Ciencia y Salud

El último vals de Camille Claudel

En septiembre de 1943, el poeta Paul Claudel recordó la última visita a su hermana Camille, internada desde hacía 30 años en un hospital psiquiátrico.
La guerra había empeorado la situación de estas instituciones y Paul fue a ver qué podía hacer por Camille. “Ella me reconoció y nos abrazamos”. Entonces no sabía que sería por última vez que se verían...
“Contemplé su figura destruida por la edad y la enfermedad, que, a pesar de su delgadez, no habían podido hacer desaparecer la marca de su genio. He contemplado su existencia dolorosa a la luz de sus obras, que marcan el camino hacia la catástrofe: El abandono, El vals, La ola... y su última trilogía trágica, Perseo... ¿Hemos hecho mis padres y yo todo lo que estaba a nuestro alcance para asistirla?”
La duda resultó tardía, y la respuesta nunca llegó, porque aun el juicio del tiempo quedó dividido entre la rigidez del diagnóstico académico (esquizofrenia) y el supuesto abandono de la familia, que alejó a Camille del reconocimiento artístico hasta años después de su muerte.
Joven vivaz, de precoz inteligencia y habilidad para moldear figuras de barro, su padre apoyó a la joven en su formación artística y cultural, al igual que en la educación de su hermano Paul, quien, además de escritor, tuvo una brillante carrera diplomática (en más de una oportunidad fue el representante de Francia en Estados Unidos).
En 1883, mientras completaba su formación en París, en la Académie Colarossi, Camille conoció a Auguste Rodin, quien prontamente la convirtió en su asistente, su musa y su amante.
Ella colaboraba en el pulido de sus figuras, como el célebre ‘Pensador’, escultura que culmina ‘La puerta del infierno’ (que los argentinos colocamos en la plaza frente al Congreso de la Nación).
En pocos meses se forjó una relación sentimental que culminó con una carta en la que Rodin, varias décadas mayor que Camille –entonces con escasos 19 años– le declara: “Mi amada, a pesar de todo, a pesar de la locura que siento venir y que será obra tuya si esto continúa… Ten piedad, malvada; no puedo más, no puedo pasar un día más sin verte... el amor tan puro que siento por ti”. 
De allí datan sus retratos y la presencia de Camille en obras como ‘Aurora’, aunque en ellas la retrata con una mirada perdida. ¿Acaso Rodin detectaba los primeros signos de su ausencia esquizoide?
A pesar de esas palabras apasionadas y la “ferocidad” de su Camille (así la describe en una de sus cartas), Rodin se relacionó con Rose Beuret, una mujer simple y leal que le ofrecía al artista, ya entrado en años, una paz hogareña distinta a la pasión desordenada de Camille. Despechada, abrumada por el alejamiento, Camille se vengó con una obra que solo ella podía entender en su real dimensión: ‘La edad madura’, donde se muestra arrodillada y suplicante, mientras un hombre mayor –¿Rodin?–  es arrastrado por una mujer mitad ángel, mitad bruja... era Rose Beuret, que lo alejaba de la presión enloquecedora de la joven escultora.
Camille, gracias a su talento, se abría paso en los círculos de artistas y dejaba de ser una alumna aventajada para ser una adversaria despechada.
Sin embargo, Rodin la siguió protegiendo, la recomendó a críticos y hasta la propuso para encargos de monumentos públicos. No solo quedaban las cenizas de la pasión, sino el reconocimiento de su talento. 
‘La edad madura’ fue la obra cúlmine de su carrera. Pero para Rodin era un descarado relato autorreferente y denunciaba su abandono. Desde entonces, le quitó todo apoyo financiero.
En 1905, Camille hizo su última exposición. Después se recluyó en su casa-taller, descuidada, rodeada de miseria y basura que parecía elegir como su única compañía. Muchas de sus obras fueron destruidas por esta Camille descontrolada. 
En esa época, su único apoyo emocional era su padre, que la protegía de las agresiones que brotaban de su propia familia.
Camille había perdido el juicio, se sentía perseguida y se escondía en su casa de un mundo que cada día le parecía más hostil. 
Una semana después de la muerte de su padre, su familia la encerró en el hospicio de Ville-Évrard, y más tarde en Montdevergues, donde vivió los próximos 30 años con solo las visitas muy esporádicas de Paul.
Su diagnóstico médico, por el Dr. Michaux, declaraba que padecía “problemas intelectuales muy graves que le inducían hábitos miserables”. 
Estaba sucia, ya que había abandonado todo hábito higiénico. 
Además, agregaba que había cambiado su ciclo circadiano, pasando la mayor parte de la noche en vela, aterrorizada por la posibilidad de un ataque de lo que llamaba “la banda de Rodin”.
Tenía entonces 48 años y había tenido otro desencuentro amoroso con el compositor Claude Debussy. 
En esos años abortó dos veces. Uno de esos niños era de Rodin.
A pesar de cierta mejoría en sus hábitos, su madre no consintió su externación y no la visitó en esos años. A lo largo de tres décadas no tuvo forma de expresarse ni se conserva ningún trabajo suyo, ni en barro ni arcilla.
“Estoy aburrida de esta esclavitud. Me gustaría estar en mi casa y cerrar bien las puertas…”, le escribió a su hermano.
Para su madre, Camille era una excéntrica, una amoral; para su hermano Paul, un obstáculo en su carrera diplomática.
Entre las pocas cosas que se pudieron rescatar estaban unas notas donde escribió: “He caído en un abismo. Vivo en un mundo tan curioso, tan extraño… De lo que ha sido mi vida, esta es la pesadilla”.
Murió a los 79 años, el 8 de enero de 1943, por un accidente cerebrovascular secundario a la desnutrición y probablemente una hipovitaminosis de B12, y su relación con la homocisteína, que cuando aumenta es precursora de trombosis.
Fue enterrada en el cementerio de Montdevergues, en una tumba marcada solo con el número 1943 - n°392.
Cuando, a la muerte de Paul, se levantó el veto familiar, sus sobrinos pidieron la ubicación exacta para exhumarla. Sin embargo, en el antiguo cementerio se habían construido nuevas dependencias y se habían extraviado sus restos. 
Su tragedia, la de esta vida desperdiciada, fue recogida por varios libros y films como el de Bruno Nuytten (Camille Claudel, 1988, con Isabelle Adjani y Gérard Depardieu) y el de Bruno Dumont (Camille Claudel 1915, con Juliette Binoche).
Por fin, en 2017, en Nogent-sur-Seine se abrió el Museo Camille Claudel, que reúne y preserva lo que queda de su obra... El tiempo sirve, a veces, para poner las cosas en su lugar...
¿Qué le pasó a  Camille Claudel ? ¿Fue un brote psicótico paranoide? 
Siete meses después de su internación, los médicos hablaban de enviarla a su casa porque ya no era un peligro para sí ni para terceros. 
¿Cómo justificar los otros años de encierro? 
¿Tuvo una esquizofrenia simple que convirtió su casa-taller en un basural? ¿O acaso fue una esquizofrenia paranoide que la persiguió hasta los últimos días de su vida? 
Los informes no son concluyentes. Tampoco recibió ningún tratamiento.
Muchos han contemplado esta historia en el contexto misógino de la época, y a Camille  como una víctima de su talento.
No fue la primera, ni será la última.