‘Paisaje’. Autor: Harold Pinter. Traducción: Laura Cristal. Dirección, diseño de escenografía y de luces: Facundo Ramírez. Vestuario: Maf. Actores: Marcela Ferradás, F. Ramírez. Los domingos a las 19.30 en el Centro Cultural de la Cooperación.
Harold Pinter nació el 10 de octubre de 1930 en Hackney, al este de Londres, en el seno de una familia judía, y murió en la capital londinense el 24 de diciembre de 2008. Destacado por su versatilidad intelectual, obtuvo reconocimiento no sólo como dramaturgo sino también como poeta, novelista, guionista cinematográfico y libretista. A lo largo de su trayectoria se consolidó como un observador crítico de la sociedad contemporánea, enfocando su análisis en la figura del hombre moderno, sus dilemas psicológicos y sociales, las restricciones impuestas por los sistemas políticos, así como sus temores, esperanzas y ambiciones.
Entre 1968 y 1982, la producción dramática de Pinter se centró especialmente en la mente humana y la memoria, dedicando una considerable atención al papel del pasado y su influencia sobre el presente. En sus obras, los personajes suelen experimentar flashbacks y reminiscencias que, según el caso, pueden fortalecerlos o perturbar su realidad actual, generando experiencias desconcertantes y conflictivas. De esta manera, Pinter aborda cuestiones universales vinculadas a las relaciones interpersonales, tales como el matrimonio, la amistad y los vínculos familiares.
RELACION DE PAREJA
La obra ‘Paisaje’ fue estrenada el 2 de julio de 1969 por la Royal Shakespeare Company en el Teatro Aldwych de Londres. Interpretada por Peggy Ashcroft y David Waller, dirigidos por el gran Peter Hall, plantea las dificultades comunicativas entre dos personajes, Beth y Duff. Habitualmente, ‘Paisaje’ se estudia, lee y presenta en conjunto con la pieza en un acto ‘Silencio’. Es relevante destacar que desde su primera obra, ‘La habitación’, los personajes de Pinter han manifestado una tendencia hacia la ensoñación; sin embargo, en ‘Paisaje’ este rasgo no adquiere particular relevancia. Pinter nos conduce por regiones problemáticas y hasta perturbadoras que se esconden en los recovecos de la relación de una pareja. Un viaje a través de las complejidades de lo que permanece oculto e inexpresado bajo las capas de la vida cotidiana.
El miedo y la incapacidad de verse como realmente son encadenan a Duff y Beth a una rutina que los encierra, creando un espacio estrecho y confinado del que inevitablemente puedan salir. Un lugar sin límites definidos habitado por su inconsciente, que toma la forma de miedos y deseos inconfesables.
LA PUESTA
Con una mesa larga y dos sillas, Marcela Ferradas y Facundo Ramírez encarnan a esta pareja casada desde hace mucho tiempo. No sabemos adónde están; según el texto dramático estarían en la cocina de la casa donde sirven. Ramírez no brinda datos, no distrae al espectador. Prima en el espacio escénico la oscuridad y la luz acompaña, logrando la importancia de lo imperceptible. La dirección creó un clima pinteriano desde el primer minuto.
Marido y mujer evocan el pasado. No desean comunicarse y han optado por hacerlo solo a través de la memoria. Beth (Ferradas) vive en el recuerdo transfigurador de un encuentro que tuvo una vez con un hombre anónimo a la orilla del mar. Se encuentra perdida en el ayer, confundida al observarse años atrás y sentirse la protagonista de los acontecimientos. ¿Quién es el hombre de sus recuerdos? ¿Qué sucedió? ¿Adónde va?
El trabajo de la experimentada actriz es convincente por la capacidad de transmitir las imágenes de un texto estupendamente traducido. Ferradas logra un tono particular, sin exageraciones, lineal, pero mágicamente aparecen los matices, los colores, las luces. Logra cautivar no solo con su voz inocente sino aún más con los silencios y los cortes, marcados minuciosamente por el director.
Duff (Ramírez), a través de sus recuerdos, busca recuperar a Beth. El espectador debe reconstruir con una coherencia cambiante, los detalles fragmentados de un pretérito parcialmente recordado, y en cada caso lo importante no es lo que pasó sino la influencia continua que ejerce sobre el presente y sobre el escenario.
Ramírez, como Ferradas, logra una actuación sólida sin fisuras. Ambos conocen a Pinter y lo interpretan con el rigor de una partitura.
Ponen de manifiesto dos mundos: el femenino y el masculino, la poesía y la sensibilidad enfrentadas con la practicidad y la violencia física. Quizás el sufrimiento que transmiten los personajes se deba a que no se dieron cuenta que la diversidad enriquece, podrían haberse complementado y no vivir el fracaso de dos mundos separados e irreconciliables.
INCOMUNICADOS
La dramaturgia de Pinter muestra con frecuencia el triunfo de la falta de comunicación entre los personajes. Sus diálogos abundan en contradicciones, repeticiones, reacciones retardadas y charlas triviales que sugieren su reticencia o su incapacidad para comunicarse.
Un muy buen trabajo de Facundo Ramírez como director logró, con una obra escrita en tiempos donde no existían los teléfonos celulares ni las redes sociales, comunicarnos que la soledad y el individualismo que provoca el mal uso de la técnica en nuestros días subsiste desde siempre cuando se le resta importancia al diálogo y no se erradica al monólogo infecundo que atraviesa a nuestra sociedad y al mundo de manera creciente.
Sin lugar a dudas, un plausible regreso del teatro de Pinter, ausente desde hace muchos años de los escenarios porteños. ‘Paisaje’ es una maravillosa oportunidad para conocerlo en estado de pureza y disfrutar de la armonía entre los textos dramático y espectacular.
Calificación: Excelente