Opinión
Claves de la religión

El paso del tiempo y la humanidad

La percepción del paso del tiempo es un bien que acrecienta nuestra humanidad y la comprensión de los demás; se vincula, por otra parte, con el sentido de Dios y la consiguiente Esperanza.

Dios pudo crear desde toda la eternidad. Porque la creación consiste en la dependencia ontológica; es una cuestión del ser, y no de la duración. Pero la Biblia nos habla de una creación en el tiempo: precisamente, la primera palabra del texto bíblico es bereshit.

En hebreo, reshit significa “cabeza”. Bereshit quiere decir, por tanto, en el comienzo era el tiempo. Éste, entonces, no es eterno, sino concreado; más allá está la eternidad. La percepción del tiempo es una característica típicamente humana.

Sin embargo, los niños no tienen una conciencia del tiempo; tienen su instinto y perciben instintivamente su transcurso. La percepción del paso del tiempo es una facultad de la adultez; pero eso no significa que se comprenda el ser del tiempo, su sentido.

Es bien conocida la sentencia de San Agustín: él comprendía qué es el tiempo, pero si alguien le interrogara al respecto, no sabría decir qué es. El flujo del tiempo es algo misterioso, por más humano que sea. Los ángeles no tienen tiempo; se concentran en otra dimensión de la realidad. Al comienzo de su existencia debieron optar: con Dios o contra Dios. Una multitud de ellos eligió mal; entonces percibieron el tiempo, cayeron en él. El diablo comprende la condición temporal del hombre, y se aprovecha de ella: lo tienta.

EXPECTACION SILENCIOSA

La historia registra el paso del tiempo e ilustra la memoria de los hombres. El estudio de la historia permite conocer los orígenes del país en que vivimos y apreciar y valorar a los hombres de calidad que han sido sus protagonistas.

El paso del tiempo se percibe en la espera, que si se prolonga reclama paciencia, y puede llegar a ser angustiosa; en la expectación silenciosa del anciano, en la expectativa del padre ante el inminente nacimiento de un hijo.

La percepción del paso del tiempo es un bien que acrecienta nuestra humanidad y la comprensión de los demás; se vincula, por otra parte, con el sentido de Dios y la consiguiente Esperanza. La Esperanza es espera del Cielo, del encuentro con Dios. El bereshit del Génesis se cierra en el Apocalipsis (10, 5 ss.); el Ángel, con un pie en el mar y otro en la tierra, levantó su mano y juró por Aquel que vive por los siglos, que creó el Cielo y cuanto hay en él y la tierra y todo lo que contiene y el mar y todo lo suyo, y dijo que ya no habrá más tiempo (jrónos oukéti éstai). Entonces se consumará el misterio de Dios. El flujo del tiempo acabará en la eternidad.

Entre tanto, nos corresponde gozar en la fe, con alegría, el tiempo de vida que se nos concede, que debe ser una preparación para ese más allá que ahora miramos de lejos. Lo hacemos en comunión con las personas que amamos, y esperamos estar con ellos para siempre.
Más allá de este círculo está la comunidad de la Iglesia, la multitud de cristianos que no conocemos personalmente, pero con quienes estamos unidos con lazos invisibles. “Jrónos oukéti éstai”, más allá del paso del tiempo.