El mundo
DETRAS DE LAS NOTICIAS

El que habla de golpe en Bolivia no sabe de lo que habla

`El pueblo dijo `No', se coreaba para recordar que Morales había violado la Constitución y desoído una consulta popular. Y entonces llegó un fraude escandaloso. ¿Cómo no iba a estallar una insurrección popular?

Como dijo certeramente Lula: el problema de Evo Morales consistió en encapricharse con su cuarta reelección. Fue exactamente así, pero no por casualidad, sino absolutamente por causalidad. De aquellos polvos vinieron estos lodos.
 
 En el 2005, cuando comenzó el primer período electoral de Evo Morales, regía una Constitución que prohibía la reelección inmediata. Había que dejar pasar un período para poder volver a postularse a la Presidencia de Bolivia.
 
 Por eso, el mandatario impulsó una Reforma Constitucional mediante la cual impuso varios cambios: La República de Bolivia pasó a llamarse la República Plurinacional de Bolivia, se reemplazó toda la Corte Suprema del país andino, y se estableció una sola reelección continuada para el caso del presidente y vicepresidente del país. En una palabra, quedaba facultado para un segundo período presidencial (Art. 168 de la Nueva Constitucion boliviana) y nada más. 

 O sea, debía concluir su segundo mandato en 2014. Pero no ocurrió así: Evo Morales adujo que su primer mandato había transcurrido bajo la vieja Constitución y en un régimen anterior a la República Plurinacioanl de Bolivia. En una palaba, hizo caso omiso a su primer período presidencial y manifestó que, en 2010, allí recién había comenzado su primer mandato y que, en 2014, comenzaba su segundo período presidencial. (A todo esto, ya llevaba casi diez años en el poder).
 
 Pero, en el 2016 fue por más y, en febrero de ese año, llamó a un plebiscito nacional para someter a consideración de la población boliviana la posibilidad de superar el límete de dos períodos presidenciales. Sin duda, quería poder presentarse en los comicios de 2018 (una tercera reelección, contra el límite de dos mandatos que fijaba el art. 168 de su propia Constitución). Ante su total sorpresa, el pueblo votó que `no', por más del 51% de los votos totales. En una palabra, quería que Evo Morales dejara el poder el 20 de Enero de 2020, fecha en terminaba su segundo mandato con la Nueva Constitución, tercer mandato si se contaba exactamente el momento en que llegó a la primera magistratura, en 2005.

 Pero, aquí Evo Morales decidió desconocer su propia Constitución y su propio referendum, y logró que un Tribunal Electoral nombrado por él mismo, reconociera su derecho humano para gozar de reelecciones sine die. Es decir, sin límite de tiempo

HERVIDERO

 A todo esto, el clima preelectoral boliviano para las elecciones nacionales del 20 de octubre último, ya era un tremendo hervidero. Un gran descontento y una gran frustración política y social no permitían avizorar ningún resultado favorable para las ambiciones de este político encaramado en el poder de Bolivia desde hacía casi catorce años. A partir de 2016, en todas partes, tanto en público, como en privado, se coreaba espontáneamente: `El pueblo dijo No', `El pueblo dijo No'. 

 No obstante, Evo Morales, seguro aparentemente de su triunfo, llamó a veedores internacionales de la OEA para fiscalizar imparcialmente las elecciones. Incluso se dispuso un sistema de dianóstico temprano de resultados, para ir informando hora por hora los resultados generales preliminares de este controvertido comicio. A las 19.40 del domingo 20 de octubre se habían escrutado resultados preliminares de poco más del 80 % de los sufragios.

 Para evitar la segunda vuelta que, por lo general, suele ser ruinosa para el oficialismo, porque el sistema del balotaje entre los dos candidatos más votados, termina agrupando a toda la oposición, Evo Morales debía  superar por un 10% de los votos a su inmediato perseguidor, el candidato Carlos Mesa. 

 A  eso de las 20.00 de ese domingo fatal, infortunadamente para Evo Morales, la diferencia entre ambos candidatos no superaraba el 7%.

 Y allí comenzó Cristo a padecer. En ese preciso momento, en que se venía la noche, se cortó la luz y no se restableció hasta casi 24 horas después. Esto fue completamente escandaloso, pues no hubo ninguna explicación técnica que justificara la interrupción del fluido eléctrico, y muchísimo menos, lo ocurrido después.

 Cuando volvió la luz, resultó que Evo Morales había sacado una diferencia de más del 10% a Carlos Mesa. De esa manera, no era necesaria una segunda vuelta.

 Pero no fue tan fácil: los observadores de la OEA se retiraron porque consideraba que no se habían respetado los protocoles de la elección nacional.  Y uno de los tres miembros del Tribunal Nacional Electoral renunció, en desacuerdo con tan oscuros procedimientos y resultados.
 
 A todo esto, el resto del Tribunal convalidó tan peregrinos resultados electorales, imposibles de justificar técnicamente, lo cual disparó las iras de la inmensa mayoría de la población boliviana.

INSURRECCION POPULAR
 

 El pueblo salió a las calles, reunidos en Cabildos y Foros de Acción Cívica, a todo lo largo y lo ancho del país. Primero pedían que se hiciera el balotaje, a lo cual Evo se opuso decididamente, tipo pelito para la vieja.
 
 A todo esto, ante el tremendo malestar social y político de la gran mayoría de los ciudadanos, la OEA ofreció una auditoría de los resultados, finalmente aceptada por el primer mandatario.

 Los miembros de todos los espontáneos comités, foros y cabildos cívicos ya hacía casi tres semanas que permanecían en las calles de casi todos los departamentos (provincias, para nosotros) de casi todas las ciudades, en un clima de beligerancia cada vez mayor.

 Para peor, Evo Morales pretendió acallar las protestas populares con el envío de fuerzas de choque, parecidas a los colectivos venezolanos, o nicaragüenses, mandados a distintas ciudades, supuestamente con el apoyo de fuerzas policiales de Bolivia. Pero el destino ya estaba marcado y, cuando se conoció el lapidario informe de la OEA, confirmando un brutal fraude , el odio se hizo viral.

Lo primero que ocurrió fue que la policía se puso espontáneamente de parte de los manifestantes. Los grupos de choque, librados a su suerte, lo pasaron muy mal en las distintas regiones. Un caso emblemático fue el de la ciudad de Cochabamba, donde los matones fueron rendidos, perseguidos y humillados por las fuerzas de defensa civil. Finalmente escaparon por los cerros quienes no fueron capturados, incendiando pastizales para cubrir su huida.
 
 En realidad, el fraude fue colosal y evidentemente, deslegitimó completamente a Evo Morales y a García Linera.

Entre la enorme cantidad de falsedades propaladas por los autores del relato, tendientes todas a entronizar la patraña de un "golpe de Estado", se dice que la población le pidió apoyo a las Fuerzas Armadas y que estas echaron del poder a Evo Morales. Nade más falso. Quien solicitó el apoyo del Ejército, Armada y Aviación fue Evo Morales.

Y la respuesta de los uniformados fue la piedra de toque para una mentira completamente funcional a cantidad de interpretaciones sesgadas, tendenciosas y básicamente, falsas de toda falsedad.

 Los altos mandos enviaron una carta donde ``sugerían'' que el presidente Morales presentara su renuncia. La palabra ``sugerir'' es la máxima palabra que pueden utilizar uniformados para  responder a un Capitán General, como lo era en ese momento el presidente constitucional Evo Morales.

 Lo que no podían hacer, así lo hubiesen  querido, eran salir a ametrallar un pueblo reunido desde hacia tres semanas en las calles para defender un gigantesco fraude electoral comprobado por 32 técnicos informáticos provenientes de 18 países. Mas las 900 pruebas de fraude reunidas por los abogados y técnicos bolivianos.

 Las autoridades de la Central Obrera Boliviana, bastante  antes de que se conociera la sugerencia castrense, también habían pedido la renuncia del primer mandatario. Los máximos capitostes lo dijeron claramente: ``Esta central es absolutamente marxista pero, en este caso, estamos del lado del pueblo boliviano, como siempre hemos estado". Lo mismo ocurrió con la Iglesia Católica, la cual también pidió la renuncia de Evo Morales para evitar un baño de sangre.

 El gran reclamo de la población era, ni más ni menos: elecciones libres, transparentes y democráticas.


LA GRAN MENTIRA


 Si hay un continente que tiene vastísima experiencia en golpes de Estado es América Latina. Por ejemplo, todos sabemos que no hay golpes de Estado sin jefes, ni Estado Mayor, unidades militares, armas y recursos económicos, más unas cuantas fuerzas civiles que también acompañan.

 Lo primero que necesitan hacer los golpistas es copar lugares claves, sublevar regimientos, buques, aeronaves, para poder detentar el poder mediante la amenaza de las armas del mayor calibre posible.

 Pero nada de esto ocurrió en Bolivia, los uniformados no salieron jamás de sus cuarteles mientras Evo Morales y García Linera renunciaban y posteriormente huían, después de haberse refugiado brevemente en El Chapare, epicentro de las 80 mil hectáreas dedicadas a la producción y exportación ilegal de cocaína desde donde Evo Morales construyó su poder político económico e internacional.

 Es más, ningún contingente militar ni impidió en ningún momento el aterrizaje y posterior decolaje del avión de la Fuerza Aérea Mexicana enviado por López Obrador para rescatar a los dos ex mandatarios.

 Tampoco se conoció ninguna orden de captura contra ellos, ni policial ni judicial, de ningún tipo. Escaparon porque habían llegado demasiado lejos y tenían muchísimo miedo a las imprevisibles consecuencias de sus actos.

 De todos modos, dejaron una situación muy difícil de manejar con vistas a poder mantener al país dentro de los límites fijados por la actual Constitución. El mayior problema fue la acefalía causada por la renuncia, no solamente del presidente y vice, sino también de las autoridades que, precisamente, contempla la ley de acefalía boliviana. Por ejemplo, la presidente del Senado, y el presidente de la Cámara de Diputados. Por eso, quienes hablan de golpe de Estado, no saben de lo que está hablando. ¿Quién podía calcular, de antemano, cuáles funcionarios iban a renunciar y cuáles no?

 El estado de acefalía, profundo y grave, duró unas cincuenta horas de máxima tensión, durante las cuales ningún jefe político, sindical, religioso o militar se pronunció para ocupar el Poder Ejecutivo vacante.
 
 En su fuero íntimo, es muy posible que Evo Morales hubiera soñado con algún pronunciamente militar, absolutamente funcional a su pretensión de ser víctima de un golpe de Estado. Pero no hubo tal cosa, para nada.


 En realidad, el horno no estaba para bollos. la indignación popular ante la evidencia del fraude explotó como una bomba neutrónica. Había sido una tentativa de falsear la voluntad popular absolutamente audaz y groseramente torpe. Los datos eran proporcionados por centros IP falsos desde el comienzo de los comicios. Incluso los datos de primera mano iban siendo falseados electrónicamente. 
 
Las evidencias soliviantaron al país. Ni la poderosa Central Obrera Boliviana, gran aliada de Evo Morales en casi toda su gestión, quiso hacerse cargo de semejante felonía. Se trataba de una mentira demasidao flagrante y evidente.

 En realidad, dado el modus operandi de esta segunda etapa del socialismo del siglo XXI, primero se alcanza el poder mediante elecciones y luego, cuando los votos ya no son suficientes, se suprimen las elecciones, o se hacen directamente elecciones fraudulentas, sin veedores imparciales de ningún tipo.
 
 Partamos de la base de que, en Cuba, se mantiene el mismo grupo político en el poder desde hace sesenta años, sin que nunca se hayan celebrado elecciones libres, transparentes y democráticas. 

 En Venezuela, el chavismo está en el poder desde hace veinte años. Al principio, con grandes triunfos electorales y, cuando el pueblo se cansó, se optó por elegir una Asamblea Constituyente (una verdadera escribanía) supuestamente dueña de la Suma del Poder Público, cuyos 500 miembros fueron elegidos a dedo por los dirigentes chavistas. Y con esta Asamblea en la cima del poder, se efectuaron unas elecciones burdamente fraudulentas en las cuales Maduro ganó por paliza y donde nadie se podía acercar a menos de trescientos metros de los centros electorales. 

 Esto se justifica, para los líderes castrochavistas venezolanos, en el hecho de que están liderando una Revolución Socialista que va mucho más allá de un mero resultado eleccionario. Así le va, sin energía eléctrica, sin transporte urbano, sin alimentos, sin medicinas, con una pobreza extrema y cinco millones de desplazados fuera del país.

 Lo mismo vale para Ortega en Nicaragua. Al principío ganó limpiamente las elecciones luego de la Revolución Sandinista contra Somoza e, incluso, aceptó su derrota luego frente a la dirigente liberal Violeta Chamorro y le entregó el bastón presidencial.  Fue la última vez que lo hizo. Una vez vuelto al poder en otras elecciones libres también libres y transparentes, estuvo muy atento al resultado de las encuestas y, cuando avizoró una notable pérdida de popularidad, instaló la práctica del fraude como la forma para ganar las elecciones. Así le va ahora, con cientos de muertos entre los ciudadanos que protestaban, un descrédito interno y externo demoledor y unas tensiones internas cada día más difíciles de esconder y de sofocar.

 Teniendo un país líder del socialismo del Siglo XXI como Cuba, con sesenta años sin elecciones, y Venezuela y Nicaragua con elecciones fraudulentas, no era tan raro pensar que Evo Morales siguiera por la misma senda.


Pero Bolivia es otro país, mucho más aguerrido y temible en la defensa de sus libertades. 

 Ahora el país sigue un camino estrictamente constitucional y ya ha lanzado su convocatoria a nuevas elecciones generales a partir del 20 de enero próximo, fecha en que caducará definitivamente el tercer mandato presidencial de Evo Morales. Evidentemente, México le ha resultado mucho más grato para exiliarse que Cuba, Nicaragua o Venezuela.