Ciencia y Salud

El peligroso culto al barbijo

Lejos de brindar protección contra el covid, dos recientes estudios encontraron una asociación entre el uso de este implemento y mayores tasas de mortalidad por la enfermedad. “Expertos” y autoridades sanitarias perpetúan la mentira, mientras un llamativo número de ciudadanos se aferra a su inútil uso.

Aunque los “expertos del covid” insistan en lo contrario, los barbijos no funcionan. Esto, en realidad, siempre se supo. Ahora hay cada vez más estudios que lo ratifican. Y lo peor no es que se ha mentido descaradamente a la población sobre la protección que brindan frente a un virus respiratorio como el SARS-CoV-2, sino que lejos de proteger, los barbijos o tapabocas son capaces de causar distintos tipos de daños. Incluso aumentar la tasa de mortalidad por covid, tal como lo revelaron dos nuevos estudios.
Los argumentos que se dieron al momento de levantar la obligatoriedad del uso de barbijos en algunos puntos del país son tan equivocados como la supuesta protección que dijeron que conferían frente al SARS-CoV-2. Así lo hace notar el periodista Scott Morefield en una reciente columna publicada en el sitio Townhall, en la que escribe: “Si sus dirigentes se han esforzado por aclarar que los mandatos de los barbijos sólo se han levantado porque las tasas de covid han bajado o incluso porque las últimas variaciones del virus se han vuelto menos mortales, están pasando por alto a propósito el panorama general y se aferran astutamente al pretexto que invitará a la locura de volver en cualquier momento: que los barbijos ‘funcionan’ para detener o frenar la propagación de los virus respiratorios altamente contagiosos”.
Tal como lo manifiesta también Ian Miller, autor del libro "Desenmascarado: el fracaso global de los mandatos de los barbijos ante el covid", las inexactitudes difundidas por los "expertos" y sus aliados en los medios de comunicación han calado permanentemente en una parte importante de la población, que se rehúsa a dejar de usarlos aunque ya no exista obligación de hacerlo y aunque la evidencia científica les demuestre que no hacen la diferencia o -incluso peor- que son perjudiciales.
"La creencia en el poder y la eficacia de los barbijos se ha convertido en una religión de facto para estos locos del culto, y están deseando que llegue la próxima oportunidad para imponer su ‘fe’ al resto de nosotros”, remarca Morefield, quien agrega: “Si crees que estoy exagerando, considera que los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) acaban de recomendar de nuevo el uso de barbijos al viajar, basándose en la propagación de... la viruela del mono” (un virus que hasta ahora se ha propagado principalmente en los clubes nocturnos gay a través del contacto directo con las pústulas abiertas de las personas infectadas).
Para Morefield, la insistencia descarada en que los barbijos "funcionan" se ha convertido en una de las mentiras más insensatas y perversas de toda la historia de la humanidad. “No sólo creó una falsa sensación de seguridad que, sin duda, dio lugar a más infecciones de las que se habrían producido de otro modo, sino que también provocó años de retrasos en el habla y el desarrollo de los niños, trastornos incalculables en la cohesión de la sociedad, millones de toneladas de residuos médicos inútiles y sin sentido en nuestros océanos y vertederos, problemas psicológicos masivos en innumerables personas que todavía se embarbijan en los lugares y situaciones más absurdos hasta el día de hoy, e incluso daños médicos reales que se están descubriendo”.
Basándose únicamente en el sentido común, Morefield se pregunta: “Si los barbijos o la obligatoriedad de uso de barbijo funcionaran, ¿no veríamos ya pruebas contundentes de ello, más de dos años después? Si hubiera tales pruebas, ¿no estarían los poderes fácticos gritándolo a los cuatro vientos? En lugar de ello, han estado bastante callados debido a gráficos como los que utilizan los propios datos de los CDC para comparar la propagación del covid en los condados que tenían mandatos de uso de barbijo frente a los que no los tenían. ¿El resultado? Ninguna diferencia discernible”.
Morfield se alegra de que la marea esté cambiando, ya que se están llevando a cabo y publicando investigaciones y datos clave “que siguen poniendo una estaca en el corazón del embarbijamiento forzado”.
Como ejemplo, cita un estudio de la Universidad de Louisville publicado en mayo de 2021 que descubrió que la obligatoriedad de uso de barbijo y el mayor cumplimiento resultante de ella "no predijeron tasas de crecimiento más bajas cuando la propagación en la comunidad era baja (mínima) o alta (máxima)". El estudio, que utilizó datos de los CDC a lo largo de varias temporadas, descubrió que el uso de mascarillas y los mandatos "no están asociados con una menor propagación del SARS-CoV-2 entre los estados de EE.UU".
Tampoco en las escuelas la utilización de barbijos es útil. En ese sentido, Morefield menciona la investigación de Ambarish Chandra, de la Universidad de Toronto, y la Dra. Tracy Hoeg, de la Universidad de California, publicada en The Lancet bajo el título: "Revisión de los casos pediátricos de covid-19 en condados con y sin requisitos de barbijo escolar-Estados Unidos, del 1 de julio al 20 de octubre de 2021". En los resultados de ese estudio, las autoras concluyen que “no hay relación significativa entre los mandatos de barbijos y las tasas de casos".
Según señala Morefield, más preocupante todavía es que la evidencia emergente confirma lo que muchos de nosotros sospechamos todo el tiempo: la posibilidad de que los barbijos pudieran estar dañando activamente a la gente. Como ejemplo, apunta al estudio observacional publicado en febrero último en la revista ‘Medicine’, en la que se comparan las tasas de mortalidad por covid-19 en los condados de Kansas durante el punto álgido de la pandemia en 2020. Titulado "El efecto Foegen: Un mecanismo por el que los barbijos contribuyen a la tasa de mortalidad por covid-19", el trabajo liderado por el médico alemán Zacharias Fögen, analizó "si el uso obligatorio de barbijo influía en la tasa de mortalidad en Kansas".
La conclusión más importante del documento es la siguiente: "... en contra de la idea aceptada de que mueren menos personas porque las tasas de infección se reducen gracias a los barbijos, esto no fue así... Los resultados de este estudio sugieren firmemente que los mandatos de los barbijos causaron en realidad alrededor de 1,5 veces el número de muertes o un ~50% más de muertes en comparación con la ausencia de mandatos de barbijos".
El estudio teorizó que el llamado "efecto Foegen", por el que las gotas hipercondensadas atrapadas por los barbijos se vuelven a inhalar y se introducen más profundamente en las vías respiratorias, podría ser el responsable del aumento de la tasa de mortalidad por covid.
Morefield también cita otro estudio revisado por pares, publicado en abril en la revista Cureus, en el cual se comparó el uso de barbijos en toda Europa durante la pandemia y no se encontró ninguna correlación negativa entre el uso de barbijos y los casos y muertes por covid-19. Esa investigación admitió haber encontrado una "correlación positiva moderada entre el uso de barbijos y las muertes en Europa Occidental", lo que "sugiere que el uso universal de los barbijos puede haber tenido consecuencias perjudiciales no deseadas".
El periodista interpela: ¿Por qué no hay tasas de mortalidad e infección discerniblemente más bajas en los lugares que se embarbijaron durante años frente a los que apenas hicieron nada? “No las hay, porque esto ha sido un gigantesco castillo de naipes que sigue cayendo. Asegurémonos de que no se vuelva a construir”, finaliza.
¿CUESTION IDEOLÓGICA?
Por su parte, Miller considera que, en el fondo, el debate sobre los barbijos gira en torno a la ideología. En ese sentido, recuerda que durante años los "expertos" han criticado la importancia de los barbijos y se han reído literalmente de las sugerencias de que pudieran suponer una diferencia significativa. “La ideología y el pensamiento de grupo se han convertido en algo tan importante y omnipresente entre los ‘expertos’ que abandonan fácilmente sus posiciones previamente declaradas para ajustarse a lo que se espera de ellos políticamente”, remarca.
Miller asegura que cuando no había presiones ni tribalismo en relación con las intervenciones conductuales, los ‘expertos’ eran honestos a la hora de embarbijar. “Ahora ha sido sistemáticamente lo contrario. Y la investigación adicional confirma que sus afirmaciones previas al tribalismo eran correctas. Lejos de ‘la ciencia’, cambiante, sus acciones post-covid se explican por la señalización política y la mentira para satisfacer sus necesidades”, enfatiza.
El autor de "Desenmascarado: el fracaso global de los mandatos de los barbijos ante el covid" resalta que la ciencia real siempre ha confirmado que los barbijos no sirven para detener la transmisión de los virus respiratorios. “Sin embargo, los expertos, los medios de comunicación y los políticos de todo el mundo entraron en pánico e impusieron el uso de barbijos a la población. Hicimos el experimento, probamos los barbijos en todas partes. Y todas las pruebas disponibles siguen confirmando que no funcionan”, escribe.
Por eso, Miller sentencia que las jurisdicciones y los distritos escolares que siguen imponiendo el uso de barbijo basándose en la desinformación y el miedo están participando en un teatro vergonzoso. “Los ‘expertos’ que siguen impulsando el uso de barbijo permanente son peligrosos, incompetentes o intelectualmente deshonestos. Por mucho que lo sigan intentando, todas las pruebas demuestran que no importa cuántas personas lleven barbijo, realmente no consiguen nada”, concluye.