Existen obras de teatro que llegan al corazón por diferentes caminos. Por un libro que emociona, por actuaciones memorables o simplemente por espectadores que se vinculan con ella de una forma subjetiva, como necesitando aquello que solo se ofrece en ese escenario. Puede ser un drama, una comedia o un clásico, es indistinto. Y otras, como 'Cocinando con Elisa', que quedan ahí, en el estadio de los
Escrita por Lucía Laragione, la obra ganó diversos premios y fue representada en diferentes países de Europa. En la Argentina tuvo otras versiones; la más recordada es la de Norma Pons en 1997. Sin embargo, luego de ver la de la directora Mariana Giovine uno creería que en esta ocasión no podría estar mejor interpretada que por Gabriela Villalonga y Luciana Procaccini. Dos actrices que logran convertirnos en testigos privilegiados de lo que sucede en esa cocina. Villalonga como la chef autoritaria Nicole y Procaccini como su ayudante Elisa, hacen de la obra una
Gestualidad, voz siempre en tono, modulación y postura, tanto para decir como para recepcionar. Sin embargo, a todo lo positivo le sigue un
EN SEPIA
La escenografía tampoco podría ser mejor. Una cocina de época o de estancia, en la que se cocerá sudor, sangre y lágrimas. Todo en su lugar, bajo un mismo tamiz, como una fotografía en sepia con movimiento apaisado en HD. Y dentro de esa espacialidad culinaria de ollas, alimentos y especias, hará su juego una intertextualidad demasiado encriptada con la intención de translucir algunos mecanismos de violencia que recuerdan a nuestra peor historia.
'Cocinando con Elisa' no se padece e incluso hasta se disfruta, pero con porqués y paraqués muy lejanos, como casi por fuera de la obra. En ningún momento se toca esa fibra teatral que el espectador porteño pone en juego cada vez que paga una entrada de teatro independiente. Tal vez al final, pero la partida parece haber sido perdida hace rato.
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