A casi dos años de un cambio de ciclo político inédito en la historia argentina, vuelve a estar en el centro de la discusión el rumbo estratégico del país. De manera simplificada, la elección del próximo domingo definirá si se profundiza el modelo de normalización económica y apertura encabezado por Javier Milei, o se insinúa un regreso al populismo asistencialista del kirchnerismo.
El gobierno llega a la elección inmerso en una alta incertidumbre.
El fuerte apoyo político de Donald Trump, que propició un auxilio financiero sin precedentes de parte del Tesoro de los Estados Unidos, aunque resultó imprescindible para apaciguar la crisis política y de confianza que dominaron los últimos dos meses, no logró restablecer las expectativas optimistas respecto al rumbo del país post elecciones.
Ante este escenario de desconfianza, resurge entonces un interrogante fundamental. ¿Puede Javier Milei liderar la recuperación de un país como la Argentina, que arrastra décadas de decadencia? Algunas claves al respecto pueden encontrarse en un análisis de estos 22 meses de mandato.
AÑO I
Con una debilidad originaria inédita -sin estructura partidaria, presencia territorial ni peso legislativo propio- el Gobierno pudo desactivar la bomba de tiempo heredada del kirchnerismo con gran eficacia. Para ello fue fundamental la determinación que mostró Milei para enfrentar situaciones que suponían un alto riesgo en términos de gobernabilidad, como llevar a cabo un enorme ajuste del gasto público, terminar con la intermediación extorsiva de organizaciones kirchneristas y de izquierda para la ayuda social, y adoptar una política decidida de orden público en las calles. Esto se tradujo en indudables logros: en pocos meses la caída de la inflación se hizo pronunciada y continua, y el caos en las calles se redujo de manera drástica con la baja significativa de los piquetes.
Si bien Milei llegó a la presidencia con el mandato principal de terminar con la inflación, la voluntad de transformación fue evidente en distintos planos. La denominada batalla cultural, que tuvo eje en combatir la lógica del Estado omnipresente a partir de la política desregulatoria y la eliminación de ministerios y otras estructuras innecesarias e improductivas, también promovió una visión oficial más racional de la educación, las instituciones y la historia, tras años de distorsión nociva promovida por el kichnerismo.
En este sentido, el nuevo posicionamiento ideológico, en un marcado contraste con los gobiernos que lo precedieron, requirió de la figura de Milei una actitud de fuerte decisión y osadía política y comunicacional. Por ejemplo, para presentarse en la escena internacional con discursos de inédita incorrección política, como sucedió en el Foro de Davos o la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Tanto en el contenido como en las formas, la lógica confrontativa que caracteriza a LLA pareció imprescindible, al menos durante el primer año, para mostrar con claridad que había llegado un gobierno que iba a ejercer el poder de manera contundente, y despejar así cualquier tipo de fantasma. ¿Podría haber prosperado de otro modo, dada la complejidad inherente a la realidad argentina, los múltiples conflictos de intereses, y la tradición destituyente del peronismo?
La consecuencia directa de esta idea es que la mayoría de las iniciativas de gestión fueron impulsadas por decretos de necesidad y urgencia. Y, sólo cuando fue necesario, se buscaron acuerdos legislativos. (Un recuento indica que, hasta septiembre de 2025, se dictaron 74 DNU, contra 36 proyectos de ley presentados por el Ejecutivo en el Congreso). Y ante iniciativas contrarias a la política oficial, Milei no dudó en la utilización del veto.
Sin embargo, parte del éxito que tuvo el oficialismo en ese primer año de mandato, estuvo en la capacidad para negociar con un sector de la oposición. Ello resultó decisivo para la aprobación de iniciativas clave como la ley Bases o la reforma electoral.
Así fue como, hasta inicios de 2025, el Presidente logró ostentar un elevado apoyo de la opinión pública, con un nivel de imagen positiva por encima del 50%. Con el infrecuente valor da darse durante un severo proceso de ajuste y actualización de tarifas de servicios públicos. La sociedad argentina parecía encaminada a ratificar el nuevo rumbo de manera contundente en las urnas de cara a las elecciones legislativas de octubre.
AÑO II
Si bien desde una valoración general ese primer año dejó un saldo claramente positivo, ya habían quedado expuestas algunas sombras y contradicciones que se hicieron ostensibles y perniciosas durante los primeros meses del 2025. Sobre todo, en lo institucional, campo en el que el gobierno tenía un mandato de diferenciación con el kirchnerismo, fundamentalmente del electorado no propio que lo apoyó en el balotaje.
El oficialismo nunca pudo explicar, ni mucho menos justificar, la insistencia en postular para la Corte Suprema a un candidato tan controvertido como Ariel Lijo. El rechazo final del Congreso a los dos jueces nominados por Milei significó un fracaso anunciado y un desgaste incomprensible. Y aunque el también poco explicado escándalo Libra golpeó la imagen pública del Presidente, fueron los sucesivos desaciertos políticos los que comenzaron a generar turbulencias de todo tipo y a desbaratar una inercia que parecía inexorablemente exitosa para la cosecha electoral de octubre.
Confluyeron así, en una secuencia sin orden cronológico, numerosos hechos que fueron erosionando la credibilidad del gobierno. Aunque sea difícil atribuirlo a una causa única, sin dudas que la estrategia político electoral de instalar a la Libertad Avanza en todo el país a expensas de otras fuerzas que eran potencialmente aliadas fue decisiva. Si bien electoralmente esto funcionó en distritos como Chaco o CABA, tuvo efectos lapidarios en otros, como Corrientes y Provincia de Buenos Aires (sin soslayar, además, la conformación de listas con candidatos bastante reprochables desde la calidad política).
Pero, sobre todo, esa estrategia fue minando la posibilidad de mantener apoyos a las políticas de ajuste más controversiales del gobierno -Garrahan, Discapacidad, Universidades-, lo que llevó a una serie interminable de derrotas en el Congreso en 2025.
Esta actitud política confrontativa con aliados fue acompañada por una retórica agresiva, tanto del Presidente como del aparato oficial de comunicación (sobre todo digital), hacia cualquier atisbo de crítica, lo que profundizó el malestar en sectores moderados que también habían apoyado las principales políticas oficiales.
Ello podría conectarse con una sucesión de disputas internas que fueron dinamitando la alianza de sectores que habían sido claves para la llegada al poder de LLA. Desde su principal referente en CABA, Ramiro Marra, hasta varios integrantes del -ya de por sí escueto- bloque propio en el Congreso. Por no mencionar la ruptura de relaciones con la misma vicepresidente Victoria Villarruel, en una situación que, si bien mostró varios pasos en falso de la presidente del Senado, debería haberse encauzado de un modo más razonable, considerando la sensibilidad política e institucional de ese vínculo.
La sumatoria de internas y errores políticos autogenerados, derrotas legislativas, traspiés electorales provinciales (sobre todo PBA) y algunos escándalos no explicados (audios de Spagnuolo) cimentaron un clima de inestabilidad que se retroalimentó con una tensión cambiaria que empezó a golpear de lleno el corazón del programa económico oficial.
Aunque la explicación dada por el gobierno en todo momento fue “la resistencia de la casta a cambiar y perder sus privilegios”, el argumento resulta insostenible por exceso de simplificación. Es tan evidente que hay sectores de poder en la Argentina que se oponen al cambio, como que el diseño político de LLA mostró falencias inadmisibles.
EL NUEVO CICLO
Las semanas más tormentosas para el gobierno parecieron disiparse con la acertada decisión de dar de baja la candidatura de José Luis Espert al frente de la lista de diputados nacionales en Buenos Aires. Y desde ya, con la inestimable ayuda dada por Donald Trump para aquietar la volatilidad de los mercados.
Del mismo modo, la recomposición de relaciones con algunos gobernadores y con aliados naturales como Mauricio Macri, auguran una normalización de relaciones con actores que serán decisivos para acompañar las reformas que el gobierno debe impulsar en el Congreso luego de octubre. Fundamentalmente, si pretende consolidar un proyecto de transformación real y sustentable para las próximas décadas, como proclama el Presidente.
La idea de que promover un modelo económico acertado y alinearse del lado correcto en el tablero internacional son condiciones suficientes para que el país pueda prosperar, ya mostró sus limitaciones.
La segunda parte de su mandato demandará que Milei muestre nuevas dotes de liderazgo, ya que la construcción de un orden político que sostenga el nuevo rumbo de país que el gobierno está impulsando, resulta imprescindible.
* Politólogo