Cristina Kirchner repite incansablemente que el principal problema económico de la Argentina es el dólar, pero fomenta la amistad de Nicolás Maduro. Javier Milei, no opina lo mismo, pero por las dudas se hizo aliado incondicional del país que emite la moneda por cuya escasez la Argentina sufre crisis a repetición.
Por alguna razón inexplicable los analistas consideran a la viuda de Néstor Kirchner como la dirigente más hábil del país y al actual presidente como un analfabeto político. Lo ocurrido en los últimos siete días permitió verificar lo arbitrario de ese prejuicio.
Cuando la totalidad de los medios pronosticaban con el corazón ligero un nuevo apocalipsis y la cotización del dólar superaba los 1.500 pesos el dúo Milei-Caputo le pegó un frenazo sin precedentes que descolocó y enmudeció por varios días a medios y dirigentes opositores.
Revirtió la corrida en 24 horas con una medida transitoria -eliminación de retenciones al campo- y un anuncio: que el gobierno de los Estados Unidos estaba dispuesto a poner tantos dólares como fueran necesarios para evitar cualquier desborde.
No se recuerda una corrida destruida tan drásticamente. El viernes 19 el dólar minorista en el Banco Nación cerró a 1.515. Una semana después, a 1.360. Pero el brusco retroceso no fue lo más llamativo, sino que mientras la oposición presionaba para pulverizar el peso, el gobierno norteamericano saliera a defenderlo. Un “Braden o Perón”, pero al revés. Todo sea por la campaña electoral.
Lo ocurrido fue, en síntesis, un ejemplo más del descarrilamiento de la política local después de la derrota a manos de Milei hace menos de dos años. Por supuesto la caótica situación generada por la crisis del sistema partidario no se limita a tomar posiciones contrarias al interés general y a las banderas históricas del nacionalismo populista. La pérdida de rumbo también deriva en que, por ejemplo, diputados de Elisa Carrió o de la UCR voten junto con Máximo Kirchner; en que la política carezca de contenido y se convierta en puro posicionamiento; en que quede reducida a la lógica amigo/enemigo y pierda todo contacto con la realidad de los votantes.
Pero no todos los políticos carecen de capacidad de rectificación. El gobierno norteamericano intervino abiertamente en defensa del argentino como no lo había hecho en el pasado en situaciones similares. En 2001 la administración Bush le soltó la mano a Fernando de la Rúa cuando recurrió a Washington en busca de un salvataje.
El desastre que sobrevino a esa crisis derivó en la instalación en el poder del kirchnerismo, enemigo explícito de los Estados Unidos, aliado de Irán y del régimen chavista. Dos décadas más tarde el peronismo no ha cambiado su antinorteamericanismo. El referente peronista más destacado hoy, Axel Kicillof, también viajó a Nueva York, pero para reunirse con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; de España, Pedro Sánchez; de Chile, Gabriel Boric; de Colombia, Gustavo Petro; y de Uruguay, Yamandú Orsi. La crema de la izquierda latinoamericana que aborrece históricamente a los Estados Unidos y en especial a Donald Trump.
Ante esa realidad el presidente norteamericano optó por la receta contraria a la de lavarse las manos de Bush. Prometió un aporte masivo de dólares para frenar la ofensiva electoral contra un aliado clave en la región. Lo hizo porque Milei es su única carta de peso contra el despliegue de China en lo que considera su patio trasero y también porque no fue más allá de las palabras. Si en octubre gana el peronismo, los dólares no se materializarán.
El kirchnerismo tardó 72 horas en reaccionar y lo hizo atacando la baja a las retenciones del campo. La queja de las organizaciones de productores de que los principales beneficiados habían resultado los exportadores fue aprovechada por el inefable Sergio Massa para decir que treinta y seis “vivos” se habían aprovechado de la medida en detrimento de 400 mil productores. La realidad es otra -los productores se quedarían con más del 60% de la baja impositiva-, pero el silencio era letal para el peronismo.
Más allá de las palabras, lo concreto es el viernes las reservas del Banco Central aumentaron casi 1.900 millones de dólares y la licitación de deuda del día fue renovada sin problemas.
De todas maneras, nada autoriza a suponer que la jugada tendrá un efecto electoral positivo para el gobierno. Su derrota en Buenos Aires hace cuatro semanas reveló un malestar social con el ajuste que parece difícil que el freno al dólar pueda revertir por completo. Simplemente no empeorará. La única ventaja que Milei sigue conservando es que sus adversarios son el kirchnerismo y un pequeño grupo de gobernadores sin liderazgo ni propuesta atractiva (ver “Torres se abre”).