Opinión
UNA MIRADA DIFERENTE

El tiro en el pie

La sorprendente habilidad del Gobierno para desperdiciar oportunidades electorales y comprarse críticas.

Resultó más que evidente que el oficialismo fue el principal opositor a sí mismo en el proceso que culminó con el apabullante cachetazo de las elecciones en PBA. Al error de nacionalizar innecesariamente la campaña -en un rapto de exaltación juvenil y amateur- cuando el gobierno del inepto Kicillof ofrecía tantos flancos para atacar y destacar, se sumó la inoportuna y solapada discusión interna entre sus seudoestrategas y armadores, y los audios, reales o no, operados o no, que fueron tan mal manejados por LLA con argumentos contradictorios, confusos y cambiantes. 

A esto debe agregarse el triunfalismo que es la impronta y el alimento del partido, que a cada paso se convence de que es el mejor del mundo, de que sus logros son únicos no sólo en el país sino en el planeta, argumento que fue comprado por la opinión pública, el periodismo, los encuestadores y el sistema en general. Así se concluyó que el perokirchnerismo estaba derrotado y al borde del nocaut. 

Ese triunfalismo llevó al maltrato y humillación del votante independiente o no polarizado (polarización siempre enemiga de la razón) que se agrupó circunstancialmente en las filas del PRO y que está más cerca de las ideas moderadas. La clara abstención de esos votantes, que se advierte en los datos comiciales, le quitó el apoyo que necesitaba para poder vencer en esas elecciones poco más que municipales.

Al intentar fagocitar al PRO creyendo que así llevaba a sus supuestos votantes cautivos a sus filas -error de inexpertos- descalificó a sus votantes, que reaccionaron en consecuencia. Olvidó asimismo que fue su insistencia caprichosa en candidatear a Carolina Píparo la que permitió el triunfo de Kicillof en PBA, error que ahora le cuesta caro. 

Parecía que se había suavizado el efecto de aquel golpe electoral y que se podía esperar que las elecciones nacionales iban a permitir un resultado si bien no tan holgado como el soñado, al menos digno, con alguna ganancia trascendente en escaños. 

La confirmación de buenos datos económicos, al menos en las estadísticas, ayudó a recuperar bastante el rumbo. De pronto comenzó la presión sobre el tipo de cambio, o más bien se acabaron los dólares para sostenerlo, o sea las pocas reservas. La debilidad del arsenal del Central resultó evidente y casi atemorizante cuando se llegó a vender (¿reventar?) los famosos 1.110 millones de dólares en 3 días. El Gobierno lo atribuyó erróneamente al “miedo kuka” en su particular método de análisis.

Esa lucha estéril

Siempre que se quiere administrar el tipo de cambio, o sea siempre que se quiere imponer la voluntad de los burócratas sobre la acción humana, esa lucha estéril obliga a tomar una medida tras otra, una vorágine donde cada nueva regla complementa o corrige los efectos de la anterior, hasta el infinito. Con lo que las normas, reglamentaciones, prohibiciones, trucos de mesas de dinero propias o amigas, tienden a infinito y crean una incertidumbre que impide operar seriamente a las empresas y al público en general y terminan haciendo negocios los cercanos al poder, los audaces o los prebendarios. 

Como se sabe, el Gobierno puso énfasis en esta coyuntura -el llamado plan es una sucesión de reacciones frente a las coyunturas- en mantener el peso apreciado frente al dólar, para evitar, en una particular teoría económica, que una depreciación merecida de la moneda local impactara sobre los datos de inflación (LLA se preocupa más por los datos que por la realidad). La apreciación de la divisa si el Gobierno estuviera impedido de vender dólares baratos era una tragedia en ese contexto. 

La acción humana, o sea el público, el mercado, la población, las empresas, la sociedad, la gente, como se le quiera llamar, reaccionó demandando dólares, lo que llevó a que esa moneda rompiera la banda superior de flotación y el riesgo país escalara 500 puntos en un suspiro. Ahí se producen las bravatas del ministro de Economía, que se suman al venero de frases desafortunadas que en similares circunstancias pronunciaran tantos ministros del ramo, que obraron, como siempre, produciendo el efecto contrario al esperado por el ingenioso funcionario, lo que creó más sensación de desastre inminente, y las dudas del elector. 

En esa situación, nuevamente se decide pelear contra la acción humana y decretar el levantamiento de las retenciones arguyendo que se trataba de una ayuda al productor. (Sólo un iluso o un tonto podía creerse tal cosa, cuando la supuesta liberación, en el rubro más importante, la soja, que aún mostraba saldos exportables considerables, tenía un límite de 7.000 millones de dólares que era más que evidente se alcanzaría en pocas horas)

Y si hacía falta más indicadores de que se trataba apenas de un préstamo con una tasa adelantada de 26%  -una monstruosidad extrapolada a valores anuales- bastaba leer que se trataba simplemente de una declaración de exportación cuyo monto en dólares se debía liquidar dentro de los 3 días, en vez de los 15 anteriores y no hacía falta estar en posesión de la cosecha, sino que se fijaba un año de plazo para concretar la exportación física. (Otro lío en puerta).

Sea porque no se leyó bien la norma, porque el optimismo fue muy grande, porque muchos soñaron que esta decisión era el prolegómeno de un esquema definitivo de eliminación del impuesto, porque se creyó que se iba a producir una prórroga que permitiría participar al productor o al chacarero, la medida se celebró como el gol del triunfo. 

Este columnista fue duramente vilipendiado por escribir una nota a las pocas horas de conocerse la norma, en exactamente los mismos términos que la presente, para lo que no hacía falta tener poderes sobrenaturales en ninguna disciplina.  

Duró tres días

A ese optimismo súbito, se sumaron las declaraciones del secretario del Tesoro de EEUU, que prometió varias medidas de apoyo al país -o a Milei- que habrá que ver el desarrollo que tienen en el momento de la verdad. Justo cuando el presidente tiene su charla formal con Trump en Nueva York. Esto en el marco de la necesidad que tiene el presidente norteamericano de tener algún amigo en el continente. 

Este paquete produjo una inmediata baja del tipo de cambio y también del riesgo país, lo que se anotó de nuevo como un gran éxito del gobierno que reflotó su popularidad y su halo de éxito. Parecía la solución a los problemas más acuciantes y nuevamente un cambio de expectativas.
Duró tres días. Hasta que se alcanzó el límite de los 7.000 millones de dólares. Entonces aparecieron las protestas de los productores, de las entidades del agro, de la sociedad toda, acaso autoinducidas por un optimismo exagerado que nunca se justificó.

Como si eso fuera poco, la declaración escrita de Bessent dice que “se ayudará a Argentina a salir del programa de vacación fiscal sobre las retenciones que favorece a los exportadores que vendan dólares”. Y para colmos, EEUU ha protestado porque “la baja de retenciones perjudica a su mercado de soja”. Recordando que Trump es proteccionista y keynesiano, pese a proclamarse amigo de Milei. 

Si bien el ingreso de esos dólares ayuda significativamente a mantener el tipo de cambio donde el Gobierno y el FMI quieren, la disconformidad con la medida -percibida como una maniobra para favorecer a 8 ó 9 grandes exportadores en detrimento de los productores en general – junto a la sensación de que el país se ha subordinado a EEUU y permitido su injerencia en cuestiones internas, va a golpear en los niveles de popularidad de Milei, con efectos el 26 de octubre. 

Queda la incógnita posterior que seguramente traerá nuevas suspicacias y críticas: ¿Qué harán los exportadores con los pesos? ¿Los volcarán al consumo o la economía en general como imaginaban los que creían que las ganancias extra irían a los productores, no a 8 empresas?  ¿O comprarán nuevamente dólares ahora baratos o harán algún rulo para arbitrar o se sumarán al carry trade

El autor también escribió el miércoles que esta posibilidad obligaría al Banco Central a lanzar otro paquete de normas para salir al cruce de esas operativas. Ayer empezó esa etapa con la prohibición de comprar dólares en el mercado oficial para venderlos en el financiero. Toda norma obliga a otra norma, y a otra, y así sucesivamente. 

El Gobierno parece tener la vocación de desperdiciar oportunidades. También de despreciar los principios liberales que agitó en su campaña y que jura en todo el mundo defender: el primero de ellos es no intentar, con la fatal arrogancia de la burocracia, impedir, limitar o dirigir la acción humana.  Tal vez son sólo dos caras de la misma moneda.