores cumplir sus sueños, la emoción que siente una persona mayor cuando entra a una universidad es algo impactante. Las escuelas y los espacios educativos eran percibidos como un tesoro, y para ellas, aprender sigue siendo un desafío y una oportunidad muy valiosa”.
Para Spinelli, ofrecer espacios donde puedan continuar aprendiendo es un compromiso que debe asumirse con seriedad, ya que el acceso a la información y formación adecuada otorga mejores herramientas para planificar la vida y enfrentar la toma de decisiones. 
En esta línea, sostiene que es fundamental que los profesionales promuevan y acerquen información relevante, facilitando el acceso a nuevas disciplinas, actividades grupales y oportunidades de aprendizaje que luego se transformarán en lo aprehendido y podrá ser utilizado para la vida misma.
NECESARIA REFLEXION
La licenciada en Gerontología también hace hincapié en que, en un contexto donde el envejecimiento poblacional está marcado por el aumento de la esperanza de vida, resulta imprescindible reflexionar sobre la vejez. “Al llegar a la jubilación, una persona puede tener por delante veinte o treinta años de vida, ¿qué hará con estos años? Continuar aprendiendo puede ser una de las actividades más gratificantes y efectivas para mantener la mente activa y el bienestar integral”, asegura.
En definitiva, “el aprendizaje continuo no solo es un recurso para mantenerse mentalmente activo, sino también una herramienta poderosa para adaptarse al contexto cambiante que plantea la longevidad, fortaleciendo la autonomía, la autopercepción y el sentido de propósito en las personas mayores”, finaliza Spinelli.
PROTEGER EL CEREBRO
Es sabido que nuestro cerebro experimenta cambios a medida que envejecemos: se pierde volumen y se hace más pequeño, lo que puede provocar problemas cognitivos, como dificultades para recordar cosas.
Junto con el envejecimiento, la capa cerebral externa -la corteza- se vuelve más fina y el cerebro empieza a producir niveles más bajos de neurotransmisores, como la dopamina, lo que puede contribuir al deterioro cognitivo. Estudios anteriores demuestran que hay varias formas de conservar la salud cerebral a medida que se envejece: seguir una dieta sana, dormir lo suficiente, dejar de fumar, estimularse mentalmente con actividades como los rompecabezas y la lectura, y mantenerse físicamente activo.
“El deterioro de la función cognitiva relacionado con la edad y las enfermedades tiene repercusiones de gran alcance en la salud personal y pública”, afirma la doctora Audrey M. Collins, investigadora postdoctoral del Departamento de Neurociencia del Instituto de Investigación AdventHealth de Florida, en Estados Unidos.
“Por lo tanto, existe una clara necesidad de seguir investigando para comprender mejor el envejecimiento cognitivo y cómo podemos promover la salud del cerebro a lo largo de toda la vida”, añade. 
“La actividad física es un hábito de estilo de vida que puede desempeñar un papel no sólo en la prevención y atenuación del deterioro cognitivo, sino también en la promoción de la función cognitiva en la edad avanzada", explica Collins. “La investigación ha demostrado que incluso en la edad adulta tardía, nuestros cerebros no pierden la capacidad de plasticidad, si se aprovecha de la manera correcta”, remarca la investigadora, quien es
 coautora principal de un estudio publicado recientemente en la revista “Age and Ageing”, que demuestra que tan sólo 5 minutos de actividad física moderada o vigorosa pueden ayudar a mantener el cerebro sano a medida que envejecemos.
ESTILO DE VIDA
Para este estudio, los investigadores analizaron los datos médicos de 585 adultos mayores de entre 65 y 80 años que participaron en el estudio IGNITE, realizado en Estados Unidos.
El trabajo examinó la relación entre las actividades de una persona durante un periodo de 24 horas -dormir, tiempo de sedentarismo, actividad física ligera y actividad física de moderada a vigorosa- y su rendimiento cognitivo.
Ejemplos de actividad física de moderada a intensa son correr, caminar a paso ligero, nadar, andar en bicicleta, jugar al tenis y bailar.
“En el contexto de la función cognitiva, a menudo hemos estudiado el sueño, el sedentarismo y la actividad física como si fueran independientes entre sí”, detalla Collins. “Más bien, estos comportamientos de estilo de vida están vinculados a través del contexto del tiempo durante las 24 horas al día”.
“Las investigaciones previas se vieron limitadas debido a desafíos estadísticos, que pudimos superar en nuestro trabajo utilizando técnicas novedosas”, continúa. “Por lo tanto, examinamos la composición del uso del tiempo en 24 horas para comprender si la forma en que se utiliza el tiempo a lo largo del día puede estar relacionada de forma diferencial con la función cognitiva en la edad adulta tardía”.
Como conclusión del estudio, Collins y su equipo descubrieron que los participantes que pasaban más tiempo durante el día realizando actividad física de moderada a vigorosa tenían significativamente mejor:
- la velocidad de procesamiento, es decir, la rapidez con la que el cerebro puede recibir y responder a la información.
- la memoria de trabajo, también conocida como memoria a corto plazo.
- la función ejecutiva, es decir, la capacidad de planificar y concentrarse. 
“La importancia de este hallazgo es que podemos confirmar que la forma en que se emplea el tiempo a lo largo de las 24 horas del día puede estar relacionada de forma diferencial con la función cognitiva en la edad adulta tardía, y que esta relación puede ser específica de un dominio”, puntualiza Collins.
"Esto significa que el tiempo dedicado a la actividad física de moderada a vigorosa puede no influir de manera uniforme en todos los dominios de la función cognitiva. Sin embargo, la razón de esto sigue siendo una cuestión de especulación y necesitará más investigación", advierte.
SOLO CINCO MINUTOS
Además, los investigadores descubrieron que los mayores beneficios cognitivos se observaron en los participantes que pasaron de no realizar ninguna actividad física de moderada a vigorosa a un mínimo de cinco minutos al día.
“Nuestros resultados sugieren que reasignar tiempo a la actividad física de moderada a vigorosa puede ser beneficioso para la función cognitiva, independientemente del hábito de estilo de vida del que se haya reasignado este tiempo”, comenta Collins. “Además, incluso pequeños aumentos de la actividad física de moderada a vigorosa pueden ser favorables”, insiste.
“Nuestro estudio destaca la importancia de aumentar y/o mantener el tiempo dedicado a la actividad física de moderada a vigorosa para la función cognitiva en la edad adulta tardía, específicamente para los dominios de la velocidad de procesamiento, la memoria de trabajo y la función ejecutiva”, prosigue.
Por su parte, Gary Small, doctor en Medicina, catedrático de Psiquiatría del Centro Médico de la Universidad Hackensack de Nueva Jersey, en Estados Unidos, y autor de más de una docena de libros sobre salud cerebral y envejecimiento, expresa acerca de esta investigación: “Estos resultados concuerdan con investigaciones anteriores que respaldan los claros beneficios cognitivos del ejercicio físico para los adultos mayores. El hallazgo de que incluso lapsos cortos de ejercicio moderado a vigoroso pueden reforzar la salud cerebral es alentador de que las personas no necesitan convertirse en triatletas para proteger sus capacidades mentales a medida que envejecen”.
“La clave está en esforzarse lo suficiente para obligar al corazón y los pulmones a bombear oxígeno y nutrientes al cerebro. Sabemos que ese esfuerzo aeróbico aumenta el factor neurotrófico derivado del cerebro (BNDF), una proteína que mejora la comunicación entre las células cerebrales. También se ha demostrado que el acondicionamiento cardiovascular aumenta el tamaño del hipocampo del cerebro", agrega. 
"Este estudio también evidencia que incluso sólo cinco minutos de ejercicio vigoroso ofrecen beneficios cognitivos, pero las sesiones de ejercicio más largas son aún mejores. En resumen, si el tiempo lo permite, conviene hacer un poco de caminata rápida o dar una vuelta a la manzana. Nuestro cerebro lo agradecerá", finaliza.